Tensión en el Báltico


Suecia no descarta un ataque ruso y Bruselas presiona a Alemania por el gasoducto Nordstream II
El Báltico vive jornadas de alta tensión. Suecia, miembro de la Unión Europea pero no de la OTAN aunque crece el debate en el país para adherirse a la Alianza Atlántica, reforzó el fin de semana su contingente militar en la isla de Gotland, una especie de portaaviones natural plantado en el centro del Mar Báltico. El Gobierno sueco justificó el movimiento militar por el aumento de la presencia de navíos y aeronaves rusas en la región y por la tensión entre Rusia y Ucrania.
JUST NU: Stridsfordon rullar på Visbys gatorhttps://t.co/LTWdVfHAfD pic.twitter.com/cGJvxFyjqS
— Aftonbladet (@Aftonbladet) 14 de enero de 2022
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El despliegue en Gotland, donde había un pequeño destacamento militar, se hizo en los últimos días con vuelos de transporte de tropas y el uso de varios grandes ferries. Los gobiernos de las tres pequeñas repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania) habían pedido al Gobierno sueco que reforzara su presencia militar en esa isla, que todos ven como un claro objetivo si Rusia pretendiera algún movimiento militar en la región. Suecia no tuvo presencia militar en la isla entre 2005 y 2016. Ese año desplazó ahí un pequeño destacamento después de que en 2014 Rusia se anexionara por la fuerza la provincia ucraniana de Crimea.
Peter Hultqvist, ministro sueco de Defensa, dijo el sábado a la emisora de radio ‘Ekot’: “Está claro que hay un riesgo y que no podemos descartar un ataque contra Suecia. Si pasa algo no nos van a encontrar durmiendo la siesta, es importante enviar la señal de que nos tomamos la situación en serio”. La Policía sueca detectó la semana pasada un dron de gran tamaño no identificado sobrevolando al menos una de las cuatro centrales nucleares del país y el Palacio Real en Estocolmo.
Operativa beredskapsenheten sätts in på Gotland. #svfm https://t.co/TXWQtU2sFW
— Försvarsmakten (@Forsvarsmakten) 15 de enero de 2022
Suecia aumentó considerablemente su gasto militar en los últimos años tras haberlo reducido continuamente desde el final de la Guerra Fría y tras sufrir varios incidentes en el que estuvieron implicados cazabombarderos rusos (que simularon un ataque aéreo a Estocolmo) y un submarino ruso, que se paseó por las aguas del archipiélago de la capital sueca sin que las Fuerzas Armadas suecas pudieran impedirlo ni por momentos detectarlo.
Estos movimientos han alimentado aún más el debate sobre si Suecia debería ingresar en la OTAN, debate que también crece en Finlandia. En el Parlamento sueco habría mayoría para aprobar el ingreso pero los socialdemócratas, primer partido de la coalición de Gobierno, se niegan. Sin su apoyo –son el partido que ha ganado todas las elecciones celebradas en el país desde el fin de la Primera Guerra Mundial, hace ya un siglo- es políticamente impracticable que Suecia se convierta en el Estado miembro número 31 de la Alianza Atlántica.
A pocos kilómetros de Gotland, por el fondo marino, pasa el Nordstream II, el nuevo gasoducto ruso-germano que lleva años dando dolores de cabeza a Berlín y que doblaría el suministro de gas natural a la economía alemana a cambio de dar a Rusia un llave maestra, la de poder dejar sin gas a países como Ucrania o Polonia y seguir vendiendo gas a Europa occidental.
El gasoducto es políticamente tóxico y, ya concluida su construcción, está en fase de autorización por las autoridades alemanas. ¿Hay que usarlo para presionar a Rusia? Bruselas cree que sí. Los ecologistas en el Gobierno alemán también. Los socialdemócratas y en parte los liberales creen que no.
La cumbre de ministros de Defensa de la Unión Europea celebrada el pasado jueves en la ciudad francesa de Brest mostró esas diferencias. Tras la reunión, el Alto Representante, Josep Borrell, dijo: “Con seguridad el funcionamiento de esa infraestructura dependerá del desarrollo de los acontecimientos en Ucrania y de la actitud de Rusia”. Estados Unidos, Ucrania, buena parte de los gobiernos europeos y los ecologistas alemanes (en la coalición de Gobierno) respaldan a Borrell.
Defence Ministers agreed how to continue European security architecture discussions, and our strong support to #Ukraine.@EUAM_Ukraine is already contributing to strengthening the resilience against hybrid attacks and we are committed to do more.https://t.co/tsYkzcqlSG pic.twitter.com/lvA2bJV2Nn
— Josep Borrell Fontelles (@JosepBorrellF) 13 de enero de 2022
Pero la ministra de Defensa alemana, Christine Lambrecht, dijo tras la misma reunión: “No deberíamos arrastrar (el gasoducto) a este conflicto. Tenemos que resolver el conflicto y tenemos que resolverlo negociando, tenemos una oportunidad y tenemos que usarla más que dedicarnos a conectar proyectos que no tienen conexión con este conflicto”. Borrell había sido claro al asegurar que la apertura del gasoducto “está por supuesta ligada a la situación militar en Ucrania”. El portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, dijo el mismo jueves que ligar el Nordstream II con la situación en Ucrania era “absurdo”: “es un proyecto puramente comercial”.
Washington está en la línea de Borrell. Durante su visita a Bruselas para participar en la cumbre de la OTAN de la semana pasada, la vice secretaria de Estado estadounidense –la número dos de la diplomacia de Biden- Wendy Sherman dijo que “sería muy difícil ver el gas fluyendo a través del gasoducto si Rusia renueva su agresión a Ucrania”.
El jefe del Gobierno alemán, Olaf Scholz, mantiene la postura que siempre tuvo Angela Merkel: el gasoducto es una iniciativa privada que no tiene nada que ver con la crisis en Ucrania.