La estrategia suicida de Rivera


El líder de Ciudadanos ha buscado desde el 28-A rebasar al PP pero ha fracasado estrepitosamente.
Su partido ha ido acumulando dimisiones de pesos pesados de su formación que advertían del error, pero Rivera no hizo caso.
Rivera dimitió la noche electoral pero lo ha anunciado al día siguiente. No ha querido aferrase al cargo después del hundimiento de su partido el 10-N. La decisión le honra. No es el primero que lo hace. Suarez lo hizo en 1991 tras el descalabro del CDS y Almunia, la misma noche de su derrota en 2000.
Rivera deja también el acta de diputado y se retira de la política citando a Obama: “Si para ganar tienes que dividir a la gente, tendrás un país ingobernable.” Él no ha ganado pero el país se queda muy cerca de lo que Obama vaticinaba.
Rivera ha sido víctima de una estrategia nefasta. Se emborrachó de expectativas el 28-A. Vio al PP a tiro y fue a por él. Estaba a sólo 9 escaños y 220.000 votos de convertirse en líder de la oposición. Tan pocos parecían que aquella noche ya se autoproclamó líder de la oposición aun sabiendo que no lo era. Había comenzado un sorpasso suicida.
La diferencia real entre PP y Cs se pudo comprobar al mes siguiente, en las elecciones municipales. El PP sacó a Cs 3,2 millones de votos. Fue el partido más votado en 2.948 municipios. Cs lo fue solo en 150. El PP sigue siendo un partido muy consolidado, con mucha implantación en toda España, incluso en sitios donde ya no saca representación apenas, como en el País Vasco. Ciudadanos vivió un espejismo en abril. El PP se vio por fin muy castigado por la corrupción y el partido de Rivera se convirtió en un voto refugio. El resto lo hizo la Ley D´hont. Arañó el tercer escaño en muchas provincias y casi alcanza al PP. Algo parecido le ha ocurrido en estos comicios a Vox, que seguro que está estudiando lo que le ha pasado a Cs en estos meses para evitar el mismo final.
Rivera se empeñó en no facilitar el Gobierno. En realidad no hizo otra cosa que lo que había prometido, pero se le fue la mano. Un líder político también tiene que saber cuándo cambiar de estrategia si ve que su camino le lleva al precipicio. Pero lo vio todo el mundo menos él.
Se negó a reunirse con Sánchez. Ridiculizó su propuesta hablando de plan Sánchez y de banda a quienes les apoyaran. Se extremó y eso no le pareció bien a su electorado y a un ala importante del partido: Manuel Valls, Toni Roldan, Xavier Pericay, Javier Nart, Francisco de la Torre… Las salidas no eran ni pocas ni poco relevantes, pero fueron desoídas por Rivera. Nadie entendía su empecinamiento excepto sus fieles, que en privado sí mostraban cierta preocupación aunque pensaban que a última hora remontarían.
Y a última hora, Rivera intentó frenar las elecciones. Se sacó de la manga una propuesta contrarreloj que sonó más a excusa en el relato que a intención real de desbloqueo. No fue tenida en cuenta por nadie. Sánchez, Casado y Abascal olían sangre y se disponían a merendarse la naranja. No ha habido piedad.