Petare, la favela de Venezuela donde las casas se convierten en escuelas

En plena pandemia, un grupo de maestras decidieron impartir clases a los niños de bajos recursos que quedaron al margen de la educación a distancia
Al proyecto se han sumado ONGs que ven en esta idea un potencial para construir oportunidades
Ana no sabe de cuántos metros cuadrados es su casa en el barrio La Unión de Petare, según algunos cálculos, la favela más grande de América Latina. No muchos aquí saben con exactitud la dimensión de sus viviendas, quizás es un dato irrelevante en un lugar donde las edificaciones se modifican conforme crece la familia, desafiando las leyes de gravedad.
La de Ana es una casa pequeña, cálida y acogedora. Es de esas típicas de las favelas venezolanas en donde se respira solidaridad aun cuando todo es adverso. El espacio es escaso, pero suficiente para recibir a los niños de la comunidad que desde hace más de un año no van a las escuelas, cerradas producto de la pandemia del covid-19. Situación que el gobierno intentó fallidamente mitigar con clases virtuales. Sólo el 40% de los hogares tenía conexión a internet, según el Observatorio Venezolano de Servicios y el 80% de los venezolanos vive en pobreza extrema, de acuerdo a la encuesta de condiciones de vida (Encovi).
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Casas convertidas en escuelas
En este contexto, las casas de tareas dirigidas o reforzamiento pedagógico se convirtieron en una luz esperanza para cientos de niños de bajos recursos. Es miércoles; transcurre una semana de confinamiento radical y la isla de la cocina de la casa de Ana, sirve de mesa a dos niños de cuarto grado quienes repasan algunas reglas gramaticales de la lengua española. En el comedor, Franyer un adolescente de 14 años que cursará segundo año el próximo año escolar, estudia matemáticas, el área de conocimiento en la cual se especializa Ana y la que más enfatiza a sus estudiantes.
“En vista de observar tanta deficiencia en los estudiantes, que perdieron todo; el hábito de estudio, la lectura, su rendimiento, entonces yo dije: nada, vamos a empezar a dar tareas dirigidas aquí en mi casa”, cuenta la docente Ana Muñoz a NIUS, sin perder la atención en los niños.

Ana fue una de las primeras 14 maestras que en Petare decidieron convertir sus casas en escuelas en medio de la pandemia. Un gesto de solidaridad, pero también un privilegio. Tiene casi 20 años de experiencia pedagógica y el sistema educativo venezolano se está quedando sin profesores experimentados. Quienes pueden, pagan un dólar por día, (dos horas de clase). Es poco, pero a pesar de ello, de esta manera Ana registra ingresos superiores a su salario que es menos de 3 euros al mes…
“Hay personas que no pueden cancelar, hay personas que se les dificulta”, dice Ana sobre la tarifa de un dólar que cobra por 2 horas de clases. “Hay personas que me dicen: mire yo no tengo el dólar (un dólar a la fecha de la redacción de este reportaje equivalía a más de 4 millones de bolívares), pero yo tengo 500 bs, o la ayudo con una pega, un marcador. Yo no le cierro las puertas a nadie, yo realmente los atiendo a todos”.
La atención es precisamente lo que más agradece el estudiante Franyer Guerrero y una de las razones por la cual prefiera el hogar de Ana como escuela. “A mí me gusta venir para acá todos los días, a mí no me gusta perderme ningún día porque aquí yo siento que aprendo mejor que en la escuela, los profesores explican mucho mejor”, dice Franyer, bajo la mirada de la abuela Nena, la madre de Ana que todos los días acompaña las tareas dirigidas de su hija.
Sistema educativo en crisis
En medio de la crisis el reforzamiento pedagógico se ha convertido en una fuente de ingresos constante para muchos docentes que, producto de los bajos salarios, abandonan sus puestos de trabajo; en muchos casos, sin presentar una renuncia formal, de allí las dudas sobre las cifras oficiales de renuncias que para el gremio no reflejan la realidad del déficit de docentes que hay en Venezuela.
En 2020, sólo en la región capital, el sindicato de maestros calculó que el 50 por ciento de los maestros, renunció o abandonó su puesto de trabajo. Una situación que, alerta Ana, repercute en el nivel educativo de los estudiantes, más si se considera que antes de la pandemia sólo el 50 por ciento de los alumnos asistía a clases regularmente, según la Encovi.
