Tres protagonistas del 23-F, entonces y ahora: Juan Carlos I, Tejero y Núñez Encabo


Juan Carlos I, el rey, se encuentra en Emiratos Árabes mientras la Fiscalía decide si presenta un querella contra él
Tejero, el golpista, vive a caballo entre Madrid y Mälaga, su última aparición fue para protestar por la exhumación de Franco
Núñez Encabo, el último diputado que votó aquel día, es catedrático en la Universidad Complutense y preside la Fundación Antonio Machado
Juan Carlos de Borbón, Antonio Tejero, y Manuel Núñez Encabo son tres de los muchos nombres que quedaron ligados al golpe de Estado fallido del 23-F como protagonistas de aquel día. La lista es larga, pero cada año esa lista de protagonistas vivos se va reduciendo.
En el día del 40 aniversario, repasamos el "entonces" y el "ahora" de estos tres protagonistas: el último que votó aquel día de investidura de Leopoldo Calvo Sotelo; el que lo interrumpió entrando a tiros en el Hemiciclo; y el que paró los planes golpistas.
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Juan Carlos I, el monarca que paró el golpe, ahora emérito y en Emiratos Árabes
Con poco más de cinco años en el Trono, Juan Carlos I se enfrentó esa noche a su primer discurso "complicado" y decisivo. En sus manos estaba, -el 23-F más que nunca- una transición todavía débil e inestable y de lo que dijera dependía el futuro de la democracia. Con un breve mensaje de dos minutos, Juan Carlos I se puso del lado de la Constitución y abortó la intentona con estas palabras:
- ... Ante la situación creada por los sucesos desarrollados en el palacio del Congreso, y para evitar cualquier posible confusión, confirmo que he ordenado a las autoridades civiles y a la Junta de Jefes del Estado Mayor que tomen las medidas necesarias para mantener el orden constitucional dentro de la legalidad vigente.(...)La Corona, símbolo de la permanencia y unidad de la Patria, no puede tolerar en forma alguna acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referéndum.
Su discurso, grabado a medianoche y emitido a una de la madrugada, le dio el sello de hombre "clave para la transición" y le avaló a nivel nacional e internacional como el rey que necesitaba aquella España postfranquista. Tenía 43 años y le quedaban más de 30 como rey, los últimos con problemas de imagen.
Cuarenta años después, Juan Carlos I ya no es el jefe del Estado y tiene otros problemas. Desde el 3 de agosto de 2020 está en Emiratos Árabes a la espera de que la Fiscalía decida si abre una investigación contra él en el Tribunal Supremo por tres causas diferentes, relacionadas con sus negocios y la evasión de impuestos.
Conforme la transición y el 23-F se fueron alejando en el tiempo, llegaron otras realidades, otros problemas y otros discursos "complicados". Con su yerno Iñaki Urdangarin a las puertas de una imputación, el 24 de diciembre de 2011 tuvo que pronunciar una frase para la historia: "La Justicia es igual para todos", algo que después muchos se preguntaron cuando salieron sus negocios a la luz, porque él es inimputable por todo lo ocurrido durante su reinado.
Después llegó la famosa cacería de elefantes en Botsuana, donde se rompió la cadera y se constató su relación con la empresaria Corinna Larsen. Aquello fue en 2012, y en 2014 abdicó en su hijo Felipe VI, que ahora es el que tiene que hacer frente a discursos "complicados".
Las conversaciones entre Corinna Larsen y Villarejo, en las que ella le acusaba de tener dinero en el extranjero y de cobrar comisiones por intermediar para el AVE a la Meca fueron el inicio de la investigaciones a Juan Carlos I, que acabó marchándose a Emiratos Árabes, lejos de los focos, y de su familia, pero no libre de la crítica.
Está por ver qué decide la Fiscalía del Supremo y si hay consecuencias penales para él. Las otras, las que tienen más que ver con su paso por la historia, ya son una realidad. Las referencias a los últimos años emborronan el otro capítulo, el de hombre "fundamental para la transición", que prácticamente nadie cuestiona.
