Cómo es vivir entre cloacas en Venezuela a pocas manzanas del Palacio de Miraflores

Los vecinos del barrio Catuche, muy cerca del palacio presidencial, viven en la miseria a la espera de ayudas que no llegan
Tal vez sea descabellado leer que a pocas manzanas del centro del poder político venezolano existan familias viviendo entre cloacas y aguas negras, pero la realidad sorprendería a más de uno.
La pobreza venezolana es abrumadora y se puede detallar en cada esquina del país. Este es el caso del barrio Catuche. Su acceso son unas escaleras inclinadas que abren paso a la vertiente de una quebrada de aguas negras. Su olor es penetrante cuando se ingresa al sector y causa alarma comprobar cómo permiten vivir familias de bajos recursos a orillas de este río.
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Rubén Beltrán es oriundo del estado Táchira, pero se vino a temprana edad con su familia a la capital venezolana en busca de un mejor futuro, estudios y trabajo; sin embargo, no consiguió lo que anhelaba, sino terminó viviendo en pobreza extrema.
Lleva más de cuarenta años en una pequeña casa que logró construir con pocos recursos. Una sala que se une con la cocina y una cortina que divide el baño. Todo es tan precario que las dudas sobre las ayudas gubernamentales abundan.
La esposa de Rubén sufre de artritis y su condición de salud día a día se agrava más por la zona en que reside. La contaminación ambiental es tal que los habitantes de la zona dependen de medicamentos, pero sus sueldos no alcanzan para comprarlos.
Rubén y su esposa dependen económicamente solo de la pensión, al cambio son 30 dólares estadounidenses al mes. “¿O comemos o compramos medicinas?”. Ese es el dilema de las familias en pobreza extrema.
El gobierno promete y no cumple
“El sistema de gobierno viene para acá, nos ven y eso (…) pero nos dicen que tenemos que esperar que haya solución o que haya otras viviendas”, asegura Beltrán. Añade que lleva veinte años recibiendo las mismas promesas del régimen madurista.
Al despedirnos de la familia Beltrán, cruzamos un pequeño puente muy inestable por donde surca el mismo torrente contaminado, donde vive la señora Ramona Sanabria. Lleva cincuenta años en el Catuche y ha podido observar su deterioro y descomposición social.
Su cara muestra tristeza. Ruega al régimen ayudas y la erradicación de otro problema: “Que saquen de ese poco de gente mala, a esos vendedores de droga”
Ramono, que lleva aquí el mismo tiempo que Rubén, espera “un milagro”: que el Ejecutivo nacional cumpla sus promesas. Viven en zona de riesgo ya que la crecida del río cuando llueve puede causar destrozos a sus hogares.
“Llevamos veinticinco años esperando respuesta”, dijo a modo de despedida una mujer de la tercera edad. Lleva cinco décadas viviendo en la extrema pobreza en este barrio a pocas manzanas del palacio presidencial.