Semana decisiva para el Brexit


Bruselas y Londres apuran los últimos días de negociación antes del Consejo Europeo
Las negociaciones para lograr un acuerdo entre la Unión Europea y el Reino Unido que permita un ‘Brexit’ ordenado y unas nuevas relaciones acordadas llegan a su recta final. Este lunes arrancaron en Bruselas las últimas conversaciones entre los equipos del negociador europeo Michel Barnier y del británico David Frost, que saben que en la cumbre de este jueves (por videoconferencia y por lo tanto sin apenas margen de negociación), los dirigentes europeos querrán hacer balance de situación.
El ambiente de la negociación cambia tras la dimisión de David Cummings, el asesor del primer ministro británico Boris Johnson. Cummings fue el cerebro tras la campaña de los partidarios del Brexit y se le considera radicalmente eurófobo. Fuentes comunitarias explican que a pesar de que eso puede generar otra disposición en Londres, difícilmente tendrá impacto en las negociaciones. En los últimos días hubo rumores sobre una hipotética dimisión de Frost, algo que sí descabezaría al equipo negociador británico.
La "bronca" continúa en cuestiones clave
La bronca en la negociación sigue estando en los mismos tres puntos: pesca, ‘level playing field’ (terreno de juego igualado, la fórmula para decir que Bruselas no acepta que Londres en el futuro le haga dumping fiscal, laboral, medioambiental o de otro tipo) y gobernanza del futuro acuerdo (qué pasa si una parte incumple porque los europeos desconfían del Gobierno británico).
El resto del acuerdo está prácticamente escrito en forma de borrador pero está lleno de esta fórmula: […]. Bruselas lo usa en todos sus textos cuando le falta poner números o pequeños cambios y para dar a entender que nada está acordado hasta que todo está acordado.
Fuentes comunitarias explicaban este fin de semana que ya está casi hecho el acuerdo en lo que respecta a las ayudas de Estado. Una vez más, Barnier se impone a los negociadores británicos: el Reino Unido tendrá que crear una autoridad independiente que las regule (como en Europa hace la Comisión Europea y no los gobiernos) y tendrá que aceptar un mecanismo de arreglo de disputas.
La pesca sigue siendo uno de los grandes conflictos porque aunque económicamente no es ni el 1% del PIB británico, políticamente es un asunto tóxico porque las regiones pesqueras del sur de Inglaterra votaron masivamente a favor del Brexit, son caladeros de votos conservadores y se les prometió que ya no deberían compartir más sus aguas con los buques europeos pero que podrían seguir vendiendo sus capturas en las lonjas del continente. Y todo no puede ser.
Para romper el bloque en pesca, Barnier ofrece a los británicos que participen en el mercado europeo de energía, dos veces más lucrativo que el de pesca. A cambio, estos deberán permitir que los pesqueros europeos sigan faenando en sus aguas. Lo contario, prohibir que vuelvan a aguas inglesas, sería prácticamente abrir la puerta a que países como Francia, España, Bélgica, Países Bajos o Dinamarca vetaran el acuerdo.
Los próximos pasos tendrán que darse esta semana. Si en estos días hay avances en la negociación Barnier podría informar a los embajadores este mismo miércoles porque los dirigentes quieren saber el jueves cómo están esas conversaciones.
El tiempo se acaba
El 31 de diciembre acabará el período transitorio. Quedan seis semanas de calendario que en la práctica son apenas cinco si se tiene en cuenta el receso navideño. En esas cinco semanas hay que cerrar la negociación, dar forma de tratado internacional a un borrador que ya va por las 600 páginas, traducirlo a las 23 lenguas oficiales de la Unión Europea y presentarlo al Parlamento Europeo y al británico.
Si el calendario es apretado y muchos eurodiputados se preguntan ya si van a tener que votar un eventual acuerdo sin apenas haberlo leído, la situación se agravaría si el Consejo Europeo considera que el acuerdo es un tratado “mixto”, es decir, que entra en competencias europeas pero también en nacionales, como es el caso por ejemplo de la parte sobre servicios aeronáuticos, porque aviación es competencia nacional.
Ahí la ratificación sería imposible antes de finales de año porque además de la votación en el Parlamento Europeo haría falta una votación en cada uno de los 27 parlamentos nacionales –muchos tras pasar por diferentes comisiones- y en algunos regionales, como es el caso de Bélgica.