Sasha, en un Kiev asediado: "No queda casi comida y las sirenas suenan todo el rato"

Son muchos los que no han salido del país y sobreviven en medio de una cruenta guerra
Sasha, una joven de 28 años, se ha quedado en la capital con su pareja
Anna, una de las llamadas "niñas de Chernobil" destaca la oleada de solidaridad: "La gente comparte la comida"
Las bombas siguen cayendo sobre Ucrania y en medio de la guerra continúan miles de civiles. Personas que no han podido, o no han querido, marcharse de sus hogares dejando todo atrás. Como Sasha Kuznietsova, una joven de 28 años, que no ha dejado ni su pareja ni su casa, en el piso 12 de una torre de edificios en Kiev.
"Al nuestro no le han dado", dice a NIUS, señalando con el dedo lo que queda de otro edificio vecino. Los días de Sasha han cambiado mucho. Reconoce que las sirenas no paran de sonar "Las oímos 11, 12 veces al día y no siempre te da tiempo a bajar al refugio", reconoce.
Es más, nos muestra un colchón improvisado a modo de cama en el pasillo. "Dormimos aquí, porque hace menos frío". Junto al catre, la bandera de Ucrania. "Vamos resistiendo", dice Sasha mientras hace el gesto de fuerza mostrando su bíceps.
Resistir, de eso se trata. En el supermercado ( o lo que queda de él ) estantes vacíos. Alguna pieza de fruta mustia en una caja. "Yo no me voy", afirma en un perfecto castellano, pese a lo desolador del panorama.
Hambre y frío en Chernobil
Sasha habla un perfecto español. Es una de los llamados "niños de Chernobil" que venían a España todos los veranos. Como Anna. Una joven pelirroja y con gafas que responde a nuestra videoconferencia desde Slavutich a 40 kilómetros de Chernobil.

"Nos dejaron sin luz una semana y hemos estado cocinando en la calle", nos cuenta Anna. La gente ha hecho fuego con lo que ha podido. Subraya la solidaridad de todos sus vecinos. "Si no tienes leña, te la dan. Si no puedes cocinar, te lo cocinan, incluso a los mayores se lo han llevado a casa", dice conmovida. Antes de colgar da las gracias "a España". "Nos dais mucha fuerza", asegura antes de cortar la conexión

Hay personas como Vitali, que con su coche recoge alimentos que llegan hasta Jersón, una de las ciudades más castigadas por los rusos. "Mira tengo macarrones y azúcar", nos muestra desde la cámara de su móvil. Los alimentos perfectamente distribuidos en bolsas. Su valentía da de comer a más de cien familias en esa zona.
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