La rebeldía de los líderes ultraortodoxos dispara el coronavirus en Israel

El Ejecutivo hebreo declaró el fin de semana "zona restringida" el principal bastión ultraortodoxo del país y ya estudia el cierre parcial de otras ocho ciudades
El objetivo es aislar a los contagiados en comunidades que viven sin televisión o internet, densamente pobladas y con pocos recursos
La minoría jaredí, que ronda el 12% de la población del país, se rige por sus propias normas y mantiene una relación ambivalente con el Estado de Israel
A pocos días del comienzo de la Pascua judía, Pésaj, las calles del superpoblado suburbio ultraortodoxo de Bnei Brak, en la periferia de Tel Aviv, están, por fin, vacías. A las autoridades hebreas responsables del control de la pandemia les ha costado semanas hacer entender a los jaredíes - como se conoce en Israel a esta minoría ultrarreligiosa - que la única forma de evitar el contagio por el Covid-19 es quedándose en casa, especialmente cuando sus barrios y ciudades se han convertido en los principales focos de infección por coronavirus. El Ejecutivo ya estudia incluir en la lista de "zonas restringidas" ocho ciudades más y el barrio de Mea Sharim en Jerusalén.
Según datos del pasado viernes del ministerio de Sanidad, de los 966 positivos confirmados en la superpoblada Bnei Brak casi la mitad de ellos (418) se habrían producido en los tres días anteriores. En todo el país son ya medio centenar las personas fallecidas y más de 8000 las contagiadas, aunque según algunas estimaciones esta cifra podría ser más del doble por el escaso número de tests diarios realizados, todavía menos de 10.000.
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Zona restringida
Los ánimos estaban encendidos este fin de semana entre los residentes del principal suburbio ultraortodoxo de Tel Aviv después de que en la noche del pasado jueves el gobierno decidiera confinar el área tras un significativo incremento de positivos por Covid-19. De acuerdo a los resultados de los tests realizados se estima que más del 30% de los 200.000 vecinos del superpoblado Bnei Barak podrían tener coronavirus, representando una proporción similar del total de casos en el Estado, que cuenta con una población de 8.7 millones de personas.
Una cifra relativamente baja -el porcentaje de muertes por el virus en Israel es menor al 0,5% frente al 7% por ejemplo de España- gracias a la rápida actuación del Ejecutivo hebreo y a un mayor control de las entradas al país dado que la mayoría se producen a través de un único aeropuerto principal, el de Ben Gurion. Factores favorables que han otorgado a las autoridades una ventaja inestimable: tiempo para prepararse ante el inevitable ascenso en la curva de contagios, disparada estos días por los positivos entre los ultraortodoxos israelíes.
Desde primera hora del pasado viernes un millar de efectivos de la policía de fronteras, que cuenta con la ayuda del ejército en la implementación de las restricciones, levantó barricadas y vallas de seguridad en los accesos al barrio de Bnei Brak. "La gente solo podrá entrar o salir - con un justificante - por razones médicas o para recibir asistencia sanitaria¨, dijo el portavoz de la policía, Mickey Rosenfeld.
Cuando Israel lleva más de diez días en estado de emergencia, con escuelas, universidades y comercios no esenciales cerrados, en los barrios de la minoría ultraortodoxa las rutinas continuaron de forma casi habitual hasta el miércoles de la semana pasada, si bien ya se habían aplicado algunas medidas como la de limitar a diez - número de relevancia bíblica para el judaísmo (los diez mandamientos, las diez plagas de Egipto, etc) - la cantidad de personas que podían congregarse para el rezo en las sinagogas.
Pero siendo los lugares de culto uno de los principales focos de infección, el primer ministro en funciones, Benjamín Netanyahu, decidió desoír recientemente la petición de uno de sus mayores aliados, el ministro de Sanidad, el religioso Jacob Litzman - líder del partido ultraortodoxo askenazí Judaísmo Unido de la Torá - quien hace unos días le pedía incluir a las sinagogas en la lista de "lugares permitidos".
