Johnson acaba con la facción más derechista del partido, los 'brexiters'
Tras la abrumadora mayoría absoluta se garantiza tiempo para negociar en Bruselas
Escocia e Irlanda del Norte, prioritarias en su política doméstica
Como habrán ustedes comprobado, las encuestas aciertan... a veces. Todos nos creímos que las elecciones británicas arrojarían un resultado que diera una ajustada victoria para los conservadores, y un digno segundo puesto para los laboristas. Acertaron los sondeos, fallaron en la asignación de escaños.
Y nos levantamos al día siguiente con la mayor victoria conservadora desde Margaret Thatcher y la más abultada derrota laborista desde el año 1935. Y con un Partido Nacionalista Escocés casi hegemónico. Y con Irlanda del Norte por vez primera con mayoría de quienes quieren unirse a la República de Irlanda.
A mi juicio, nunca debió convocarse un referéndum, herramienta diabólica que sólo causa los más variados desastres. Nunca debió promoverse el Brexit, que implica separar al Reino Unido de la región del mundo con la que más de la mitad de su economía comercia. Nunca debió alentarse un populismo que tendrá consecuencias profundas y duraderas del peor tipo en el Reino Unido y - aunque esto no suela contemplarse - en Europa.
Pero todo eso ocurrió, y de acuerdo con las reglas que todo el mundo había aceptado, se promovió Brexit, se convocó un referéndum, y ganaron quienes querían irse de la Unión Europea.
Yo comprendo que vivimos en un país con muchísimas virtudes, una de las cuales no es la de respetar las reglas del juego. Pero el Reino Unido es el hogar de los juegos porque es el hogar de las reglas. Y las reglas se cumplen. Hasta ahora, el Parlamento Británico no ha sido capaz de cumplir con su obligación, que era ejecutar la decisión tomada por el pueblo. Y ha llegado un candidato, cuyo programa consistía en hacerlo. Y no ha ganado por poco, sino que ha obtenido una victoria histórica.
Dadas las circunstancias, tenía sentido. Era razonable. Resuelve un problema serio, aunque, por supuesto, crea otros. Pero la vida no es perfecta, y la política tampoco.
Han pasado muchas cosas. El Partido Conservador ha decidido representar a su electorado y ello no sólo le ha dado los resultados conocidos, sino que ha acabado con el Partido a su derecha. A pesar de las apariencias, el principal obstáculo para la victoria de los conservadores era el Brexit Party, y ese obstáculo ha sido completamente removido.
Comienza una período apasionante para el Reino Unido y para Europa. De momento Johnson ha ganado un tiempo precioso para anunciar formalmente la salida de la UE el 31 de enero del 2020, pero tiene dos años tranquilos de negociación de los "flecos". También gana tranquilidad en "casa", en materia de partido ha barrido a sus "brexiters", la extrema derecha de su partido, y ha conquistado a los moderados.
Johnson ha destrozado a la extrema izquierda de Corbyn, que se ha equivocado no solo de electorado, probablemente de país y de época histórica. En la nación que inventó la Democracia Liberal era imposible un postulado marxista de la mano de un septuagenario que lleva viviendo de la política desde que tenía 19 años, y además antisemita.
Los laboristas tienen un largo camino por delante de reconstrucción, inmersos en un periodo de recuperación de una socialdemocracia moderada y moderna. Y además, Johnson se volcará en Escocia y en Irlanda del Norte. Tiene cinco años de oro para revivir el sueño alcanzado por Churchill y Tatcher, "One Tory Country".
El mundo entero está lleno de crisis de una naturaleza o de otra. Un efecto positivo de este resultado electoral es que da certidumbre, y la certeza de saber lo que va a pasar es importante para contribuir a la tranquilidad de todos. Ojalá que todos los problemas que el mundo tiene vayan encauzándose. Necesitamos ganar certeza. Aunque sea a costa de soluciones imperfectas.
El resultado electoral de ayer es un buen ejemplo.
Los ingleses ni son tontos, ni son locos, ni son patanes. Su Primer Ministro, tampoco.