Terremoto en la derecha española: Casado y Arrimadas se la juegan


La derecha española vive su mayor convulsión desde que el PP se resquebrajó a partir de 2015
La política madrileña entra en un momento venezolano. La presidenta Ayuso convoca elecciones y disuelve la Asamblea. La oposición replica que la legislatura sigue vigente y lo que toca votar ahora son las mociones de censura presentadas contra Ayuso después de conocer la convocatoria electoral.
El Gobierno de la Comunidad de Madrid dependen de dos decisiones separadas por cuatro minutos. ¿Llegaremos a ver, como en Caracas, una Asamblea con los escaños del PP vacíos y la oposición eligiendo una nueva presidenta o presidente?
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Mientras se resuelve el galimatías, las ondas sísmicas del terremoto murciano han atravesado en diagonal la península y se han sentido hasta en Valladolid. Son el primer movimiento de placas en la reconfiguración de la camaleónica derecha española. Más dudoso es saber si el camaleón encontrará el cuerpo y color óptimo que le permita competir con posibilidades en las futuras elecciones generales.
Casado sabe -y si no, Aznar se lo recuerda un día sí y otro también- que no llegará a la Moncloa sin restaurar la unidad política de la derecha. Independentistas aparte, la derecha viene a sumar más o menos los mismos votos que el bloque de la izquierda, pero el sistema electoral castiga la división partidista.
Ahora los amagos de fusión entre PP y Ciudadanos se han transmutado en desconfianza, cuando no pelea a muerte. Ciudadanos pelea por su supervivencia y el PP por los votos de Ciudadanos mientras Vox crece por su extrema derecha. Los resultados en Cataluña han activado el movimiento de piezas.
La jugada es arriesgada para ambos jugadores. Arrimadas debería mirarse en el espejo y la agonía del CDS en la primera mitad de los 90. Y Casado en el destino de Hernández Mancha.
El líder del PP tenía la difícil misión de unir la derecha. Si a la pérdida de Murcia se suma la de Madrid por un error de cálculo -las elecciones anticipadas las carga el diablo-, tal vez de la mudanza de la calle Génova no sólo salgan los muebles, también los que se sientan en las sillas.