La historia de Doña Manolita, la administración de loterías más famosa

Se trata de la administración número 67 de Loterías y abrió sus puertas hace ya más de un siglo, en 1904
Su nombre se debe a la impulsora del negocio, Manuela de Pablo
A lo largo de su historia, se han vendido más de 80 grandes premios del Sorteo Extraordinario de Navidad
Cuando estamos en una conversación y sale el Sorteo Extraordinario de Navidad, muy habitualmente también se habla de Doña Manolita, la conocida administración de loterías número 67 de Madrid y, con casi total seguridad, la más popular de España. Incluso muchos turistas que visitan la capital del país “compran suerte” en este local, como reza la canción A la sombra de un león del mítico Joaquín Sabina.
Se trata de una de las administraciones que más ilusión ha repartido entre sus clientes en forma de premios, especialmente en la Lotería de Navidad. En este artículo, hacemos un repaso a la historia de Doña Manolita.
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Doña Manolita, más de un siglo haciendo sueños realidad
Para hablar de esta administración hay que remontarse a sus orígenes y, para hacerlo, es clave la figura de Manuela de Pablo (1879-1951), una vecina del barrio de Chamberí (Madrid), conocida popularmente como Doña Manolita. Fue una mujer emprendedora que inició su incursión en el mundo laboral con la apertura de un estanco en la calle Hortaleza de la ciudad madrileña. Con 25 años, en 1904, abrió junto a sus tres hermanas la administración nº 67 en la calle Ancha de San Bernardo.
Sus primeros clientes eran, principalmente, los estudiantes de la Universidad Central de Madrid, que quedaba muy cerca. Se dice que, al principio, no había mucha suerte con los números, hasta que un día doña Manolita se desplazó a Zaragoza para bendecir con el manto carmesí de la Virgen del Pilar algunos décimos. Ya sea por el destino o por mera casualidad, esos décimos resultaron agraciados en el Sorteo de Navidad, lo que provocó que su notoriedad llegara a toda la ciudad.
La clientela fue aumentando y los premios seguían llegando para muchos de ellos. Se hizo tan popular que tuvo que ampliar el negocio y trasladó su local al número 31 de la Gran Vía de Madrid y levantó la persiana en otro local, ubicado en plena Puerta del Sol, esquina con la calle Arenal. Este último establecimiento abrió con el nombre de Hermana de Doña Manolita, que gestionó su hermana Carmen. El local fue de la familia hasta 1987.
Además de ser lotera, Doña Manolita fue una referente para muchas mujeres en una época en la que estaban relegadas a un segundo plano. Manuela de Pablo fue considerada una señora valiente con una trayectoria empresarial exitosa. Su personalidad cautivó a muchos famosos, ya que se convirtió en la musa de muchos escritores, pintores y artistas.
Doña Manolita falleció en 1951 con 72 años y, al no tener descendencia, dejó el negocio en manos de su hermana Carmen. Ella estaba abonada a un número, el 15329 y, a pesar de la ingente cantidad de premios que se han dado en su local, Doña Manolita nunca corrió la misma suerte con ‘su’ número.
La relevancia de esta administración siguió subiendo como la espuma hasta llegar a cifras récord, como puede ser el hecho de vender más de 70 millones de décimos en un año, lo que se traduce en 1.400 millones de euros en ventas.
Buena parte de la vida de esta administración se desarrolló en Gran Vía, pero en 2011 el negocio cambió de local a uno que quedaba muy cerca, en la calle del Carmen número 22. En la actualidad, el propietario es un aristócrata, el conde de Cabrillas.
Las largas colas que se forman para conseguir un décimo de la Lotería de Navidad se viven, especialmente, a partir del mes de agosto, cuando aún quedan otros cuatro para que se realice el sorteo. Ahora no es necesario desplazarse hasta Madrid para adquirir un boleto: el mítico negocio vende también por Internet.
Con 116 años de historia a sus espaldas, Doña Manolita es la administración que más grandes premios de Navidad ha repartido: 81. Por eso, millones de madrileños, españoles e incluso extranjeros continúan manteniendo una tradición que empezó con unos estudiantes universitarios: depositar su fe, su ilusión y sus sueños en un sitio que, a su juicio, les garantiza fortuna y esperanza. El legado de Manuela de Pablo perdura.