Los asintomáticos reabren la guerra entre Ayuso y el Gobierno de Sánchez

El consejero de Sanidad se revuelve contra las dudas de Simón sobre el sistema de Madrid para detectar
Ayuso, "el azote" de Sánchez durante la pandemia, suma uno más a su largo historial de enfrentamientos
De las mascarillas !requisadas", al mando único
Son tan antagónicos como Batman y el Joker (que cada decida el papel de cada uno) y llevan más secuelas que La Jungla de Cristal. La relación entre Isabel Díaz Ayuso y Pedro Sánchez no conoce otro registro que la tensión, el enfrentamiento, cuando no la guerra abierta. La lista de episodios -algunos protagonizados por ellos, en persona: otros, por sus secundarios- es incontable y acaba de sumar uno más.
Tras unas semanas sin reprocharse nada –sonaba hasta raro- los departamentos de Sanidad de la Comunidad de Madrid y del Gobierno han vuelto a enzarzarse este viernes, ahora a cuenta del número de asintomáticos que la región es capaz de detectar. El jueves el director de Alertas Sanitarias, Fernando Simón, dijo que la comunidad estaba por debajo de la media nacional; el viernes, el consejero de Sanidad madrileño, Enrique Ruiz Escudero, le acusaba de "deslealtad" y aseguraba que Madrid está por encima de esa media.
De nuevo Ayuso, el “azote de Sánchez”, la “heroína” para un sector de los populares en el complicado tiempo de gestión de la pandemia- ha venido a confrontar sus datos con los del Gobierno central. La guerra de cifras ha resurgido como argumento de una las muchas escaramuzas ente Gobiernos –el de Madrid con el Central- que vienen sucediéndose desde antes de incluso de la declaración del estado de alarma.
El cierre de colegios, una decisión al margen del resto
El nueve de marzo, Isabel Díaz Ayuso, anunció el cierre de los colegios y universidades de la región en contra de la opinión del presidente Sánchez, que le había pedido unidad de acción.
Fuentes de los dos Gobiernos dan versiones distintas, desde el central aseguran que se consensuó. Desde el de Madrid, aseguran que lo hicieron porque Sánchez no tomaba suficientes medidas y que lo decidieron "a pesar" de él.
El caso es que Isabel Díaz Ayuso siempre se lo ha atribuido como mérito propio y ha presumido de que su decisión, que no gustó en algunas comunidades limítrofes como Castilla la Mancha, cuyo presidente, el socialista Emiliano García Page considera que aquello supuso una diáspora de madrileños a sus localidades origen que les perjudicó y provocó contagios.
El cierre de peluquerías, un desmarque obligó a rectificar el estado de alarma
El 14 de marzo, Pedro Sánchez dio a conocer las condiciones del Estado de Alarma, que mantenía las peluquerías abiertas, considerándolas servicio de primera necesidad.
Al día siguiente, después de la primera conferencia de presidentes telemática, Isabel Díaz Ayuso anunció que esos establecimientos no podrían abrir en Madrid. Su frase, en Telemadrid, fue solemne: "Prefiero que la gente tenga el pelo sucio a que se contagie".
Su presión hizo efecto, el Gobierno rectificó y decidió sacar a las peluquerías de los servicios esenciales.
La primera acusación dura de Ayuso: "El Gobierno requisa mascarillas"
La batalla arreció a los pocos días, con una dura acusación de la presidenta madrileña: "El Gobierno bloquea en la aduana las mascarillas de Madrid". Lo dijo en una entrevista de radio y se lo repitió por carta a Pedro Sánchez.
La respuesta de Sanidad fue que no se habían requisado mascarillas ni ningún otro material sanitario. Pero a partir de ahí, Ayuso emprendió una nueva batalla para gestionar desde el gobierno autonómico la compra de material.
La líder madrileña lo consiguió, anunció la compra de material por más de 23 millones de euros, pero los primeros aviones que fletó se convirtieron en una pesadilla para ella, una "promesa" que nunca llegaba. Los "aviones fantasma" se los llegó a llamar porque nunca llegaban.
El largo progreso hasta la fase 1
La desescalada trajo todo lo contrario -una escalada- en la tensión entre los dos gobiernos y una crisis dentro del autonómico, entre el PP y sus socios de Cs.
Al principio, Ayuso insistía en que Madrid no estaba preparada para pasar a la fase I en la primera de las tandas. Mientras ella hacía esas declaraciones, su vicepresidente, de Ciudadanos, Ignacio Aguado, decía lo contrario.
