El difícil devenir de los 'díscolos' de Europa en el 30 cumpleaños del Grupo Visegrado


El grupo que forman Polonia, Hungría, la República Checa y Eslovaquia cumple treinta años en medio de conflictos con Bruselas y de unas divisiones internas a menudo ignoradas.
Los jefes de Gobierno de Polonia, Hungría, la República Checa y Eslovaquia celebraban esta semana los 30 años de la formación del Grupo Visegrado. El origen de la asociación de estos cuatro países data del 15 de febrero de 1991, una fecha de la que se acordaban los líderes políticos de esas naciones este miércoles para festejar una alianza que lleva un lustro constituida como elemento disruptivo en la política europea.
En sus inicios, esta tétrada de países tenía como objetivo cooperar y avanzar en grupo hacia la occidentalización de sus economías y sus instituciones tras décadas bajo la opresiva influencia de la Unión Soviética. Para Polonia, Hungría, la República Checa y Eslovaquia, el mayor éxito de esa marcha probablemente lo representan la entrada de los cuatro países en la OTAN y en la Unión Europea, hitos alcanzados a finales del siglo pasado y a principios de éste.
En el Grupo Visegrado los hay que han seguido avanzando. En 2009, por ejemplo, Eslovaquia pasó a formar parte de la zona euro. Es el único país del Grupo Visegrado que, hasta ahora, ha dado ese paso. Sin embargo, en el Grupo Visegrado no todos quieren seguir la misma senda iniciada hace tres décadas.
Prime Ministers of the #V4 countries and the President of the European Council met today in Krakow to mark the 30th anniversary of the #VisegradGroup.
— V4 PRESIDENCY (@V4_PRES) February 17, 2021
Watch the highlights of today's summit.#30yearsV4 🇵🇱🇨🇿🇸🇰🇭🇺 pic.twitter.com/qawXQoBGFr
El comunicado emitido desde Cracovia (sur polaco) el pasado miércoles por los jefes de Gobierno de los cuatro países, como no podía ser de otra manera, habla de “reafirmar” la cooperación y colaboración entre las cuatro naciones, especialmente en tiempos de pandemia. Eso no quiere decir, sin embargo, que dentro del Grupo Visegrado no haya tensiones.
Es más, hay diferencias, entre otras cosas, por la actitud hacia Bruselas que Polonia y Hungría empezaron a tomar en 2015. Bien es cierto que entonces los cuatro de Visegrado se opusieron con eficacia ante las intenciones de la Unión Europea de repartir demandantes de asilo durante la crisis migratoria de 2015-2016, la mayor de estas características que se recuerda desde la Segunda Guerra Mundial. Pero aquello dio lugar a un malentendido en Varsovia y Budapest.
En estas capitales se ha tratado de crear a partir de entonces un contrapeso geopolítico dentro de la Unión Europea, según explica a NIUS Aleks Szcerbiak, politólogo y experto en Polonia además de profesor de Estudios Europeos Contemporáneos de la prestigiosa Universidad de Sussex, en el Reino Unido.
¿Un proyecto geopolítico alternativo a la UE?
“El actual Gobierno polaco ve el Grupo Visegrado no sólo como una plataforma de cooperación regional sino como un proyecto geopolítico y un centro de poder alternativo en la UE para desafiar al eje franco-alemán”, plantea Szcerbiak.
Así, en el Gobierno de Mateusz Morawiecki, “creen que para satisfacer los intereses de Polonia hay que ir en contra de los poderes de la UE, en particular de Alemania, porque hay diferentes intereses entre Alemania y Polonia”, añade Szcerbiak. Basta pensar en la actitud de Berlín hacia Moscú en proyectos como el Nord Stream 2, gasoducto al que se oponen ostensiblemente en Varsovia, para entender esta actitud.
Las ganas de hacer oposición de las que hacen gala en Polonia explica, entre otras cosas, por qué la Comisión Europea ha llevado a ese país del este ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea para “proteger a los jueces del control político”, según los términos del organismo que dirige Ursula Von der Leyen.
En Hungría, en el Ejecutivo de Viktor Orbán también saben lo que es enfrentarse a Von der Leyen y compañía a cuenta de derechos fundamentales que están siendo atacados desde el poder político. Este jueves la Comisión Europea lanzaba un procedimiento de infracción contra Hungría por su legislación sobre las ONG extranjeras. Esa legislación impone condiciones especiales a las ONG extranjeras activas sobre suelo húngaro.