“En estos momentos yo estoy con estudiantes que realmente no leen, no te escriben, no te multiplican y están en bachillerato. Entonces yo tengo que retroceder, hasta tres y cuatro años atrás para que ellos puedan multiplicar o dividir, para poderlos llevar al nivel del año que están cursando”, sostiene visiblemente preocupada la docente Muñoz de 51 años y también técnico en informática
Por ello cree también que más allá de la pandemia, el sistema educativo de Venezuela dejó de ser una garantía de enseñanza. Una realidad que el gremio cree no mejorará mientras los docentes no puedan cubrir sus necesidades básicas con el salario establecido por el ejecutivo.
“Actualmente la mayoría de los docentes estamos dando tareas dirigidas, algo que no hacíamos los años anteriores”, agrega Muñoz.
"Un libro para Petare"
Al otro extremo de la favela, jazmín, una maestra con 17 años de experiencia, convirtió una de las habitaciones de su casa en un aula de clases. En este centro de reforzamiento pedagógico, uno de los más grandes de la red de casas de tareas dirigidas, que comienza a tejerse en Petare, reciben clases trece niños de nivel preescolar hasta sexto grado. Aquí Jazmín también tiene las mismas preocupaciones por el bajo nivel académico que presentan los niños.
“Tengo niños en cuarto grado que apenas empiezan a multiplicar, imagínate, eso me preocupa”, dice Jazmín Castro a NIUS, en la sala de su casa. Asegura que se esfuerza para que sus estudiantes lleguen lo más nivelado posible al año escolar, que según el Gobierno iniciará en octubre, aunque el gremio decente ha denunciado que no están dadas las condiciones para un retorno a clases presenciales.
En este sentido, las casas de reforzamiento pedagógico cobran un valor más allá de las circunstancias de la pandemia, de esto están convencido en la ONG Zona de Descarga, desde hace 8 años dedicada a promover la cultura en las comunidades de Petare. Para Jimmy Pérez, director de esta organización, se trata de espacios seguros y creativos, con gran potencial para educar integralmente a los niños de la comunidad.
Por ello, han acompañado a cada una de las maestras en el proceso de formación y reforzamiento pedagógico, con la campaña Un Libro para Petare, iniciativa que luego inspiró la campaña Descargando Futuro.
#UnLibroParaPetare📚 es una campaña que beneficiará a las maestras que dan clases en sus hogares y a sus estudiantes para que puedan tener sus útiles escolares y materiales para mejorar sus espacios.#DescargandoFuturo🚧⚡🇻🇪📚 pic.twitter.com/Tdco2ATzIR
— ZonaDeDescarga (@ZonaD_Descarga) 24 de agosto de 2021
“A pesar de lo modesto que era, que vimos niños sentados en los pisos, sentados en guacales, en tablas, vimos la oportunidad de llevar la campaña Un Libro para Petare”, cuenta Pérez a NIUS desde la azotea de una casa donde también realizan obras de teatros.
Construyendo oportunidades
Con estas iniciativas y a través de donaciones, Zona de Descarga busca que cada niño cuente con todos sus útiles escolares para el desarrollo de las actividades. “Se convirtieron en 14 casas atendidas para 154 niños atendidos, donde cada niño tiene cuadernos, lápices, colores y a la vez las maestras que van a ser dotadas de pizarrones, estantes, materiales para que ellas puedan tener herramientas que ayuden a la educación, señala Perez. Añade que proyectan convertir “esos centros en una red que no solamente se dará clases para cumplir con las actividades académicas, sino también pretendemos que cada espacio para la lectura, para la educación artística, para educación musical para que los niños puedan exponer sus habilidades, sus destrezas”.
Por ahora aspiran ayudar a 30 nuevas casas de tareas dirigidas que se han sumado al proyecto. “En eso andamos nosotros, construyendo las victorias del futuro, construyendo un presente más acorde. A pesar de las dificultades, los obstáculos construimos oportunidades y estos espacios para nosotros son vitales para la construcción de paz, no de la perspectiva de la dependencia, sino de la libertad”, concluye Jimmy Pérez, director de la ONG Zona de Descarga.