Antonio Tejero, el ejecutor del 23-F, el condenado por rebelión que sigue apareciendo
Su tristemente frase "Quieto todo el mundo, ¡al suelo!", y los tiros con los que irrumpió en el hemiciclo, asustaron a todo un país que tenía demasiado fresco el recuerdo de la dictadura de Franco.
Tejero ya había procesado y condenado en 1979 por otro intento de golpe de Estado que no llegó tan lejos, la Operación Galaxia, así que el 23-F no era sino la confirmación de su desprecio por la democracia y la Constitución.
Pero en 1981, Antonio Tejero llevó ese desprecio al máximo: pegó tiros, gritó, amenazó a los diputados; y zarandeó a Manuel Gutiérrez Mellado, todo un general y en ese momento vicepresidente del Gobierno, que se oponía a las intenciones del teniente coronel que tenía la misión de devolver España a las sombras de la dictadura. Por aquello fue condenado a 30 años de cárcel por rebelión militar junto al teniente general Milans del Bosch y al general Alfonso Armada, los otros principales responsables del alzamiento.
Tras ser llevado a prisión, Tejero dedicó su espera entre rejas a formar un partido político "Solidaridad Española". Con él, intentó volver a entrar en el congreso, esta vez por la vía de las urnas de 1982, las primeras de la democracia. Pero los votos le volvieron a parar los pies en seco: sólo consiguió 28.451, que suponían el 0,14% del total de sufragios.
En el 83 fue condenado a 30 años de cárcel por rebelión militar, aunque en el 93 ya consiguió el tercer grado y en diciembre del 96 salió en libertad condicional. Los 13 años que estuvo en la cárcel los empleó, tras el fracaso en las elecciones, en licenciarse en Geografía e Historia, aprender idiomas, a pintar y escribir sus memorias.
Tejero, el último de los procesados en salir de prisión, vive entre Madrid y Torre del Mar, en Málaga. Está casado, tiene seis hijos y de cuando en cuando reaparece en escena. En 2006 escribió una carta a un periódico para criticar el Estatut de Cataluña y en 2012 presentó una denuncia contra el expresident de Cataluña Artur Mas por provocación, conspiración y proposición para la sedición.
Según se supo en 2014, Tejero nunca ha dejado de celebrar el aniversario del 23-F junto a uno de sus hijos y algunos compañeros de la hazaña. La información no era sorprendente, pero el lugar elegido, el cuartel de Valdemoro, sí que lo era.
La última vez que se le vio fue en el traslado de los restos de Franco al cementerio de Mingorubio. El 24 de octubre de 2019 llegó a las puertas de ese cementerio en la localidad madrileña de El Pardo, para sumarse a los que se oponían a la exhumación del cuerpo del dictador. En aquella ocasión, fue recibido como un héroe por muchos de los presentes.
Antes, había escrito al papa para pedirle que interviniera y evitara que los restos de Franco salieran del Valle de los Caídos con el argumento de que el Gobierno "intenta destruir todo lo sagrado".
Manuel Núñez Encabo, el último diputado que votó, profesor en la Complutense
En 1981, Manuel Núñez Encabo era el menos conocido de nuestros tres protagonistas. Diputado del PSOE por la provincia de Soria, su nombre fue lo último que se escuchó en el Hemiciclo el 23 de febrero de 1981 antes de la entrada de Tejero. Le tocaba decir sí o no a la investidura de Calvo Sotelo y aunque llegó a pronunciar su negativa, apenas se escuchó porque los gritos del teniente Coronel taparon su respuesta.
Núñez Encabo siempre ha contado que tras los primeros momentos de miedo, con guardias pasándole por encima, pensó en otro soriano, Antonio Machado. El día anterior se habían cumplido 42 años de la muerte del poeta, que para él representa el ejemplo "en contra del enfrentamiento de las dos Españas".
En 2021, su nombre sigue siendo menos conocido que los de Juan Carlos I y Antonio Tejero, pero en todos estos años su actividad ha sido frenética. Tras el 23-F, siguió como diputado en las Cortes hasta 1993, siempre por Soria y en Partido Socialista.
