La reina de Inglaterra rompe la tradición y cambia su corona: ¿hay mensaje en clave?

Especulaciones sobre la decisión de Isabel II de cambiar su corona
Las miradas se clavaron en la cabeza de la reina. Nadie sabe lo que pasa por ella. Antes, Isabel II había recorrido en su carroza de oro el camino desde el Palacio de Buckingham hasta Westminster. Allí, vestida con su capa de armiño, se dirigió de la mano de su hijo, el príncipe Carlos, al trono de la Cámara de los Lores para pronunciar su tradicional discurso de apertura del Parlamento.
Pero esta no era una sesión más, no podía serlo, entre tanta turbulencia por la inminencia del Brexit. Y, sí, muchos miraron hacia la cabeza de la reina. Tampoco era ya lo mismo. La gran joya del reino brillaba por su ausencia. Isabel II no portaba, como es tradición, la Corona Imperial del Estado. La misma que llevó Jorge VI para su coronación, en 1937; un diseño inspirado en la que portó la reina Victoria en 1838. La gran Corona Imperial (con sus más de 2.800 diamantes, 17 zafiros, 11 esmeraldas, casi 300 perlas y dos kilos de peso) no subió a la cabeza de la reina.

Después de que fuera sacada de la Torre de Londres, y de que un soldado, caminando por delante de la reina, la llevara sobre un cojín de terciopelo, la gran joya -con su gran carga simbólica- quedó allí relegada.
El peso de la corona de la reina
En esta ocasión, la soberana la ha cambiado por la tiara de diamantes de Jorge IV. Es más pequeña y más ligera. La primera vez que la llevó fue en su coronación, en 1953, antes de cambiársela -durante la ceremonia- por la otra, la gran corona Imperial del Estado. La que ha llevado en esta sesión data de 1820 y tiene más de 1.333 diamantes y 169 perlas.

Algunos medios británicos señalan que la reina ha roto con su tradición porque, a sus 93 años, ha preferido una corona más ligera. Pero las especulaciones, en los tiempos que corren, son inevitables. ¿Ha querido Isabel II lanzar algún un mensaje? Ya sabemos que la reina no puede tomar decisiones políticas y que su discurso de apertura del Parlamento se lo escribe el gobierno de turno, en esta ocasión, el del primer ministro Boris Johnson.
Llevarla o no llevarla...
Durante las horas previas a su intervención, muchos se preguntaban si la soberana llevaría o no corona. Hace dos años, en 2017, no lo hizo. La cambió por un sobrero azul con flores amarillas que dio mucho que hablar: recordaba a la bandera europea con sus estrellas doradas. Muchos interpretaron que se trataba de un mensaje en clave, contrario al Brexit y en apoyo de la Unión Europea. Era la primera vez en cuarenta años que Isabel II no portaba la gran Corona Imperial del Estado para la apertura del curso legislativo.

El año pasado no hubo discurso. La entonces primera ministra, Theresa May, pidió la prolongación del curso parlamentario para seguir negociando un acuerdo de salida con Bruselas. En esta ocasión, se retomó la costumbre. El protocolo, la pompa y el boato parecían los mismos. Pero no lo eran.