Otro ejemplo de lo mal que lleva el Ejecutivo de Orbán adaptarse a los actuales moldes europeos es la reciente condena del Tribunal de Justicia de la UE, la más alta instancia judicial de la Unión, por violar la normativa en materia de derecho de asilo. La legislación húngara en esta materia ha sido condenada por impedir a los inmigrantes solicitar amparo.
La hostilidad hacia la UE
“Especialmente desde la crisis migratoria, Orbán también ha tratado de convertir el Grupo Visegrado en un grupo regional con una relación hostil hacia el resto de estados miembros de la Unión”, plantea a NIUS desde Buapest István Hegedüs, presidente de la Sociedad Europea de Hungría, un think tank europeísta con sede en Budapest.
Desde Varsovia, a Slawomir Sierakowski, analista del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores (DGAP, por sus siglas alemanas) no se le escapa que especialmente Polonia y Hungría, desde 2015, están “causando problemas y generando ruido en Europa”.
“El Grupo Visegrado debería ser una plataforma para la cooperación pero lo que tenemos es un grupo marcado por lo que se describiría como 'narcisismo de las pequeñas' diferencias, porque estamos hablando de países pequeños que quisieran ser más de lo que son realmente, por eso siempre están saltando a la palestra cuando alguien hace una referencia a su historia, por ejemplo”, señala Sierakowski a NIUS.
Él ve actualmente más motivo para que crezcan las diferencias en el Grupo Visegrado que para que lo haga la cooperación que se celebraba esta semana. “A menudo, estos países no son capaces de cooperar y, de hecho, compiten. A mñi me gustaría verlos tener un papel reformador en Europa como países que han tenido éxito como jóvenes democracias con éxito económico, pero ahora mismo el grupo hace de freno para Europa”, explica Sierakowski.
Cierto es que mucho ha llovido desde que a los cuatro de Visegrado los unió su voluntad de deshacerse de la influencia de la Unión Soviética, el pasado totalitario y el comunismo. Las nuevas generaciones de líderes de los cuatro países no están tan conectadas entre sí como en su día lo estuvieron Václav Havel, Lech Walesa y compañía.
Un grupo sin líder
Además, “hay que tener en cuenta que en este grupo Polonia es el país más grande, pero en el grupo nadie quiere que Polonia lidere. Los checos son los mejor posicionados en términos de occidentalización, pero es un pequeño país, luego no pueden ser líderes. Eslovaquia es el país más pequeño, aunque el más exitoso en términos de transición económica”, abunda Sierakowski.
Hungría, por su parte, tampoco está en condiciones de liderar, entre otras cosas porque checos y eslovacos actualmente quieren diferenciarse del agresivo populismo del que viene haciendo gala Orbán en Hungría y el Ejecutivo del presidente polaco Andrzej Duda. No en vano, en el DGAP se han referido a ellos como los “Mini-Trump” de la política europea, una alusión al ex-presidente estadounidense Donald Trump.
“La República Checa y Eslovaquia tienen una visión diferente sobre Europa a la de Orbán y el Gobierno de Polonia, y de hecho, lo que hemos visto es que estos países forman un grupo no de cuatro, sino de dos más dos”, dice Hegedüs, el presidente de la Sociedad Europea de Hungría.
“No tendríamos que hablar de los cuatro de Visegrado, sino de los 2 + 2 de Visegrado porque checos y eslovacos no se han sumado a esas ideas contrarrevolucionarias de Orbán, porque para checos y eslovacos es más importante tener una relación cercana a Berlín, Bruselas y las instituciones europeas”, añade.
En este contexto, ya parece suficientemente positivo para los integrantes del Grupo Visegrado el haber podido comprometerse esta semana a aumentar en 10 millones de euros el Fondo Internacional Visegrado, organismo creado hace dos décadas para proyectos de cooperación entre las cuatro naciones del este europeo.
Puede que, con gestos así, el Grupo Visegrado logre mantenerse como institución que refuerce los vínculos entre Polonia, Hungría, la República Checa y Eslovaquia. Pero otra cosa muy distinta es que los 'díscolos' del este europeo formen una alternativa real al eje franco-alemán que domina Europa.