Las academias de béisbol en Venezuela, donde los jóvenes luchan por un contrato que los saque de la pobreza

En Venezuela se estima que existen 240 academias de béisbol dedicadas a entrenar a jugadores
Es el segundo país, por detrás de la República Dominicana, que más jugadores exporta a EE.UU.
En Venezuela el béisbol es un deporte omnipresente, es imposible esquivarlo. Está en la televisión, es el tema de las tertulias callejeras y es la actividad deportiva más practicada por los venezolanos. Todo esto se ha combinado para hacer de Venezuela el segundo país, después de República Dominicana, que más peloteros (beisbolistas) exporta a Major League Basesball (MLB) en Estados Unidos.
Pero en un país donde la incertidumbre es la norma y el hambre una constante amenaza, el béisbol es más que nunca un salvavidas para escapar a la pobreza lo que ha dado pie a la proliferación de las academias de béisbol como parte de un negocio que tiene como protagonistas a niños y adolescentes.
De acuerdo con las Asociación Venezolana de Agentes de Béisbol (AVAB), en Venezuela existen 183 academias. Aunque otros cálculos estiman en 240 el número de estas organizaciones, y son estimaciones, porque también se cree que cada día o cierra una por la crisis económica o se aventuran otros atraídos por el talento inagotable que existe en esta nación caribeña.
Las academias se abren al ritmo anárquico que priva para todo en Venezuela y parece imposible precisar cuántas existen.
Llegaron para ocupar el espacio dejado por las 30 organizaciones de MLB que decidieron salir del país al no resistir la escasez de alimentos entre 2016 y 2017 (los peores años de la crisis) además de prohibiciones impuestas por la administración de Donald Trump al gobierno del presidente Nicolás Maduro, que impide a empresas estadounidenses operar en Venezuela.

Reclutar, desarrollar y mercadear peloteros
Son las once de la mañana y el sol caraqueño ofrece unas condiciones inmejorables para la práctica de béisbol. Detrás de la malla del terreno, supervisando el entrenamiento, se encuentra Giovanni Silva. Es el dueño de Masa Basesball Academy (no está registrada en AVAB) ubicada en El Hatillo, al este de Caracas. Es un hombre de apenas 30 años que cuenta dejó la universidad a los 18 para dedicarse al negocio de reclutar, desarrollar y mercadear peloteros.
“La academia fue creada hace año y medio. Trabajaba en otra academia donde aprendí todo lo que sé en el desarrollo de los jugadores, captar talento, darme cuenta de cuando un muchacho puede jugar profesional y darme cuenta cuando no. La academia nació de la noche a la mañana”, dice a NIUS sin perder la atención en la rutina que realizan los peloteros (beisbolistas).
“¡Corre, así no! malo, malo. Si quieres jugar pelota profesional debes esforzarte”, dice uno de los técnicos a un pelotero de 14 años confundido con la mecánica de correr y lanzar; tal vez en modo de arenga o regaño. Las rutinas son visiblemente agotadoras pero ninguno de los chicos rehúye al reto.
“En el campo los entrenamientos pueden durar cinco horas; cuando nos vamos al atletismo dura 2 horas y el gimnasio son dos horas también, explica Giovannis. “Como 10, 12 horas al día. Y cuando están en la casa viene la parte mental. Vemos videos y los comparamos con el de los grande ligas, son como 16 horas”, sostiene.
Todo, según explica Silva, se hace bajo el consentimiento de los padres con quienes previamente la academia establece un contrato en el que se fijan los porcentajes que cada una de las partes recibirían si un pelotero llegara a ser contratado por un equipo de la MLB. Dependiendo del talento los porcentajes oscilan entre 20 y 25% del bono.

