Tommaso Debenedetti, el farsante que suplantó al ministro Castells y 'mató' a Javier Marías

Este aspirante a periodista empezó su 'carrera' vendiendo a pequeños diarios italianos entrevistas inventadas
Llegó a obligar a 'The New York Times' a rectificar unas falsas declaraciones de Vargas Llosa, inventadas por él
Ahora crea perfiles falsos en Twitter, como el del nuevo ministro de Universidades, desde el que anunció la muerte de Fukuyama
Hay un tipo en Italia que podría ser perfectamente el periodista más reputado del mundo. Entre sus entrevistas figuran los nombres de Mijaíl Gorbachov, el Dalai Lama, Joseph Ratzinger, Lech Walesa, Desmond Tutu, Noam Chomsky o Philiph Roth. Todos ellos en su momento de apogeo, es decir, cuando se quitaban de encima a los incómodos reporteros.
El individuo podría ser el más célebre de los periodistas, pero no lo es. Porque por esa regla de tres, con un poco de inventiva, también podría serlo usted. Basta con imaginarse una conversación con su personaje favorito y plasmarla en un papel, que es lo que hacía el hombre al que nos referimos. De lo único que puede presumir Tommaso Debenedetti, si es que ese es su nombre real, es de ser un gigantesco impostor y de haber engañado a mucha gente. Aunque, siendo justos, eso también tiene su mérito.
Manuel Castells, 'víctima' del farsante
La víctima de la última de sus fechorías ha sido Manuel Castells, intelectual y -desde hace días- flamante ministro de Universidades. Castells no está presente en ninguna red social, aunque por unas horas sí tuvo un perfil en Twitter, gracias presuntamente a nuestro querido farsante. Picaron desde la cuenta de Podemos, que citaron a @ManCastells en uno de sus mensajes. Pero, horas más tarde, el sospechoso ministro se hizo el harakiri publicando: “Cuenta falsa creada por el periodista italiano Tommaso Debenedetti”.
Poco antes el usuario había matado, bajo el nombre de Castells, al teórico Francis Fukuyama. Aunque esto quizás se lo podamos perdonar porque Fukuyama ya preconizó el “fin de la historia” y aquí estamos. El caso es que Debenedetti utiliza normalmente la misma táctica: crea un perfil falso, publica varios mensajes con cierto sentido, anuncia el fallecimiento de un personaje famoso, deja su firma y cierra la cuenta.
Esta semana también ha “asesinado” virtualmente a Javier Marías pirateando a Alfaguara, a lo que la editorial ha tenido que salir a desmentirlo. Si por Debenedetti fuera, ya estarían muertos Almodóvar, Vargas Llosa, Isabel Allende o J.K. Rowling. Con algunos, como Fidel Castro o Umberto Eco, sí que acertó, sólo le falló la fecha.
Desmentimos rotundamente cualquier información que aparezca en la cuenta @alfaguarainfo que no tiene vinculación alguna con la editorial y que afortunadamente ha sido suspendida por propagar bulos.
— Alfaguara (@Alfaguara_es) January 14, 2020
Cristóbal Montoro, Luis De Guindos, José Manuel García-Margallo o Almudena Grandes también comprobaron cómo este hombre suplantó su personalidad en redes sociales. Su público no entiende de fronteras, aunque tiene cierta querencia por lo español. Hace años lo entrevistaron hablando en castellano en la Cadena SER. En la única foto suya que aparece por Internet parece un 'Pequeño Nicolás' madurito. Dice haber nacido en 1969, ser hijo de un escritor y enseñar Historia en un instituto público de Roma. Pero vaya usted a saber…
Antes de las 'fake news'
Porque esto de los perfiles falsos no es más que un método para digitalizar su engaño. La mentira compulsiva le viene de mucho antes de que se empezara a hablar de 'bots', posverdad y 'fake news'. Y, como buena patología, nace de un deseo frustrado. En 2010 le contó a El País, en una de las pocas entrevistas que ha concedido él, que quería ser periodista, pero nadie le compraba sus textos. Así que en el 2000 acudió a una conferencia del escritor Gore Vidal y se inventó una conversación con él.
Salió publicada en varios diarios de provincias italianos. Se frotó las manos, disfrutó por fin del éxito y reincidió como el raterillo que se siente impune. Siguió el mismo procedimiento en decenas de ocasiones, hubo personajes a los que “entrevistó” siete u ocho veces. Y desde la otra parte, los editores le pedían siempre que no bajara el ritmo. Más madera.
Rectificación de 'The New York Times'
Aunque, así, más de un incendio ha provocado. Philip Roth -una de las víctimas más repetidas- amenazó con denunciarlo al ver unas críticas a Barack Obama que no habían salido de su boca. The New York Times tuvo que publicar una rectificación del verdadero Vargas Llosa, en el que Debenedetti se había transmutado. Lo han citado periódicos de todo el mundo, mientras él se moría de risa.
Aseguró que todo era un juego. Pero detrás de la burla había también un experimento para comprobar cómo de fácil era colar un bulo en los medios de comunicación. Y eso que cuando empezó no íbamos como ahora, leyendo a mil y compartiendo artículos desde el móvil mientras respondemos a un mensaje de anoche de nuestro primo.
Hay algo peor aún. Según el ‘no periodista’, los medios sabían. ¿De verdad iba a imaginar el director de un pequeño diario de la Toscana tener una entrevista con un Nobel? No sólo eran parte de la farsa, sino que pedían que los “entrevistados” fueran cada vez más ácidos, porque de lo que se trataba era de vender en los quioscos.
Para definir a Debenedetti en italiano existe la palabra furbo. Sería algo así como un pillo, pero no existe un término en español que recoja todos los matices. Es una cosa muy italiana. Nosotros diríamos, si acaso, pícaro, pero es que eso ya forma parte de otra época gramatical y de una historia superada. También sostenía el escritor Leonardo Sciascia que Italia es un país sin verdad. Fue voz de la moral y murió demasiado pronto para que Debenedetti pudiera haberse inventado la cita.