Fuentes diplomáticas dudan de que este mismo miércoles vayan a aprobarse sanciones
Los 27 dirigentes europeos se reunirán este miércoles al mediodía por videoconferencia para tratar la crisis bielorrusa. La Unión Europea (UE) quiere tener voz en una crisis a las puertas de varios Estados miembros como Lituania –que ha acogido a la opositora Svetlana Tsikhanovskaia-, Letonia o Polonia. La cumbre tiene como objetivo “enviar un mensaje de solidaridad al pueblo de Bielorrusia”.
Mientras Moscú decide si finalmente apoya con todos los medios al presidente bielorruso Alexander Lukashenko o lo deja caer, Bruselas espera que de la crisis se salga “sin violencia, con una desescalada y con diálogo entre las fuerzas bielorrusas sin interferencias externas”.
La cumbre condenará la violencia y pedirá la liberación de los encarcelados durante las protestas. El Alto Representante Josep Borrell ya dijo que las elecciones del domingo día 9 “no fueron ni libres ni justas” y que la UE no las reconoce. Este martes el presidente ruso Vladimir Putin habló con el presidente del Consejo Europeo Charles Michel, con la jefa del Gobierno alemán Angela Merkel y con el presidente francés Emmanuel Macron. A los tres les dijo que rechaza cualquier injerencia extranjera. A ninguno le dijo que el presidente Alexander Lukashenko debe seguir.
Debate sobre la idoneidad de las sanciones
Fuentes diplomáticas dudan de que este mismo miércoles vayan a aprobarse sanciones aunque se irán preparando. Una candidata opositora cercana a Tsikhanovskaia dijo el lunes que la aprobación de sanciones ahora mismo sería contraproducente. Y en Bruselas se empieza a entender que la crisis bielorrusa tiene pocas similitudes con la ucraniana del Euromaidan de 2014. Ahora no se trata de un régimen pro-ruso oprimiendo a una población mayoritariamente pro-europea.
Fuentes diplomáticas europeas contaban este martes a NIUS que en la diplomacia continental empieza a entenderse que Minsk 2020 no es Kiev 2014 y que, a pesar del comprensible nerviosismo de los países vecinos a Bielorrusia, la crisis no puede tratarse como se trató la ucraniana. En Ucrania había un bando pro-europeo y un bando pro-ruso. El primero empujó fuera del poder al segundo después de unas elecciones fraudulentas y una revuelta que terminó con una dura represión, decenas de muertos en Kiev, miles de muertos en las regiones rusófonas del Donbass y la anexión rusa de la provincia ucraniana de Crimea. En el Maidan de Kiev se ondeaban banderas europeas y simbología nacionalista ucraniana en contraposición a los símbolos rusos.
En Minsk, señala un diplomático europeo, se ha recuperado la bandera bielorrusa no comunista (se usó brevemente en 1917-1918, durante la Segunda Guerra Mundial y entre 1991 y 1995), “que no es un símbolo contra Rusia sino contra un sistema, el soviético, que si en un país sobrevive es en Bielorrusia”. No se ha visto bandera europea alguna y los dirigentes de la oposición nunca han dicho que quieran variar la política exterior de su país ni su posición geopolítica en el mundo.
El papel de Moscú
Bruselas entiende que no hay salida a la crisis sin implicación de Moscú y que el Kremlin nunca aceptará una solución que pase por un alejamiento de Bielorrusia (el nombre significa ‘Rusia Blanca’) de sus intereses. El mismo diplomático explica: “Si acepta la salida de Lukashenko Moscú lleva las de ganar porque seguirá teniendo un país aliado a sus puertas. La oposición no quiere alejarse de Rusia, quiere quitar al dictador”.
La visión geopolítica del mundo que tiene Bielorrusia –tanto el poder como la oposición- es similar a la de Rusia, no a la de sus vecinos occidentales. Los bielorrusos, explican analistas como Alexander Baunov, de Carnegie, no se ven como un pueblo sometido durante décadas por la Unión Soviética, sino como parte fundamental de esa Unión Soviética. En su análisis, esta crisis, más que una secuela de la revolución ucraniana, podría ser una precuela de una futura transformación rusa.
Los análisis aseguran que Rusia también ve esta crisis de forma diferente a como vio la ucraniana. En Ucrania se discutía sobre el lugar del país en el mundo e incluso sobre el sitio que debía tener la lengua rusa en la vida pública y en la educación cuando casi la mitad de la población de Ucrania es rusófona.
La oposición proeuropea coqueteaba con la memoria de figuras como Stepan Bandera, un nacionalista que en la Segunda Guerra Mundial se puso del lado de los nazis durante la ocupación. En Bielorrusia no existen esas divisiones, las protestas no son anti-rusas y Moscú así lo entiende.
Baunov explica: “Un ángulo anti-colonial, de liberación nacional (frente a Rusia) sería artificial y reduciría en número de manifestantes a un mínimo que no preocuparía a Lukashenko. Por eso los opositores no usan esa retórica, que tampoco se ve en las calles. No se trata de liberarse de un régimen extranjero opresos, se trata de libertades individuales”.