Guerra, pandemia y cambio climático: la 'tormenta perfecta' que amenaza con una "crisis alimentaria global"


La guerra en Ucrania, la pandemia y los efectos del cambio climático, juntos, elevan el hambre en el mundo a niveles sin precedentes
La guerra acelera una crisis alimentaria que amenaza, sobre todo, a África, pero tendrá repercusiones globales: "Hablamos de personas que, hasta hace poco, podían permitirse una barra de pan"
Hay 25 millones de toneladas de cereales bloqueadas en Ucrania, que no pueden ser exportadas ni llegar a quienes más lo necesitan
“Estamos en una crisis sin precedentes. El precio de los alimentos es nuestro problema número uno en este momento, como resultado de toda esta tormenta perfecta en 2022. Pero en 2023, el problema será la disponibilidad de alimentos”. Son palabras de David Beasley, director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU. Lanzaba esta advertencia en la reunión del Consejo de Seguridad de este jueves.
Beasley habla de “tormenta perfecta”, en referencia a la concatenación de sucesos globales que afectan, sobre todo, a la cosecha del grano, de la que dependen muchos países para subsistir, en su mayoría pobres y poco estables políticamente. Hablamos de la guerra en Ucrania, la pandemia y el cambio climático. Tres factores que, juntos, están elevando a nuevos máximos el nivel del hambre en el mundo, según la ONU. Antes de que comenzara la guerra, el PMA ya había advertido de que 2022 sería un año "terrible". Ahora avisa de que 2023 puede ser peor todavía.
Cambio climático, pandemia y, además, la guerra
Según sus datos, 276 millones de personas se enfrentan a una situación de inseguridad alimentaria aguda, frente a los 135 millones que se encontraban en esa situación antes de la pandemia. Y otros 49 millones de personas están ya en situación de hambruna, según alertan los responsables de seguridad alimentaria de la ONU. El semanario The Economist ha lanzado una alerta muy clara en su portada, esta semana: nos encaminamos hacia una nueva “catástrofe alimentaria”.
Porque llueve sobre mojado. La guerra en Ucrania no ha hecho más que exacerbar la crisis alimentaria desatada por la pandemia y el cambio climático, que ya estaba afectando a grandes productores de alimentos, como China e India.
China, el mayor productor de trigo, ya había advertido de que, después de que las lluvias retrasaran la siembra el año pasado, la cosecha de este año podía ser la peor de su historia. India, el segundo mayor productor mundial de trigo, se enfrenta a una ola de calor extremo y acaba de anunciar que suspende sus exportaciones, para asegurar que puede cubrir la demanda interna.
Los precios del trigo, que ya habían subido un 53% desde principios de este año, han aumentado otro 6 % ahora, después del anuncio de India. Y a todo esto súmenle que el Cuerno de África está siendo devastado por su peor sequía en cuatro décadas. “Bienvenidos a la era del cambio climático”, zanja The Economist.
Situación límite en el Cuerno de África
Organizaciones como Oxfam Intermón ya venían advirtiendo de todo esto hace tiempo. Y esta semana, precisamente, esta ONG ha presentado un informe al respecto, elaborado junto a Save The Children. “Las bombas en Ucrania matan en África”, reza su página web, desde la que piden ayuda urgente para la “crisis de hambre alarmante” a la que se enfrenta África oriental.
La situación es especialmente preocupante en el Cuerno de África. “Más de 23 millones de personas en Kenia, Etiopía y Somalia se enfrentan a hambre aguda, una cifra que se ha más que doblado en apenas un año. Y la situación puede empeorar muchísimo si no actuamos ahora”, advierte Franc Cortada, director de Oxfam Intermón. Hace dos años ya que esta ONG y otras comenzaron a alertar de la grave sequía que azota África oriental. Entonces, afectaba a más de 10 millones de personas. Hoy, son 23.