“Mientras tengas a menos de diez personas y éstas mantengan una distancia entre ellas de más de 2 metros, no veo la necesidad de cambiar las normas, dijo el ministro, según filtraciones publicadas por medios israelíes. Pero Bibi, como se conoce popularmente a Benjamín Netanyahu en Israel, respondió: "Hay una necesidad. No hay elección. Los mayores focos de infección están en las sinagogas, los bares y las tiendas", le aseguró a su socio, hoy contagiado por el coronavirus.
Un ministro de Sanidad reacio a las restricciones
El positivo del díscolo Litzman ha provocado que no solo el primer ministro se haya tenido que poner en cuarentena, sino además la plana mayor del ministerio de sanidad involucrada en la gestión de la pandemia. "Nos ha puesto a todos en peligro", dijo uno de los ministros del gabinete de Netanyahu- que prefirió mantener el anonimato - al canal 12 israelí.
La misma cadena recogió testimonios de supuestos testigos que aseguraron haber visto a Litzman rezando en la casa de un amigo cuando hacía tres días que había entrado en vigor la prohibición de congregarse en interiores, cita el diario The Times of Israel. Según otros testigos, el ministro habría sido reincidente en cuanto que fue supuestamente visto en un momento posterior entrando en una sinagoga cercana a su casa. "Es muy complicado pedirles a los ultraortodoxos que no se junten para rezar", dice a NIUS el rabino Yehoshua Pfeffer, editor de Tzarich Iyun, una publicación especializada en temas de la comunidad jaredí. "El rezo es concebido de forma comunitaria, sirve a Dios de forma colectiva, por eso es tan difícil que los ultraortodoxos acepten hacerlo solos desde su casa" explica Pfeffer.
Para el rabino, que estos días trabaja activamente en la persuasión de otros líderes religiosos más conservadores en la aplicación de las restricciones, ¨hasta que éstas no han sido dictadas por los rabinos de cada grupo - hay decenas de denominaciones jasídicas - la gente no las ha aceptado¨, explica.
El religioso remarca la relación ambivalente que la comunidad jaredí ha mantenido con el Estado de Israel desde su misma fundación. ¨El acuerdo es que ellos controlan de forma autónoma todo lo que tenga que ver con la observancia religiosa, incluida la educación en las yeshivás - escuelas religiosas -. Por eso cuando el gobierno dijo que había que cerrarlas para frenar la expansión del coronavirus, algunos rabinos se negaron diciendo que el Estado no era quién para cerrarles a ellos sus escuelas¨, añade.
Reticencias iniciales que retrasaron durante semanas la aplicación de las medidas decretadas por el Ejecutivo en las ciudades habitadas por la comunidad jaredí que, además, no ve la televisión ni tiene Internet. ¨Todo lo que venga del exterior se ve como sospechoso. Por eso si los rabinos no lo recomiendan, la gente sigue haciendo su vida. Es lo que ha pasado y de ahí los contagios¨, apunta el analista del diario Haaretz, Anshel Pfeffer. ¨Netanyahu no quiere ofender a los partidos ultraortodoxos que siempre le han apoyado, por eso ha esperado demasiado para atajar la situación¨, apunta el periodista.
Tanto el partido ultraortodoxo (askenazí) de Jacob Litzman, Judaísmo Unido de la Torá como el Shas (sefardí) liderado por el también religioso Aryeh Deri (hoy ministro del Interior), han sido un baluarte del Likud desde hace décadas. De hecho, el nombramiento de Litzman, sin experiencia en la gestión sanitaria, fue motivo de fricción entre el bloque de derecha liderado por Netanyahu y el de su rival, el centrista Benny Gantz, en las últimas conversaciones para formar un gobierno de unidad nacional tras tres elecciones consecutivas.
Una opción ahora descartada mientras se define como la opción más probable la formación de un Ejecutivo de emergencia nacional, encabezado de nuevo por Netanyahu -con el apoyo de la oposición- y conformado para lidiar con la crisis generada por el Covid-19. Como en otros países, en Israel ya ha tenido graves consecuencias, entre otras, el incremento de la tasa de desempleo: del 3.4% del último mes de febrero - un descenso histórico - al 24% de marzo.