Los sepultureros de Vila Formosa: las otras víctimas de la pandemia en Brasil


Los entierros en el cementerio más grande de América Latina se han duplicado en estos meses
Algunas semanas, los trabajadores han tenido que abrir 500 nuevas tumbas en Vila Formosa
Más de 80.000 personas han muerto en Brasil desde que comenzó la pandemia
Miguel Braga ha hecho muchas cosas en la vida: ha trabajado de vendedor ambulante, pintor, vigilante y desde que el coronavirus sacudió Brasil, es sepulturero en Vila Formosa, el cementerio más grande de América Latina. "Alguien tiene que hacerlo", explica Braga, de 30 años y padre de de dos hijos, al diario The Guardian. Su sueldo unos 250 dólares al mes, unos 215 euros.
Los sepultureros de Vila Formosa están trabajando a un ritmo agotador, más de 12 horas al día, ya que su carga de trabajo se ha duplicado por día. "Esa hilera de tumbas debía durar tres meses, pero solo duró una", afirma otro trabajador, señalando una sección de tierra recién cubierta tras la avalancha de cadáveres en Sao Paulo, epicentro de la pandemia en Brasil.
"Solíamos registrar un promedio de 30 a 35 entierros por día. En un día ocupado, 45. Ahora estamos enterrando 60 por día", dijo James Alan, supervisor de un equipo de sepultureros. "Mi psiquiatra es un paquete de cigarrillos y una cerveza después del trabajo", asegura Braga, después de otro turno de 11 horas durante el cual ayudó en más de 50 entierros.
Moises Francisco también trabaja en este campo de tumbas aparentemente interminable. Cuando llega a trabajar, a las ocho de la mañana, normalmente tiene 15 cuerpos esperándole. Con la cifra de muertos en el país superando los 1.000 al día, hay 33 cuerpos esperando a ser enterrados. "Los sepultureros son los hombres invisibles de la pandemia", asegura Rafael Vilela, un fotógrafo brasileño que ha estado documentando la tragedia.
Los héroes no reconocidos de la pandemia
Las dramáticas imágenes aéreas de Vila Formosa han dado la vuelta al mundo en los últimos meses. Es el símbolo de la mala gestión de la pandemia en Brasil,con más de 80.000 muertos, es el segundo país del mundo con más fallecidos, por detrás de Estados Unidos.
Incluso antes de la pandemia, la vida es una batalla para los más o menos 300 sepultureros que trabajan en los 22 cementerios en Sao Paulo. "El alcoholismo y la depresión son parte integrante de nuestro trabajo", admite Manoel Norberto, miembro del sindicato.
Las cifras oficiales muestran que en la primera mitad de 2020 hubo un 40% más de entierros que en el mismo período de 2019, con 46.484 en comparación con 33.246 el año pasado. Los últimos meses han sido dolorosos en Vila Formosa, un cementerio de 800.000 metros cuadrados tan vasto que incluso algunos sepultureros no lo han explorado por completo.
Algunas semanas, los trabajadores han tenido que abrir 500 nuevas tumbas, creando un total de 8.000 nuevos lugares de descanso desde que comenzó la epidemia. "Sufrimos en silencio", asegura Luiz Silva, un veterano sepulturero, que admite que tienen miedo por si se contagian. Como dice Paulo Lotufo, epidemiólogo de la Universidad de São Paulo, los sepultureros son los héroes no reconocidos de la pandemia.