A cambio la academia se encarga de dotar de todos los implementos necesarios para la práctica y la alimentación que en el caso de un atleta de este nivel debe ser alta en proteína; algo impensable para una familia venezolana cuyo ingreso promedio en 2020 fue de 0,72 dólares diarios según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi).
En algunas academias, (sólo las más poderosas económicamente), los régimen de entrenamientos son internados y los atletas tienen asegurada las tres comidas; lo que sería sólo un trámite más del negocio, pero en un país donde el 73% de los niños menores de 5 años padecen desnutrición según la ONG Cáritas, es más que un alivio para los padres.
“Hay familias que prefieren tener a sus hijos aquí porque ellos no pueden garantizarle las tres comidas diarias, dijo a la prensa José Luis Montero, presidente de la Asociación Venezolana de Agentes de Beisbol , cuando el gobierno de Maduro pretendió cerrar indefinidamente las academias por el covid-19.
Abandono de la pobreza
Y mientras avanza el entrenamiento en Masa Basesball Academy, un pelotero resalta entre todos, se llama Carlos Pacheco. Es el distinto. Puede hacerlo todo muy por encima del promedio y les saca sonrisas a los técnicos de la academia con sus desplazamientos. Recientemente Carlos logró un importante acuerdo con los Atléticos de Oakland, cuyo monto su agente conviene no revelar como medida de seguridad y considerando que ya varias estrellas del béisbol venezolano han sido secuestradas. Aclarado esto accede conversar con NIUS.
“El “día que yo cerré (acuerdo de contrato) no me lo creía, quedé impactado, dice Carlos. “Al momento yo quise llamar a mi mamá pero no podía estaba impactado. De lo más bajo de donde vengo, nunca pensé en lograr lo que había logrado y quedé en shock, no me lo creía, lo que hice fue arrancar a llorar”, recuerda.
Carlos tiene 16 años y su historia compone un ejemplo de la realidad de muchos adolescentes en Venezuela criados en hogares disfuncionales y obligados a asumir responsabilidades no propias para la edad. Narra una “infancia dura” en la que nunca tuvo contacto con su padre y en la que debió trabajar para ayudar a sostener un hogar donde faltaba todo: menos ganas de luchar.
“Yo tenía 12 años y era el hombre de la casa. Me tocaba luchar por mis hermanos y por mi mamá porque éramos solo y mi mamá no podía hacer todo, sostiene.
“Si ella iba a trabajar yo tenía que cuidar a mis hermanitos. Yo tenía que ver qué hacía, hacer recados y así sobrevivíamos poco a poco. A veces comíamos una o dos veces, desayuno y cena porque no teníamos, en realidad éramos totalmente pobre”, dice Carlos.
Trabajo y béisbol, así llevó su infancia en Barlovento una de las regiones más peligrosas de Venezuela ubicada a dos horas y media de Caracas, en donde se ha llegado a un promedio de 340 homicidios por cada 100.000 habitantes, según el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV). Pero también conocida por ser la tierra de los géneros musicales afrovenezolanos, cuyos instrumentos aprendió a ejecutar para ganar un poco de dinero tocando en fiestas. Siempre con la mente puesta en sus dos hermanas que esperaban en casa.
“Era peligroso pero yo me arriesgaba porque si no salía, no podía comer”. Cuenta Carlos. Quien además recuerda que nunca pudo integrar las selecciones a la que era llamado para representar su estado porque “nunca tenía pasaje” y su madre tampoco podía ir a verlo jugar como sí ocurría con los demás niños. Ahora con un bono asegurado, dice que sólo piensa en comprar una casa para darle a sus hermanas la infancia que él no tuvo “para que no tengan que preocuparse si mataron alguien” en una calle de su natal Barlovento.
Venezuela figura entre los países cuyos prospectos han recibido los bonos más altos por equipos de la MLB, en algunos casos, de hasta 5 millones de dólares. Es una carrera contra reloj. Los tiempos para firmar a un beisbolista latinoamericano son más cortos y a los 16 años deben mostrar el desarrollo físico y mental de un hombre de 20 o 22 años, como asegura el agente Giovanni Silva. A los 17 se les considera “pasado de edad” (viejos).

“Yo tomo esto como un trabajo, de esto es lo que voy a vivir. No seré ni albañil ni nada de eso, voy a ser pelotero profesional”, dice Derek Rodríguez, un chico de 14 años con estatus de prospecto y llamado a ser la próxima estrella del béisbol venezolano.
Como la mayoría de los 40 chicos que integran esta academia su corpulencia es impresionante. Confiesa a NIUS que es nuevo en Masa Basesball Academy. Hasta mediados del año pasado, perteneció a la academia de Carlos Guillen , un ex Grande Liga y empresario venezolano, muy cercano al gobierno de Maduro, a quien asegura la MLB le ha cancelado varios contratos.
“Mi papá decidió romper el contrato”, sentencia Derek, a quien Guillen le tenía asignada una camioneta para el traslado desde Caracas hasta Maracay, una ciudad ubicada al centro del país, donde funciona la academia del empresario chavista. Un privilegio que se le otorga a los llamados peloteros de “5 herramientas” cuyos bonos, por lo general, superan el millón de dólares.
Guillen fue hasta 2019 presidente de los Tigres de Aragua, un equipo de la Liga Profesional de Béisbol de Venezuela (LVBP), propiedad de la gobernación chavista del estado Aragua, y cuyos accionistas anunciaron en 2020 una posible venta para evitar las sanciones de la Oficina de Control de Activos Extranjeros de EE.UU, que le impide contratar jugadores vinculados a la MLB.
Rompen la continuidad escolar
Vicente Guerrero es padre de un beisbolista de 18 años, dejado libre por una academia que no resistió el paro causado por el covid-19. Señala que si bien algunas academias ofrecen educación a los atletas, al menos a distancia, en la práctica la exigencia de los entrenamientos les impide asumir cualquier régimen de estudio.
“Abandonan completamente los estudios porque estar desde las 7 de la mañana hasta 4 o 5 de la tarde sino más así quién puede estudiar, mi hijo fue dejado libre y sólo aprobó el segundo año de educación media, no sabe otra cosa sino jugar beisbol, lamenta.
La otra cara de la moneda
Al otro lado de la ciudad Gilberto Pérez, un hombre de 81 años y de los cuales 48 los ha dedicado a la formación de niños, se esfuerza por mantener en pie su escuela de béisbol menor. A sus prácticas cada vez asisten menos niños, el interés de los padres está puesto en las academias. En su escuela no hay lucro para ningunas de las partes.
Para Pérez el béisbol es una herramienta de formación de valores y cree las academias atentan contra este principio. “El niño comienza a saber de beisbol después de 11 años”, sostiene. “Antes de los 11 años el muchacho lo que está es aprendiendo y cuando aprende se lo llevan las academias, nosotros las escuelas lo que hacemos es formarlos y ellos prácticamente lo que hacen es recogerlo y nos quedamos volviendo a formar muchacho” asegura en un tono reflexivo.
Aunque admite que sus fuerzas han disminuido no tiene pensado retirarse, asegura que el béisbol lo mantiene vivo. ”El béisbol es un deleite y estaré en el campo hasta que el cuerpo aguante”.