Finalmente, tras una larga reunión del Consejo de Gobierno, la comunidad decidió solicitar el cambio y presentó un informe ante Sanidad que hizo dimitir a la directora general de Salud Pública Yolanda Fuentes, que no veía las condiciones.
La crisis interna fue en balde, porque el ministerio de Salvador Illa lo denegó, para enfado de Isabel Díaz Ayuso que denunció discriminación, ataque político, acusó a Sánchez de llevar Madrid a la ruina y reclamó los datos en que se había basado Sanidad para rechazar el cambio de fase de Madrid, habiendo permitido otros, como el de País Vasco "con peores datos".
Las residencias
Lo ocurrido en las residencias de ancianos –por la gravedad del asunto- ha sido el más escabroso de los roces entre Ayuso y el gobierno central, en este caso con el vicepresidente segundo, Pablo iglesias.
El líder de Podemos dijo que había sido un “escándalo” si no “un crimen” lo ocurrido en los centros de mayores de Madrid. Ayuso reaccionó airada acusándole de no haber “hecho nada” desde su responsabilidad de vicepresidente de Asuntos Sociales.
Fue el tiempo de la polémica sobre el “mando único” que, según el entorno de Ayuso descargaba la responsabilidad de la gestión de las residencias en la administración central. El Gobierno hizo ver que las comunidades autónomas habían mantenido en todo momento sus competencias en este ámbito, y que en ningún documento oficial estaba escrito que se limitaran sus responsabilidades. En Madrid, según acreditaron diversos documentos, se ordenó no hospitalizar a ancianos con determinadas patologías.
Las conferencias de presidentes
Más allá de las desavenencias con algunos colegas de otras autonomías en cada reunión, Isabel Díaz Ayuso ha dejado clara, una y otra vez, su distancia con las conferencias de presidentes telemáticas celebradas los fines de semana.
En casi todas sus comparecencias posteriores a esos encuentros, Ayuso tenía mensajes de queja. El último, hace una semana por el "trato de favor a Euskadi" y porque según dijo "cuando llegamos, los fondos de la UE para la reconstrucción ya estaban repartidos".
Pero más allá del fondo las formas hicieron patente su posición: el 12 de abril llegó dos horas tarde, porque venía de recibir, foto incluida, a un avión con mascarillas; en la del 26 de abril se levantó a las dos horas del inicio para ir a la misa por las víctimas de la COVD-19 en La Almudena; en la última, la de La Rioja, que estuvo presidida por el rey, pidió que fuera por videoconferencia.
Y así suma y sigue. Los anteriores son solo los grandes hitos. Además están las cargas de baja intensidad con las que la presidenta ha querido marcar siempre distancias con Moncloa: sus reclamaciones por un homenaje a las víctimas; su condescendencia con las protestas callejeras de Núñez de Balboa, que ponían en riesgo la distancia social; la ‘fiesta’ por el cierre del hospital de Ifema… Más recientes aún son sus críticas por la “ausencia” de Sánchez o Iglesias en el funeral de la Almudena (Carmen Calvo representó al ejecutivo) o su idea de la ‘cartilla de inmunidad’ sin el visto bueno de Sanidad.
Cuando no ha sido por una cosa, ha sido por otra. Siempre Ayuso versus Sánchez. Como leitmotiv con el que la presidenta madrileña se diría que ha venido a construir su perfil político. Ayuso se ha exhibido a sí misma como el rostro más combativo del PP, con partidarios y detractores de semejante estrategia dentro de su propio partido.
En el Gobierno, el presidente se ha autoimpuesto mirar para otro lado, por aquello de no bajar al ‘barro’ político con el país viniéndose abajo. Pero ni el ejecutivo ni el PSOE han renunciado al cuerpo a cuerpo. Ayuso se las ha tenido, y de aquella manera, con Iglesias. Por parte socialista, ha sido la portavoz parlamentaria Adriana Lastra la que ha ‘utilizado’ Madrid –precisamente la gestión de Ayuso, en especial lo de las residencias- para salir al paso de las críticas de la propia Ayuso y del PP en su conjunto.
Como curiosidad del caso, el ‘estilo Ayuso’ ha tenido un efecto colateral. Más que minar al que para ella es su principal rival, el presidente del Gobierno, ha generado la sensación entre los socialistas de que su portavoz en la Asamblea de Madrid, Ángel Gabilondo, no responde a los estándares de dureza que emplea la presidenta. Tanto es así, que a mediados de julio decidieron ponerle como portavoz adjunto a José Cepeda, un histórico dirigente curtido en mil batallas. Una apuesta por una oposición más contundente, más al ‘estilo Ayuso’.