Mario Draghi, el economista estrella al rescate de Italia


El expresidente del Banco Central Europeo es el elegido para encabezar un Gobierno técnico
Italia es ese país donde uno llega a una ventanilla, pongamos de la oficina de correos, y el sistema nunca funciona. No hay nada que hacer, la fatalidad. Y cuando todo está perdido, aparece un hábil dependiente, cuya astucia resuelve el problema. Quizás no estemos hablando de Italia, sino de Roma, pero al fin y al cabo aquí está al poder. Es el genio italiano, el país de los creadores, del emprendedor como aspiración máxima. El último en emerger tiene fama de ser el mejor. Mario Draghi o, lo que es lo mismo, el encabezado con el que todos identifican al “salvador del euro”. En comparación, la tarea de formar Gobierno que le ha encomendado el presidente de la República, Sergio Mattarella, no es nada.
Economista, keynesiano, 73 años, máster en Boston, ex gobernador del Banco de Italia, padre de dos hijos, romano, aficionado de la Roma y presidente del Banco Central Europeo durante ocho años. Draghi llegó con esas credenciales a Frankfurt en 2011 para sustituir al frente del BCE a Jean Claude Trichet, quien había protagonizado una política titubeante al inicio de la crisis económica. Un año después, dispuesto a cambiarlo todo, Draghi pronunciaría la frase con la que pasaría a la historia: “Whatever it takes”. Estaba listo para hacer “lo que fuera necesario” con tal de sacar a la economía europea del atolladero.
El BCE se lanzó a una compra masiva de bonos del Tesoro de los respectivos países, la UE inició una larga senda de tipos de interés por los suelos y la zona euro comenzó a salir de la UCI. Para Europa fue una bendición, Draghi se convirtió en Supermario. Y para Italia, cuya prima de riesgo pasó de superar los 600 puntos a poco más de 100, el hombre se transformó en mito. Mario, uno de los nuestros, el paisano que nos salva la cara en Bruselas. Italia, su sistema financiero y su deuda ya entonces ponían en riesgo todo el sistema.
Antes de trasladarse a Alemania, como gobernador del Banco de Italia, había empujado a Silvio Berlusconi a seguir la línea de reducción del gasto que le exigían desde Bruselas. Las famosas reformas estructurales que nunca se han materializado. Era el año 2011, la última vez que Italia ha tenido un primer ministro elegido en las urnas. La crisis devoró a Berlusconi y en su lugar llegó un técnico, Mario Monti. La jugada ahora es similar, aunque el candidato tenga más galones. En la última década han pasado por la oficina cinco mandatarios, de los que ninguno ha sido votado por los ciudadanos.
Italia vive instalada en una crisis política sistémica, algunos comentaristas se aventuran a proclamar el fin de la Segunda República. Si bien, los espectadores ya han visto la película. Draghi tampoco arreglará esto, pues su intención nunca fue hacer carrera en política, sino salvar el país. Una vez más. Su nombre es una vieja letanía, lleva sonando desde hace meses, pero parecía tan prestigioso que una política como la italiana no podía aspirar a él.
El inspirador de la crisis de Gobierno, Matteo Renzi, lo tenía en lo más alto de su libreta. Y cuando por fin llevó a la ruptura a los anteriores miembros de la coalición, el presidente Mattarella no tenía otro teléfono al que llamar. Un Gobierno con el mejor era la única forma presentable de salir de este enredo que ha embarrado aún más la ya de por sí cenagosa escena política italiana.
Los fondos europeos, en el centro
Renzi presentó su órdago bajo el pretexto de que el primer ministro saliente, Giuseppe Conte, no era capaz de afrontar la gestión de los fondos europeos. Italia es el primer beneficiario del plan, con 209.000 millones que deberán llegar en los próximos meses. El paradigma debería cambiar, el país espera la lluvia de millones como a mediados del siglo pasado acogió el Plan Marshall. La economía italiana, un tumor para la UE, se somete a una terapia de shock. Ni en Roma ni en Bruselas piensan que exista un hombre más preparado para administrar estos fondos.
Y, en paralelo, continúa la pandemia. En marzo del año pasado Draghi ya escribió una carta en el 'Financial Times' indicando el camino a seguir. Su receta recuperaba el viejo axioma del ‘Whatever it takes’. Recomendaba dopar el sistema, inyectar dinero público sin frenos y dotar a las empresas de las máximas ayudas posibles. Es la estrategia que siguen recomendando en Bruselas. Italia necesita imperiosamente a la UE para levantar su economía. La relación con las instituciones europeas es el eje sobre el que gravita su política, que ahora estará más alineada que nunca con la Comisión.
Por eso, instituciones, empresarios y la política más apegada al establishment han acogido con alivio la elección de Draghi. “De un espectáculo poco decoroso a la mejor opción para Italia”, manifestaba Romano Prodi, ex presidente de la Comisión Europea, a 'La Stampa', propiedad de los dueños de la Fiat.
Un Gobierno técnico también le dará la vuelta a la política italiana. Será apoyado por los socialdemócratas -el partido europeísta por excelencia-, previsiblemente por una buena parte de la derecha y por Matteo Renzi, que ha actuado como cicerón de Draghi. El Movimiento 5 Estrellas, el partido que ganó las últimas elecciones, se dividirá y pasará a la oposición tras dos años actuando como actores secundarios en gobiernos con otros partidos que tenían menos diputados que ellos. Con Draghi, esta vez sí, cambia todo.