El escaño en Madrid lo compaginó con otro en Europa, donde por ejemplo, presidió la Subcomisión de Medios de Comunicación del Consejo Europeo.
A sus ochenta años, Manuel Núñez Encabo escribe en distintas publicaciones y da clases de derecho en la facultad de Ciencias de la Información de Universidad Complutense de Madrid. Su actividad sigue siendo frenética. Es miembro activo del Ateneo de Madrid; y del Consejo Económico y Social. Precisamente para dedicarse a todas esas actividades, hace seis años dimitió como presidente de la Comisión de Arbitraje, Quejas y Deontología del Periodismo de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE).
Pero hay otro cargo al que sigue ligado y que tiene mucho que ver con sus pensamientos durante el 23 de febrero de 1981. Núñez Encabo es el presidente de la Fundación Española Antonio Machado, uno de sus héroes y de los héroes de la democracia, que hace 40 años corrió serio peligro a manos de Tejero y los suyos.
Suárez, Armada, Gutiérrez Mellado, Carrillo, Fraga, Calvo Sotelo...
Cada uno de los diputados y trabajadores presentes en el Congreso aquel día tiene su propia historia y sus propios recuerdos. Pero cuarenta años después, muchos han fallecido.
Adolfo Suárez, el otro piloto de los primeros años de la transición y todavía presidente aquel día, murió en 2014, tras varios años aquejado de alzheimer. En sus últimos años, probablemente él no recordaba quién era, pero tras su fallecimiento quedó claro que el resto sí lo recordaban.
Santiago Carrillo, uno de los poquísimos diputados que no se echó al suelo, también falleció en el año 2012, a los 97 años de edad. Contaba el líder del Partido Comunista, que cuando escuchó y reconoció a Tejero, pensó que ese podía ser el último día de su vida, y que mantuvo el tipo porque "no quería que se rieran de él". Consiguió el objetivo y además vivió muchísimo más, ya fuera de la clandestinidad que había sufrido antes.
Manuel Gutiérrez Mellado fue otra de las caras de aquel día. General de división y entonces vicepresidente del Gobierno, abandonó el escaño para encararse con Tejero y ordenarle que parara lo que estaba haciendo. El teniente coronel golpista no sólo se negó, sino que comenzó a disparar al techo, bajó de la tribuna y zarandeó al vicepresidente que tenía por entonces setenta años. Aquel día se llevó los empujones de Tejero, pero en la siguiente sesión, fue recibido por sus compañeros del Congreso como todo un héroe. Murió en 1995 en un accidente de coche.
Leopoldo Calvo Sotelo, el hombre que iba a ser investido presidente aquel día, en segunda votación, tuvo que esperar hasta una tercera, el día 26. Su Presidencia fue corta, la previa al Gobierno de Felipe González de comenzó a finales de 1982. Antes de dejar la presidencia, le tocó lidiar con otro intento de golpe de Estado: la conspiración golpista para el 27 de octubre de 1982, el día antes de las primeras elecciones de la democracia, menos conocido pero también fracasado. Leopoldo Calvo Sotelo murió en el año 2008.
Manuel Fraga se enfrentó a Tejero ya en la mañana del 24 de febrero: "Yo ya no aguanto más, disparen contra mí", les dijo el exministro, que ese día había anunciado una abstención en la investidura de Calvo Sotelo y que la cambió a un sí, el día 26. A fraga también le quedaba por delante una larga vida, que además estuvo ligada a la política durante muchos años, como diputado, como presidente de la Xunta de Galizia y en la última etapa de su vida, como presidente de honor del PP. Murió en 2012 a los 89 años.
Ni Armada ni Miláns del Bosch, dos de los principales precursores del 23-F siguen vivos. Armada, condenado a 30 años de cárcel, fue indultado en 1988 por problemas de salud, aunque no murió hasta 1988. Con la misma condena que Armada y Tejero, Jaime Miláns del Bosch fue indultado por su avanzada edad, sin arrepentirse, en 1990, y falleció en 1997.