A este panorama hay que añadir algo más: la falta de lluvias amenaza también con socavar los rendimientos en otros graneros del mundo, desde el cinturón de trigo de Estados Unidos hasta la región francesa de Beauce. “Todo esto, junto, tendrá un efecto doloroso sobre los pobres”, advierte The Economist.
25 millones de toneladas de cereales bloqueadas
Estamos en una “crisis sin precedentes”, como alerta el PMA, de la que ya se venía advirtiendo pero que se ha visto acelerada por la guerra en Ucrania. Porque Ucrania y Rusia, juntas, producían el 30% de los suministros mundiales de trigo y el 18% de maíz, antes de la guerra, que ha roto las cadenas de suministro, muy resquebrajadas ya desde la pandemia.
Rusia bloquea los principales puertos ucranianos del Mar Negro, como el de Odessa, y Ucrania ha minado sus aguas como estrategia defensiva. Según The Economist, hay 25 millones de toneladas de cereales bloqueadas, atrapadas en Ucrania, que no pueden ser exportadas. Que no pueden llegar a quienes más lo necesitan.
“El alivio inmediato vendría de romper el bloqueo del Mar Negro”, apunta el semanal británico. Porque esas 25 toneladas de trigo y maíz son “el equivalente al consumo anual de todas las economías menos desarrolladas del mundo”.
Usar los alimentos como arma
“El suministro de alimentos para millones de ucranianos, y millones de personas más en todo el mundo, ha sido tomado como rehén por el ejército ruso”, advirtió esta semana el secretario de Estado de EE.UU., Antony J. Blinken, ante el Consejo de Seguridad de la ONU. Acusó a Rusia de usar “los alimentos como arma”, no sólo contra Ucrania sino para causar desestabilización a nivel global.
“Sabemos que la inseguridad alimentaria está creando caos y conflicto, y esto es exactamente lo que quiere Putin. No podemos permitir que esto suceda”, insistía también la ministra de Relaciones Exteriores de Canadá, Mélanie Joly.
The Economist advierte de que estamos en “un peligroso juego de culpas, en el que Occidente condena a Putin por su invasión y Rusia condena las sanciones occidentales”. Y todo ello se está convirtiendo en “una excusa para la inacción”. Mientras, “mucha gente pasará hambre y algunos morirán”. El semanal británico tiene clara a receta para evitarlo. "Los países deben actuar juntos, comenzando por mantener abiertos los mercados”.
Silos ucranianos llenos de maíz y cebada
Según explica The New York Times, Canadá ya ha anunciado que ofrecerá apoyo logístico a Ucrania, como el envío de buques de carga, expertos e inspectores de alimentos para facilitar el transporte del grano que se encuentra bloqueado. Porque la situación es terrible y paradójica: el hambre se dispara en el mundo, mientras los silos ucranianos que no han resultado dañados en la guerra están a rebosar, llenos de maíz y cebada, desde que recogieron la cosecha del invierno.
En este panorama, The Economist plantea una alternativa al bloqueo de los puertos: que Europa debería ayudar a Ucrania a enviar su grano, por ferrocarril o por carretera, a puertos de Rumania o los países bálticos. Esto aliviaría algo la situación, aunque no sería la solución. Porque así solo podría salir el 20% de la cosecha. Y porque, además, el transporte por tren es más caro que por barco, lo cual haría que los precios de los cereales siguieran subiendo.
Mercado alimentario cada vez más volátil
Si hablamos de crisis alimentaria, hablamos del mercado alimentario, que se enfrenta a una volatilidad cada vez mayor y que ha ido alimentando, también, esa tormenta perfecta a la que nos enfrentamos ahora. “El mercado alimentario es un mercado que, como todos, depende de la oferta y la demanda. Estamos en la tormenta perfecta porque en las últimas décadas se ha disparado la demanda de alimentos y se ha puesto en riesgo la oferta”, explica Gonzalo Fanjul, director de Análisis de ISGloblal.
