Olena, Victoria y Vladi ya están en Madrid: "Aún no nos creemos que hace tres semanas teníamos casa y ya no tenemos nada"

Vladyslav es un niño con necesidades especiales "cuando oye sirenas o ruidos se asusta, llora y pregunta si nos van a matar", asegura su hermana
Hace tres semanas vivían en un barrio de Kiev y acudían a "La casa de los niños" de las madres Dominicas
Las Dominicas salieron hasta Polonia en una caravana organizada por los GEOS
Victoria tiene 17 años y aún no se cree lo que está viviendo. "Un día unos rusos llamaron a la puerta, o abren o les matamos" relata entre lágrimas. "Mi padre abrió con una pequeña navaja. "No salgan de sus casas estamos entrando en el barrio", le dijeron. "En ese momento relata Victoria supimos que teníamos que huir". Mi padre se quedó a cargo de mis abuelos que son mayores y están dependientes. Mi madre y yo hicimos las maletas, cogimos lo que pudimos y nos despedimos con las lágrimas en los ojos.
Victoria es alta, rubia y con grandes ojos azules. Una adolescente a la que la vida le ha colocado en una situación límite. Está agotada " era la única que hablaba algo de español y llevo varios dias sin dormir haciendo de traductora en los autobuses desde Polonia", dice.
Hasta ese día- aún no se cumplen tres semanas-, la invasión rusa había comenzado pero los barrios a las afueras de Kiev eran "seguros". Son pueblos dormitorio que están a las afueras de la capital de Ucrania, pero considerados como barrios. A 40 kilómetros de Chernovil y a 20 km de Irpin. Ambas localidades fuertemente golpeadas por los bombardeos rusos.

"Sonaban las alarmas y bajábamos corriendo al sótano de nuestra vivienda con los vecinos y esperábamos a que pasaran las bombas", ha sido horrible porque "nadie se imagina que esto puede pasar a estas alturas en Europa, en mi país". Olena está cansada y aturdida. Ha salido con lo que ha podido de Ucrania sabiendo que a su marido y a sus padres quizá no les pueda volver a ver. Sabiendo que quizá no pueda volver a su casa, a su vida. En su pueblo trabajaba en la oficina de hacienda, era funcionaria. No habla nada de español, solo repite "gracias, gracias" con lágrimas en los ojos.
Lleva un bolso del que no se separa con los pasaportes y el poco dinero que tenían ahorrado en casa. Mira a su hijo Vladyslav, de diez años y en el espectro autista: "en Ucrania nuestros hijos no se enseñan, no se cuenta". Vladyslav ha llegado a la Fundación Querer y está ya en una clase con otros niños jugando, su madre le mira de reojo.
Doce días de pánico y viaje interminable
Les acompaña Sor Maria. Sor María junto a tres monjas Dominicas eran las encargadas de "La Casa de los niños". Las monjas salieron de Kiev junto a otros españoles. Hace doce días que salieron de Kiev. Primero en una caravana organizada por la embajada de España en Ucrania en la pudieron meter a niños y sus familias españolas que acudían a "La Casa de los niños". La institución era la encargada de una misión-escuela a cargo de las madres Dominicas españolas María, Antonia y Teresa. María lleva diez años en Ucrania y es la más joven, tiene 71 años. Es la encargada de hacer "entrega" de la familia en la Fundación Querer porque Vladyslav y Vika estudiaron en su institución. "Esta es mi sexta guerra, he vivido guerras en Colombia, en Africa, y ahora en Ucrania", cuenta con una tranquilidad pasmosa. "En Africa lo importante era ponerse dos pantalones, si te quieren violar que les cueste!", dice. "En Ucrania lo importante era no enfadar a los soviéticos".
¿Les sacaron los GEOS? Sí, a uno le conocía de El Congo, exclama Sor María. "Muy majo y buen profesional", apunta. La caravana de españoles tuvo una salida de Ucrania de película. Primero llegaron a Polonia tras cuatro días de viaje con controles en las carreteras, rutas opcionales, caminos de barro, parando en hospitales... "veíamos heridos en el camino". Una vez en Polonia lo primero que escucha la hermana Maria es a uno de los niños de su furgoneta exclamar "con tanta gente... ¿habrá autobús para nosotros?. "Los niños dice son los que más impactados están".

