Veronika, en España tras escapar del infierno de Bucha: "Dónde vamos a volver si no queda nada"

La matanza de Bucha no les ha sorprendido tanto porque se imaginaba que algo así podía pasar
Huyeron hace un mes horrorizados ante lo que estaban viendo
El marido de Veronika está luchando con el ejercito ucraniano
Hace algo más de un mes Veronika Pershyna y su marido Román Pershyn vivían con tranquilidad en su Bucha natal, dirigían una academia de idiomas y la vida, sin ser ellos conscientes, les sonreía. Pero todo eso acabó cuando empezó la guerra entre Rusia y Ucrania y su ciudad se convirtió en objetivo.
Román se enroló en el ejercito ucraniano para combatir a los rusos y ella huyó con su madre, su cuñada y su hermano de 14 años, llevándose lo poco que se pudieron llevar. Desde hace un mes viven en Bilbao y desde allí observan horrorizados la masacre de Bucha. Unas imágenes que no pueden ver sin llorar.
"Mi madre está mirándolas detenidamente por si reconoce a alguien", explica Veronika mientras observan en un ordenador los cuerpos olvidados en las calles y los edificios destrozados.

Una masacre que a sus 27 años, dice que no le está afectando tanto como al resto, porque ya se lo esperaba. "Antes de salir vimos muchos cuerpos tirados, por eso no me sorprende tanto. Un día al salir de casa, justo en la puerta vimos dos muertos, fue horroroso", cuenta.
Hasta que lograron huir de la ciudad tuvieron que refugiarse en el sótano de su casa durante los ataques aéreos, tratar de sobrevivir entre los escombros de los edificios y buscar comida. Lo que se encontraban y lo que han dejado atrás les daba miedo, confiesa.
"Avisé a todos de lo que estaba pasando, les dije que los rusos estaban matand y que no les importaba si eran civiles o no. Nadie me creía", comenta mientras su familia sigue mirando entre lágrimas las imágenes de lo ocurrido.
Y aunque ahora se sabe protegidos en Bilbao el miedo sigue, Roman continúa luchando allí, tratando de evitar que el invasor acabe con todo.
"Intentamos hablar cada día, eso me consuela porque así se que está bien", explica tras recibir una llamada suya desde el frente.

Una esperanza a la que se agarra para tratar de olvidar el presente y no pensar en el futuro.
"Claro que quiero volver cuando todo acabe, pero no sé si será posible. ¿Dónde vamos a volver si no queda nada?. No hay edificios, no hay escuelas, no hay hospitales. La gente no tiene dónde volver, es terrible", resume.