Europa salva en Francia otra bola de partido


El cordón sanitario ha funcionado una vez más en Francia
Macron debe ahora, como prometió, centrarse en la transición energética y sobre todo en cerrar brechas
Una victoria de Le Pen hubiera metido a la Unión Europea en la mayor crisis política de su historia
Los sondeos lo clavaron. El viernes daban una victoria por 15 puntos al presidente Emmanuel Macron frente a la ultra Marion Anne Perrine Le Pen (su nombre real) y terminó siendo por 17 puntos (58,5%-41,4%). Europa respiró aliviada y las felicitaciones al ganador llegaron desde los gobiernos y las instituciones de la Unión Europea cuando sólo se conocían los sondeos a pie de urna. Una victoria de la ultraderechista hubiera metido a la Unión Europea en la mayor crisis política de sus más de 70 años de vida.
Macron ganó en 2017 con un mensaje nuevo, ofreciendo un producto novedoso y fresco. Desde los primeros meses se vio por dónde iba. Su política económica fue eminentemente conservadora y se rodeó desde el primer día de ministros conservadores. Su victoria de ayer se debe a que la izquierda, una vez más, se tapó la nariz y le dio su voto para frenar a la ultraderecha.
Macron gana ahora con un mensaje casi único (parar a la ultraderecha) y seguirá siendo presidente gracias a toda esa franja de votantes que sus ministros (con el de Interior, Gerald Darmanin a la cabeza) criticaron durante años: sindicalistas, profesores, anti-racistas, anti-fascistas, pobres en general. Esa Francia harta de Macron pero que sabe que Le Pen es una peligro para la democracia.
Pero Macron también gana en un contexto de banalización de la extrema derecha, tras superar una pandemia y con una abstención creciente cuando apenas tiene una estructura de partido detrás. Su derrota hubiera sido y su victoria también lo es puramente personal.
Le Pen perdió por 17 puntos. No es la derrota por 32 puntos de hace cinco años pero es una derrota contundente. El resultado de las próximas legislativas, en junio, donde su partido volverá a sufrir el cordón sanitario y a obtener un escaso puñado de diputados, dirá si sigue adelante o da un paso a un lado. A pesar de subir unos nueve puntos con respecto a 2017 seguirá en el desierto político.
Elecciones legislativas, en junio
El sistema político francés hace que el presidente y la mayoría parlamentaria se repartan el poder. Los candidatos presidenciales derrotados, si no tienen un amplio grupo en la Asamblea Nacional, se quedan nadando en una piscina sin agua. Una victoria de Le Pen hubiera paralizado la Unión Europea y hubiera alterado los equilibrios geopolíticos en uno de los momentos en los que Francia es más necesaria para la estabilidad europea: ante una guerra en el continente.
El cordón sanitario funcionó una vez más. Y a pesar de la bola de cristal de quienes querían señalar que los votantes de Mélenchon eran antisistema eurófobos igual que los de Le Pen, el 41% de ellos votó al presidente y sólo el 17% a Le Pen según los sondeos a pie de urna que daba anoche el diario ‘Le Monde’. “Fáchê mais pas facho” (Enfadado pero no facha), era el eslogan que movían en redes sociales. El porcentaje de votantes de la conservadora tradicional Valérie Pécresse que fue a Le Pen fue superior que el de votantes de Mélenchon.
Macron tiene las manos libres en política exterior y Defensa pero habrá que ver qué mayorías se forman en la Asamblea Nacional para saber si todavía las tiene en Francia. Los sondeos de las próximas legislativas empezarán a dar una imagen más clara pero Macron podría tener que apoyar a su partido en los demás grupos. Tendrá que negociar para gobernar. Sus próximos cinco años pronto se convertirán en los de un pato cojo porque la Constitucional francesa impide que el presidente de la República esté en el poder más de dos mandatos consecutivos.
Le Pen tiene ahora un desierto por delante y por primera vez candidatos ultraderechistas alternativos que intentarán moverle la silla: Eric Zemmour y su sobrina Marion Le Pen. El fin de Macron en 2027 no tiene por qué llevar a un ultraderechista al Elíseo mientras el cordón sanitario siga de pie. Algunos analistas ven a Marion Le Pen como la persona que podría unir a los ultras, domesticándolos, con la derecha tradicional. Pero Marion Le Pen apostó por el caballo perdedor (Zemmour) y los cuadros del RN de Marine Le Pen difícilmente la perdonarán.
Cumplir sus promesas
Desde Bruselas y desde Madrid se verá al Macron de la política exterior. Y a pesar de que tiene tarea por delante con la guerra de Ucrania, las nuevas normas fiscales europeas, la crisis energética, el siempre pospuesto pacto migratorio y otros grandes dosieres continentales, lo más importante lo tendrá en casa.
Macron debe ahora, como prometió, centrarse en la transición energética y sobre todo en cerrar brechas. Francia tiene grietas territoriales (grandes ciudades con oportunidades y zonas semi-rurales que se ven como perdedoras), sociales (como se vio con el movimiento de los chalecos amarillos) y generacionales (los grupos en los que Macron arrasa a Le Pen son los jubilados y los menores de 25 años).
“Soy consciente de las obligaciones que me impone esta elección”, dijo anoche el presidente tras reconocer que muchos le habían dado su voto para frenar a Le Pen. Su primer ministro Jean Castex había adelantado: “Es una nueva era, no será un mandato de continuidad”.