La dramática huída de los civiles ucranianos
Allí hay un refrán muy extendido "los rusos son buenos, los soviéticos son los malos", cuenta Sor Maria. Gracias a ella y a sus hermanas en la fé han sacado a 50 familias (madres con sus hijos de su colegio) que están llegando en autobuses. Una de esas familias es la de Olena.
ViKa (Victoria), Olena y Vladimiro no pudieron entrar en la caravana y su viaje fue terrible. Primero a la estación tres días consecutivos "había tanta gente que no podíamos subir a los trenes". Luego, el día que finalmente pudieron subir a un tren, pasaron 15 horas con un solo asiento para los tres, sin poder moverse ni para ir al baño. Al llegar a la frontera con Polonia "la gente fue muy amable, y rápidamente encontramos el lugar donde nos esperaban las hermanas", rememora ViKa, a quien todavía le cuesta articular palabra.
De Polonia en autobús a Avilés, a un centro Dominico, de ahí a Ciudad Real a otra casa de la comunidad religiosa y de ahí en taxi a Madrid este lunes para llegar a la Fundación Querer. La pequeña institución sin ánimo de lucro se ha ofrecido a dar escolarización y seguimiento médico a tres niños ucranianos, familias de acogida a esas tres familias y trabajo a las madres cuando puedan comunicarse.
Vivienda y trabajo
Victoria estaba en la Universidad. Habla un poco de español gracias a acudir al colegio de las tres dominicas españolas. Estudiaba primero de filología. No sabe donde están sus amigos y si han podido salir del país. Ella estará como traductora en la clase especial que ha abierto la Fundación querer para los niños ucranianos hasta que pueda incorporase a la universidad en España o "volver a casa", o " a lo que quede".
Tendrá un contrato y podrán empezar a ahorrar y a estabilizarse. Su madre necesitará primero aprender español. "Queremos volver, aunque no sabemos lo que nos encontraremos, ahora necesitamos trabajar, mi madre también", dice Victoria entre lágrimas. "Esto es muy emocionante, gracias".
La casa se la han brindado pedro Herrero y Lucía. Tienen un pequeño apartamento habilitado en su vivienda a la que se mudaron en verano "se lo hemos organizado para que sea su vivienda independiente, se sientan en su casa y se rehagan emocionalmente" dice Pedro, eso es lo urgente, luego ya arreglaremos lo importante.
Pedro y Lucia tienen tres hijos pequeños que, durante el fin de semana se han involucrado en comprar comida ucraniana para hacerles la llegada más agradable. "Te pasaré una lista de necesidades, ropa, calzado, no sé... por si nos podéis ayudar con las familias de la fundación", me dice. Victoria con lágrimas exclama "por fin una casa de la que no movernos", la sensación de estar en tierra de nada y de nadie les cae encima como una losa.
El miércoles Vladyslav y Vika se integrarán a la familia de la Fundación Querer, su madre, junto a otras dos madres con otros cuatro hijos más y una abuela que están camino de Madrid, ya estará organizando su nueva situación sabiendo que su hijo pequeño tiene un lugar seguro para estudiar y aprender y su hija mayor un entorno adecuado para empezar a curar sus heridas. Los hermanos con epilepsia y síndromes neurológicos se integrarán en el cole de la fundación con la ayuda de su equipo de profesores, psicólogos, terapeutas y neurólogos. Sus madres tendrán una casa en la que pensar en su futuro y un trabajo para volver a empezar. "Es increíble pensar que hace tres semanas estábamos en nuestra casa, en nuestra ciudad haciendo vida normal y ahora no tenemos nada", repite Vika. El agotamiento, la tristeza y la incredulidad.
Gracias a todos a los que ayudáis a cualquier organización sin ánimo de lucro. Y gracias a todos los que ayudáis a la Fundación Querer a cambiar vidas de niños y adolescentes que por sus patologías son estigmatizados.