La estación central de trenes de Berlín, convertida en improvisado centro de ayuda a los ucranianos


La población de la capital alemana se vuelca en la acogida de los ucranianos que comienzan a llegar de la guerra lanzada por la Rusia de Vladimir Putin contra Ucrania.
“Como ciudadana rusa, me avergüenzo por esto. Lo que está pasando no esta bien”. Así dice a NIUS sentirse Lena, una mujer rusa de mediana edad que trabaja para la policía de Berlín pero que en la tarde-noche de este domingo se empleaba como voluntaria en la estación central de trenes de la capital germana.
Esta infraestructura es un punto neurálgico de las comunicaciones por tierra del este alemán. Pero 48 horas después de empezar la invasión de Rusia contra Ucrania, se ha convertido, al menos en el nivel “-1”, en un improvisado centro de ayuda para quienes huyen de la guerra que ha lanzado contra el país vecino de la Unión Europea (UE) el presiente ruso Vladimir Putin.
Hay decenas de voluntarios, “son casi demasiados”, dicen a NIUS representantes del Gobierno de la ciudad-estado que es Berlín. Aquí se reparte, para quien lo necesita, comida, ropa, atención sanitaria urgente y hasta billetes de tren para seguir viajando.
Lena se está ocupando de dos mujeres, una señora mayor acompaña de otra mujer. Ambas muestran extenuación. Lena les ayuda a seguir con su viaje. “Lo primero es que aquí pueden descansar sin el estrés de que estén cayendo bombas. Muchos de ellos al bajarse del tren empiezan a llorar. Vienen con los nervios al límite”, comenta la voluntaria.
Ella vive en Berlín pero nació en Moscú. Ha buscado a las dos mujeres de las que se ocupa un sitio para descansar y comer algo en un banco plegable que servía antes para que los niños de los ucranianos que pasan por la estación central de Berlín pinten mientras sus padres y familiares buscan un techo bajo el que dormir o un billete de tren con el que seguir viajando.
Algunos de los dibujos de esos niños están colocados sobre las barandillas, decorando. Esos niños huyen de los horrores de una guerra a las puertas de la UE. Pero aún dibujan flores.

Todos los voluntarios que se afanan en ayudar a quienes llegan estos días de Ucrania llevan un chaleco reflectante. El de Lena es de color naranja. Ese es color que los organizadores de la ayuda que se presta en la estación central de trenes de Berlín han elegido para los voluntarios que hablan ruso, ucraniano o árabe. Sin duda, son los que mejor pueden ayudar a la mayoría de personas que están llegando a Berlín escapando de la guerra en Ucrania. También hay voluntarios con chalecos amarillos. Prestan ayuda en inglés, francés o alemán.

“La generación más joven de ucranianos puede hablar inglés. Pero la gente mayor suele hablar sólo ruso”, dice Lena. Personas mayores, mujeres y niños predominan entre las personas que llegan estos días a la que es mayor estación berlinesa de trenes. “Nuestros padres no pueden venir porque la ley marcial vigente en Ucrania ahora con la guerra impide que los hombres vengan”, cuentan a NIUS Alex y su mujer, un joven matrimonio que recibía hoy en la estación la llegada de una de las abuelas de la familia.
“Todo esto es muy doloroso. Ya no tenemos casa”
Alex trabaja como ingeniero informático en una empresa alemana. Su mujer y su hija estaban de visitándole en Berlín cuando estalló la guerra. Toda la familia viene de Járkov, en el este de Ucrania. Es una de las ciudades que hasta ahora más ha sufrido la guerra.
“Todo esto es muy doloroso. Ya no tenemos casa, no tenemos dinero”, dice ella. “La ayuda que nos prestan aquí es útil, porque están facilitando techos bajo los que dormir, comida... es muy emotivo ver esto”, señala él. El matrimonio y la abuela que acaba de llegar está ahora buscando medicinas para la señora.
“No tenemos tampoco seguro médico, no sabemos qué va a pasar. Esperamos que pronto se nos permita la protección como refugiados de guerra”, señalan, aludiendo a los actuales debates sobre qué hacer con los centenares de miles de personas que ya han huido de la guerra en Ucrania con destino la UE.
Las previsiones iniciales de la autoridades alemanas estiman en 400.000 el número de personas que podrían acabar como refugiados en Alemania como consecuencia de la invasión lanzada por Rusia contra Ucrania. No todos los que llegan estos días a la estación central de Berlín lo hacen para quedarse en suelo germano.
40 rutas gratuitas puestas a disposición de quienes huyen de la guerra
“Hay muchos que viajan a Francia o a Los Países Bajos o a otras ciudades de Alemania. Tienen allí familia o amigos de la familia”, explica a NIUS Nur, una estudiante de 26 años que ayuda con su hermana y un amigo a guiar por la estación a quienes llegan perdidos desde Ucrania y aún tienen que hacer kilómetros en tren.

Por lo pronto, la Deutsche Bahn, la gran compañía de ferrocarriles de Alemania, costea los viajes a quienes lo necesitan siempre y cuando estén en las 40 rutas gratuitas establecidas por la compañía para ellos. En su mayoría, estas otras víctimas de la guerra llegan procedentes Polonia, aunque también son centenares los que llegan al día desde otros países de Centroeuropa, como la República Checa.
“Los hay que llegan muy cansados, con lesiones o heridas en los pies y las piernas por haber tenido que andar mucho”, dice a NIUS Berthold, trabajador de la Cruz Roja de Alemania que trabaja en unas improvisadas carpas de dicha organización humanitaria donde se presta atención sanitaria. “Ha habido casos de gente que han tenido que llevársela en ambulancia al hospital, donde se les está prestando atención gratuita”, abunda este joven.
Ofrecer sus casas a estas víctimas de la guerra
Como ya pasara en la crisis migratoria de 2015 y 2016, en la que hasta 1,5 millones de demandantes de asilo procedentes mayormente de la guerra civil en Siria, los alemanes se están volcando en la ayuda a estos inmigrantes forzosos. Lo prueba la abundancia de voluntarios ocupados en ayudar una fría tarde-noche domingo en la estación central de Berlín.
Pero también lo demuestra que en la estación haya gente como Silvia y Annette, dos mujeres que tienen sitio en sus respectivas casas. Esperan a la llegada de viajeros para ofrecer su casa durante unos días. Como ellas, decenas de berlineses esperan poder ofrecer sus casas. Silvia dice saber de gente que ha acogido hasta una familia de trece personas.
“Yo vivo cerca de aquí, no es la primera vez que vengo estos días”, dice Silvia, polaca afincada en Berlín. Dice tener sitio en casa para dos personas durante un par de días. “La idea es dejar que estas personas duerman en un lugar seguro y tranquilo, que puedan comer caliente y tranquilamente, durante unos días, para luego poder ver qué otros pasos tienen que dar”, dice Annette.
Al igual que Silvia, Annette tiene un cartel en el que se lee, dos personas, un adulto y un menor. Además, tiene escrita en su cartel la palabra rusa Собака o “perro”. “Es por si les da miedo venir a una casa con perro”, apunta Annette, aunque seguro que nada puede dar más miedo que lo que dejan tras de sí quienes estos días llegan por millares a Berlín procedentes de Ucrania.