El aumento de la demanda -debido al propio aumento de la población y a que ha ido creciendo el poder adquisitivo de algunos consumidores (como China)- es algo “gradual y más previsible”, explica Fanjul, “pero lo que es menos previsible es la oferta”. En ella influyen varios factores, y uno de ellos tiene que ver con los lugares de producción. “El mercado alimentario tiene un problema de concentración de la producción en muy pocos lugares, sobre todo si hablamos del grano”, apunta Fanjul. Rusia y Ucrania son dos de esos pocos lugares, y son clave en ese mercado.
Pero, además, en los lugares donde las carencias de alimentos son mayores, la producción es muy frágil. “África tiene una dependencia altísima de los mercados internacionales. La mayor parte de los denominados ‘países importadores netos de alimentos’ son muy pobres, en su mayoría de África, y tienen una dependencia muy alta de los mercados, que a su vez tienen una dependencia muy alta de los centros de producción”, explica Fanjul.
Y apunta algo más. Cuanto más volátil es el mercado, más atrae a los inversores financieros. Y cuanto más intervienen estos, más aumenta esa volatilidad. Es lo que estaría ocurriendo ahora en el mercado alimentario. “Es un círculo vicioso”, explica Fanjul, que recuerda que “en 2008, muchos inversores huyeron del mercado inmobiliario y se refugiaron en el alimentario, que también es muy atractivo desde el punto de vista especulativo”.
Hambre, inestabilidad política y disturbios
En este panorama, la receta del Economist es muy clara: “Putin no debe usar la comida como arma. La escasez no es el resultado inevitable de la guerra. Los líderes mundiales deberían ver el hambre como un problema global que requiere urgentemente una solución global”.
Porque esta crisis alimentaria tiene otra derivada preocupante, de la que se viene advirtiendo también desde hace algún tiempo: sus consecuencias imprevisibles a nivel geopolítico. Juntar el hambre y la desestabilización política de muchos de los países que más la van a sufrir puede tener importantes repercusiones en términos de inestabilidad.
Explica, por ejemplo, el New York Times que el aumento de los precios de los alimentos básicos ya ha provocado disturbios políticos en muchos países en las últimas semanas, como Sri Lanka, Indonesia, Pakistán, Irán o Perú. El ministro de Relaciones Exteriores de Pakistán, Bilawal Bhutto Zardari, advertía esta semana, en la ONU, que el país enfrenta una grave situación de inseguridad alimentaria porque depende del trigo y los fertilizantes que importaban de Ucrania y Rusia. Pidió negociaciones y un acuerdo de paz para poner fin al conflicto.
Crisis alimentaria para todos, no sólo para los pobres
Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, fue muy claro en su intervención ante el Consejo de Seguridad: “Alimentar a los hambrientos es una inversión en la paz y la seguridad mundiales”. Asegura que está negociando un "acuerdo global" para que Ucrania pueda exportar cereales a través del Mar Negro y Rusia pueda vender fertilizantes al mercado mundial. Guterres ha vuelto a pedir, una vez más, mercados abiertos y que se levanten las restricciones a las exportaciones de alimentos, para facilitar la distribución mundial.
“El hambre es prevenible, evitable”, advierte Cortada, desde Oxfam Intermón. “En pleno siglo XXI, el hambre humana no debería existir. Ver a millones de personas a un paso de la hambruna, en esta época, es un fracaso colectivo. No debería estar ocurriendo, es moralmente inaceptable en un mundo de abundancia”.
Ertharin Cousin, directora ejecutiva y fundadora de Food Systems for the Future, avisa en The Guardian de que esta crisis alimentaria puede tener repercusiones en todo el mundo. “No estamos hablando sólo de los más pobres de los pobres, que ya están pasando hambre. También estamos hablando de personas que hasta hace poco podían permitirse una barra de pan para sus familias y que ahora no podrán hacerlo”.