La mutilación genital femenina, una práctica habitual en más de 30 países

Más de 200 millones de niñas han sido víctimas de la mutilación genital femenina
Las mujeres mutiladas tendrán problemas físicos y psicológicos a lo largo de su vida
El día 6 de febrero se celebra el Día Internacional de Tolerancia Cero contra la Mutilación Genital Femenina
Diara, Asha, Tirunesh, Kishai o Samia. Son nombres de niñas, de niñas mutiladas. Pequeñas que sufrieron en primera persona una auténtica salvajada. Un acto que les va a acompañar a lo largo de sus vidas. El hecho en sí y sus terribles consecuencias. Ellas son las víctimas inocentes de la mutilación genital femenina.
Según UNICEF más de 200 millones de niñas y mujeres, vivas a día de hoy, han sufrido esta práctica. Se realiza en más de 30 países. La mayoría de ellos, en África. En Somalia, Guinea y Djibuti el porcentaje se sitúa entre el 95% y el 98% de todas las niñas. En Sierra Leona y Malí, nueve de cada diez también han sido víctimas de la mutilación genital.
Qué es la mutilación genital femenina
Es una práctica que se realiza a niñas y mujeres para extirpar sus órganos genitales por razones que no son médicas. Puede ser una extirpación parcial o incluso total. Se suele hacer con una cuchilla, con la que se mutila el clítoris, los labios mayores, los labios menores o todo a la vez, según el tipo de mutilación genital femenina que se practique.
¿Qué supone esta práctica para las víctimas?
Para empezar, un dolor atroz, que puede provocar de forma inmediata infecciones, hemorragias e incluso la muerte. Además, a lo largo de los años, las mujeres mutiladas pueden tener serios problemas de salud. Con la menstruación, con la fertilidad, el parto, para orinar o para sentir placer sexual. También sufren daños psicológicos, como inseguridad, falta de autoestima o ansiedad.
¿Por qué se hace?
No se realiza ni por motivos religiosos ni culturales. Se hace simplemente para controlar a la mujer y su sexualidad. En ocasiones las niñas y mujeres que no han sido mutiladas son señaladas y marginadas en sus aldeas. Por eso muchas madres acaban practicando la mutilación a sus hijas, para que no sean apartadas.
¿Qué se puede hacer para frenarlo?
Pues los expertos sólo ven un camino. Educación, educación y más educación. Para las mujeres y para los hombres. También para las comadronas y para el personal sanitario local. En los últimos años se han aprobado leyes que penalizan esta práctica pero no son suficientes. Hay que llegar al corazón de las aldeas, a todos los rincones donde se practica.