Quedarse o dejar Ucrania: la decisión más difícil que han tomado Alejandro y Nastya

Puede seguir la última hora de la invasión rusa en Ucrania en NIUS
El español Alejandro Ballesteros se queda en Kirovogrado con su mujer, "ayudando como se pueda"
Nastya apura las horas antes de viajar sola a Polonia dejando atrás a los suyos
Nastya Falii es una de las miles de personas, un millón según la ONU, que han dejado ya su casa en Ucrania huyendo de las bombas. En su caso, como en el de muchos otros, el miedo se mezcla con la esperanza y el convencimiento de que "pronto ganaremos esta guerra porque queremos ser libres", asegura a NIUS.
La vida de esta mujer ucraniana de 25 años, profesora de español, cambió por completo el 24 de febrero, el día que Putin ordenó invadir su país. Ese mismo jueves Nastya abandonó su hogar en Kiev, junto a su novio, y puso rumbo al oeste, lejos de los ataques rusos. Ahora se encuentra en Rajiv, muy cerca de la frontera con Rumanía.
Dejar atrás a tu novio, a tu familia y a tu país
La joven apura las horas con su pareja en la casa que le han dejado unos amigos, antes de ir a Polonia. Un viaje que esta vez hará sola, "porque a él, con 30 años, no le van a dejar salir del país, además él quiere quedarse y luchar", explica con la pena en la voz y la tristeza de tener que dejar atrás "tu país donde se queda tu pareja, tu familia y amigos".


El plan de Nastya es encontrar un trabajo en Polonia y un día regresar a Kiev y recuperar su vida, sus escapadas al extranjero y sus fotos en una Ucrania libre. Aunque ahora toca marcharse, ahora puede más el miedo a una guerra a la que los soldados rusos "han ido engañados", asegura. "Putin les convenció con sus cuentos de que iban a salvar al pueblo ucraniano y lo que han visto es que tienen que matar a civiles y atacar hospitales o escuelas", lamenta.
Alejandro se queda con su mujer en Kirovogrado
Quien no se piensa ir de Ucrania es el español Alejandro Ballesteros. El último día antes de la invasión el personal de la embajada española le volvió a llamar alertando de que el ataque podía ser inminente. No se equivocaron. Tampoco Alejandro, quien se muestra convencido de su decisión, a pesar de todo. A pesar de la guerra, de que sus padres están en España, a pesar de que no controla el idioma, y a pesar de "noches de locos" como la última en la que las sirenas no han parado de sonar hasta prácticamente las 4 de la mañana. Así se la han pasado en vela, yendo y volviendo del refugio, pendientes de las alarmas y de los mensajes de las autoridades locales.


La decisión de quedarse no es fácil, asegura Alejandro a NIUS, pero "¿qué vas a hacer?". "Mi mujer tiene aquí a sus padres, no quiere dejarlos y lo entiendo", explica. "Es todo bastante complicado, es difícil hasta encontrar las palabras, como cuando vas a un tanatorio", compara. En este escenario de desconsuelo, hay que "ayudar a la gente como se pueda", asegura este analista deportivo de fútbol.
Una máxima que el madrileño practica con el ejemplo. En su casa de tres dormitorios en Kirovogrado, a unas cinco horas en coche al sur de Kiev, su mujer y él dan cobijo a sus suegros, a una vecina que vive sola y a una familia llegada de Járkov, una de las ciudades más duramente atacadas por el ejército ruso y que los más optimistas esperan que se convierta en la Leningrado del siglo XXI. Aunque, más que optimismo, en la sociedad ucraniana Alejandro percibe incertidumbre y una motivación "inmensa" por resistir y ser libres.