José, de vivir en la calle a ayudar a refugiados en la frontera con Ucrania


Es uno de los ocho voluntarios de la Fundación Remar que ayudan en la frontera entre Rumanía y Ucrania
Junto con Mensajeros de la Paz logran sacar a diario a unos 200 refugiados ucranianos
Puedes seguir en NIUS la última hora del ataque de Rusia a Ucrania
José tiene 30 años. Sabe qué es pasarlo mal y por eso está en Siret (Rumanía) a pocos kilómetros de la frontera oeste con Ucrania. Lleva dos semanas acogiendo, cuidando y acompañando a los refugiados que llegan de Ucrania, devastados y despavoridos.
No quiere contar su historia. Es miembro de REMAR, una asociación que atiende a personas en riesgo de exclusión social. "Lo importante son ellos", dice señalando al medio centenar de ucranianos a los que guía a uno de los tres hostales que la Fundación Mensajeros de la Paz ha alquilado en Siret para atender a los que llegan.
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"Si Rusia no afloja, vamos a ver una avalancha de refugiados", cuenta Pedro Blasco, un voluntario zaragozano, ya prejubilado, que se encarga de documentar y gestionar lo que hace la ONG allí. Llevan en la frontera desde el 25 de febrero, el día siguiente de la invasión.
Cuentan con seis autocares. Cada día recorren los 40 kilómetros que les separan de la ciudad ucraniana de Chernivtsi. "Allí hay cientos de personas ateridas de frío y muertas de miedo", cuenta Pedro mientras algunos copos de nieve cubren la capucha de su anorak.

De Kiev a Gijón
"Hasta el ayuntamiento de Chernivti (Ucrania) ha puesto unas carpas para darles cobijo", cuenta Pedro. La ONG les lleva comida y mantas y de vuelta a Rumanía traen refugiados . "Evacuamos a unos doscientos refugiados al día". La mayoría llegan hasta cerca de la frontera a pie. Sus coches se han quedado sin gasolina o bien los han dejado tirados en medio de una caravana y con los tanques rusos a su espalda.
"Lo peor es que vienen familias rotas", cuenta Anastasia, voluntaria rusa llegada desde Italia, que también ayuda en los albergues. Una de esas familias es la de Dolores Cabestany, 56 años. Tiene apellido español "mi padre era de allí", cuenta a NIUS, pero ella ha llegado sola desde Kiev. "Mi marido y mis dos hijos varones se han tenido que quedar", dice conteniendo las lágrimas.

Tras pasar la noche en el albergue, Dolores sube al autocar que la lleva a España. "Voy a Gijón, allí vive mi hija", dice ocupando su asiento y sin dejar de dar las gracias a la Fundación del Padre Ángel, que le ha sacado del horror. Además de su autobús, hay otros dos que salen con destino a Italia y Alemania.
La ONG está en la zona gracias a las muchas donaciones anónimas y otras no tanto, como la de la Fundación A.M.A (Agrupación Mutual Aseguradora) que ha donado un millón de euros, para que se pueda mantener esta labor humanitaria durante más tiempo.
No es la primera vez que la fundación A.M.A. trabaja con el padre Ángel. Lo llevan haciendo desde 2015 con la crisis de refugiados sirios en Europa.