La huida bajo el puente de la masacre de Irpin: "Están disparando, pero no se puede dejar a nadie"

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Igor Chumak, un voluntario de 32 años, ayuda a cientos de personas a huir a Kiev
En este puente las tropas rusas mataron a una familia entera que intentaba huir
"La gente ucraniana es muy dura. No escapan sin más. Se juntan y salen unidas". Igor Chumak cuenta lo que ve bajo el puente de Irpin, escena de una de las peores masacres de civiles de la invasión rusa de Ucrania. Aquí fue donde una familia entera murió tratando de huir el pasado domingo. Les alcanzó el fuego de mortero. Los disparos se siguen oyendo, pero la avalancha de gente no cesa.
"Ahora están disparando, pero la gente está debajo del puente, con sus perros y todo. La gente está muy asustada. Mucha gente, abuelitos y todo. No se puede dejar a nadie". Se oyen voces, ladridos, sollozos, ahogados por la corriente del río.

Los ucranianos volaron el puente para dificultar la ofensiva rusa y los vecinos de esta localidad lo usan como escudo de los disparos para salir de la ciudad por debajo, cruzando el río. Es arriesgado, pero los vecinos se apresura como pueden. A mediodía empiezan los bombardeos y todo será aún peor. Tienen que aprovechar el tiempo que queda con el corredor humanitario abierto, uno de los tres que permite Rusia en el país.
Pierden su vida, sus casas. Yo también estoy llorando con ellos
No es fácil cruzar, con el frío y la nieve que cae hora tras hora. Las maderas colocadas sobre el río siempre a punto de ceder entre el peso de la gente y la corriente de agua. Igor les ayuda a llegar a mantener el equilibrio y sortear los bloques de hormigón que quedan del puente. Cuando llegan al otro lado les ofrece comida para el viaje que tienen por delante.
"Miles y miles de personas. Traemos la comida para que quien quiera pueda comer aquí e ir más lejos". Les quedan 25 kilómetros hasta Kiev. A pie, más de 5 horas. Eso para quien no lleva cargas. Aquí hay quien lleva a sus seres queridos a cuestas. Niños o ancianos.
Una mujer se acerca llorando a Igor. Lleva escritos unos nombres en su brazo. Él trata de tranquilizarla. "Tenemos niños ahí, los están fusilando. Tengo rusos viviendo en mi casa y mi esposo e hijos en el sótano", dice ella muy agitada. "No matarán a niños", afirma él. "Matan a todos, somos médicos, hemos visto mujeres y niños asesinados", asegura la mujer mientras se aleja.
Que un día esos disparos de ahí se callen y Ucrania vuelva a tener silencio como antes
Este voluntario no para de expresar cómo se siente al ver así a su gente. "Pierden su vida, sus casas. Yo también estoy llorando con ellos". Una mujer que carga con dos niños muy pequeños y una maleta roja. Gente en silla de ruedas o con muletas. Caras de angustia bajo la nieve. Un perro se acerca una y otra vez a Igor. Él lo acaricia. "Está solo".
Igor sabe que ir caminando hasta Kiev es demasiado para algunos. Y peligroso. Sube a la carretera que queda sobre el puente. Está lleva de coches abandonados. Una camioneta lleva de comida congelada por el frío. Rastros de sangre. Un cochecito azul de bebé.

Busca si algún tiene las llaves puestas para que quienes huyen puedan usarlo. Hoy no se puede hacer mucho más. Igor volverá a jugarse la vida mañana. Tiene 32 años. "Este 24 de marzo cumplo 33". Desde Irpin mantiene informada a su hermana, que está en Pontevedra, donde él ha veraneado desde los 9 años. Desde debajo del puente pide ayuda para su país, pero sabe que eso no es suficiente. Su mayor deseo, mientras oye los disparos, es otro. "Que un día esos disparos de ahí se callen y Ucrania vuelva a tener silencio como antes".