El hambre y la deuda, los primeros grandes retos de Fernández como presidente de Argentina


El líder peronista asegura que Argentina “tiene voluntad de pagar, pero no tiene medios para hacerlo”.
Alberto Fernández asume como jefe de Estado en medio de una grave crisis económica con una inflación del 50% anual, una divisa herida y un 40% de pobreza.
Alberto Fernández ya es oficialmente presidente de la República de Argentina. La banda presidencial sobre sus hombros confirma al candidato peronista que ganó con el 48% de los votos en las pasadas elecciones del 27 de octubre. La Plaza de Mayo inundada de seguidores que cantaban, coreaban y gritaban las bondades de un futuro gobierno todavía por demostrar fue la imagen de la asunción del martes.
Horas después, lejos de la música y los fuegos artificiales, el nuevo máximo dirigente del país latinoamericano tiene ante sí un mandato que, en un principio, presenta más dificultades que la propia llegada al poder obtenida en la primera vuelta con casi 10 puntos de diferencia.
El nuevo gabinete toma posesión con unos datos catastróficos para Argentina:
- El 40% de pobreza es el mayor drama de la crisis económica que vive el país en los últimos dos cursos con un 12% de los argentinos y argentinas en situación de indigencia.
- El dólar se compra hoy rozando casi los 70 pesos cuando dos años atrás se conseguía por 25 y eso que el cepo cambiario de 200 dólares mensuales para cada argentino ha evitado subidones de última hora.
- El paro ha llegado a las dos cifras, un dato récord de las últimas décadas, y el coste de la vida no deja de subir con una inflación del 50% anual.
- La economía, por tanto, será la principal ocupación del gobierno con dos grandes temas prioritarios encima de la mesa: el hambre y la deuda.
Hambre en el país de la carne
Argentina produce alimentos para 400 millones de personas, diez veces su población, no obstante, el país sufre hambre. El Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica de Argentina señaló en su último informe de hace menos de un mes que el 9’3% de la población urbana sufre hambre, el dato más alto de la última década, mientras que un 22% ha tenido que reducir su porción de comida. Esta situación es especialmente alarmante en los más pequeños: el 14% de los menores de 14 años sufre de inseguridad alimentaria y seis de cada diez vive en un hogar pobre. El hambre en el país de la carne será un asunto prioritario para Alberto Fernández como presidente y Cristina Fernández de Kirchner como vicepresidenta.
El nuevo jefe de gobierno anunció el pasado mes de noviembre que al día siguiente de jurar el cargo pondría en funcionamiento el Consejo Federal Argentina contra el hambre encargado de aplicar el plan nacional contra la pobreza que presentó durante la campaña. Entre las medidas que tiene previstas el gobierno peronista con Daniel Arroyo como nuevo máximo responsable de la cartera de Desarrollo Social está la puesta en marcha de una tarjeta alimentaria que permita acceder a alimentos subsidiados a dos millones de personas. También deberá ejecutar la ya declarada Emergencia Alimentaria que la entonces oposición, hoy gobierno, forzó a Mauricio Macri a llevar y aprobar en el Congreso.
Sin medios para pagar la deuda
El otro punto es la deuda. Durante su primera intervención con la vara de mando en su poder Alberto Fernández hizo encender algunas alarmas en los mercados internacionales. Su “el país tiene la voluntad de pagar, pero no tiene los medios para hacerlo” es visto con recelo por algunos acreedores. De hecho, el Financial Times ya advirtió de una posible quita del 40%.
La fórmula que manejan en la Casa Rosada es que “para poder pagar hay que crecer primero” y por ello reclama un aplazamiento de dos años de los pagos. Al frente de esta negociación para la que ya han existido contactos entre el equipo de Alberto Fernández y el FMI estará Martín Guzmán, nuevo ministro de Economía.
Doctor en Economía en la Universidad de Brown (EEUU) y discípulo del Nobel Joseph Stiglitz, Guzmán dirige el programa de Reestructuración de Deuda de la Universidad de Columbia y en noviembre presentó ante la ONU un posible plan para Argentina que se basada en no pagar nada relacionado con la deuda hasta 2022 ni pedir más dinero al FMI con quien tiene una deuda millonaria. La entidad financiera y el ejecutivo de Macri firmaron en junio de 2018 un préstamo de 56.000 millones de dólares, el máximo de la institución en toda su historia, una ‘ayuda’ que comienza a vencer en los próximos meses.
Argentina y su deuda viven una historia de idas y venidas, casi como un Pimpinella de la política económica global. De hecho, Alberto Fernández llega a la Presidencia en una situación similar a la que lo hizo Néstor Kirchner en 2003. En aquel momento, Fernández fue su jefe de gabinete, cargo que ocupó hasta 2011, tras cuatro años con Cristina Fernández de Kirchner, con quien acabó distanciado. Más allá de las discusiones del pasado que los hoy compañeros de poder dieron por zanjada, en aquellos años el gobierno de Kirchner consiguió un proceso de reestructuración de la deuda que permitió al país salir de la grave crisis en la que se encontraba, corralito en 2001 incluido.
Aborto y política exterior
Además de la economía, en la que también se tiene que vigilar una posible subida cambiaria y la inflación, Alberto Fernández tendrá una serie de puntos que tratar encima de su despacho para los próximos cuatro años. Hay quienes señalan que uno de los más complicados será demostrar que es él el que gobierna y no Cristina Fernández de Kirchner así como conseguir mantener la unidad en el siempre agitado y variado peronismo. Entre los asuntos domésticos, la posible legalización del aborto de la que Fernández se ha mostrado favorable será uno de los debates más candentes y polémicos.
También en política exterior deberá resolver asuntos como la situación de Bolivia, con una posible petición de asilo de Evo Morales en Argentina, o los roces con Bolsonaro, presidente del vecino Brasil quien amenazó incluso con establecer sanciones al comercio argentino. América del Sur se encuentra en medio de un terremoto de protestas con constantes cambios que podrán ser fundamentales para la ecuación del reparto de poder de un continente en el que Argentina quiere volver a tener el protagonismo. Fernández tiene cuatro años por delante y muchos avisos a su alrededor de lo que puede ocurrir si falla.