Merkel rechaza el lenguaje bélico para enfrentarse al virus


Tanto la canciller Angela Merkel como el presidente de la República germana, Frank-Walter Steinmeier, rechazan emplear lenguaje bélico para movilizar a la población y transmitir así la gravedad que supone para el país la crisis desencadenada por la COVID-19
Alemania era señalada esta semana como el segundo país del mundo que mejor está protegiendo a su población frente a la pandemia de la COVID-19. Sólo le superaba Israel en la clasificación elaborada por la organización no gubernamental Deep Knowledge Group y de la que estos días se han hecho eco numerosos medios de comunicación de prestigio internacional.
En esa lista, Alemania aparecía incluso por encima de Corea del Sur, tercera en el ranking y otra de las naciones democráticas cuyo rendimiento frente al SARS-CoV-2 ha sido considerado hasta ahora ejemplar.
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En Berlín, la canciller alemana decía el miércoles que su país había conseguido frente a la pandemia, de momento, un “éxito intermedio, ni más ni menos”. Ese día Merkel siguió aludiendo a la “fragilidad” de la situación de su país, donde el número de fallecidos por la COVID-19 dista mucho de los registrados en España, Italia o Francia.
El Instituto Robert Koch (RKI, por sus siglas alemanas), la agencia federal encargada del control y la prevención de enfermedades, contaba el jueves 3.569 muertes en Alemania. Ese registro dista mucho de los 19.130 fallecimientos españoles registrados hasta ese día.
En este contexto, Merkel rechaza hablar de “guerra” frente a la COVID-19. Eso, pese a que la canciller no para de alertar de los riesgos que existen de que se acabe saturando el sistema sanitario por culpa del coronavirus. La palabra “guerra”, sin embargo, sí la están empleado otros líderes europeos, como el jefe de Estado francés, Emmanuel Macron, o el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez.
Hasta siete veces pronunció Macron la palabra “guerra” en su discurso del pasado 16 de marzo, en el que planteaba a los franceses el confinamiento.
Un desafío histórico, no una guerra
Dos días más tarde, Sánchez también hablaba de “guerra”. Esta terminología no tardó en cruzar el Océano Atlántico. Porque también el jefe de Estado estadounidense, Donald Trump, se ha referido ahora a esta época en la Casa Blanca frente a la crisis de la COVID-19 como “tiempos de guerra”.
Lo máximo que Angela Merkel se ha aproximado a ese tipo de discurso ha consistido en decir, como hacía en su extraordinaria intervención del pasado 18 de marzo, que el "desafío" de la pandemia supone un reto como el que supuso al país la Segunda Guerra Mundial.
“Déjenme decirles, la situación es seria, tómensela en serio. Desde la Reunificación alemana, no, desde la Segunda Guerra Mundial no hubo un desafío para nuestro país del que dependa tanto nuestra solidaridad”, decía la canciller en su mensaje televisado a la población el mes pasado.
“Esta pandemia no es una guerra”
En guerra, lo que se dice estar en guerra, Alemania no lo está si se atiende a lo que dice canciller o el jefe de Estado, el presidente de la República. Ese cargo de carácter simbólico en la República Federal de Alemania está en manos de Frank-Walter Steinmeier.
Él ha llegado incluso a negar que Alemania esté en guerra. “No. Esta pandemia no es una guerra. Los países no está enfrentados. No hay soldados enfrentados, sino una prueba a nuestra humanidad que apela a lo peor y a lo mejor de las personas”, decía Steinmeier el pasado fin de semana en un también excepcional mensaje televisado a la nación en el pasado sábado.
Esa intervención era un llamamiento a la solidaridad y un reconocimiento a los esfuerzos realizados por los alemanes, quienes están respetando las medidas de distanciamiento social. “Mostremos lo mejor de nosotros mismos”, decía Steinmeier. “La solidaridad que muestran día a día la necesitamos también en el futuro”, abundaba el presidente alemán.
El rechazo de las grandes voces políticas del país al lenguaje bélico tiene mucho que ver con que Alemania es una nación marcada a fuego por la horrible memoria del III Reich, la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto y la destrucción de Europa.
“Merkel nunca fue amiga del lenguaje belicista”
“En Alemania con la experiencia de la Segunda Guerra Mundial no hay una verdadera tradición de hacer comparaciones con la guerra en política”, apunta a NIUS Olaf Boehnke, analista en Berlín de la consultora Rasmussen Global, una empresa del otrora secretario general de la OTAN Anders Fogh Rasmussen. “Respecto al lenguaje belicista, en Alemania los políticos actúan tradicionalmente de forma muy contenida”, añade.
Para él, Angela Merkel es un claro ejemplo de ello. “Merkel nunca fue una amiga del lenguaje marcial que han empleado otros líderes como Macron o Trump”, según Boehnke.
Tampoco en la opinión pública se ha registrado una demanda de un discurso así. La población alemana está siguiendo las medidas de distanciamiento social sin necesidad de términos bélicos. Es más, según recordaba esta semana el historiador Lars Straehler-Pohl en las páginas del diario berlinés Der Tagesspiegel: “el mundo se encuentra en una lucha contra el virus, pero no en una guerra”.
Este historiador se hacía eco de las lecciones que dejara el teórico alemán de la guerra Carl von Clausewitz (1780-1831). De este general pruso y teórico de la guerra del siglo XIX es el ensayo Vom Kriege o - “Sobre la guerra”. En él daba una definición de la guerra que aún se mantiene vigente. A saber, la guerra es “la continuación de la política por otros medios”.
Resulta obvio que, aunque la crisis desatada por el SARS-CoV-2 pueda tener efectos económicos y políticos de orden global, el virus de la COVID-19 no tiene pretensiones geopolíticas. “El virus quiere sobrevivir, no persigue un propósito político más elevado”, recordaba Straehler-Pohl.
Esto lo sabe Angela Merkel, física y alguien, por tanto, con una formación científica de la que carecen otros responsables políticos internacionales. Tal vez por eso mismo la canciller no le ha declarado la guerra al virus.