Las órdenes de los narcos a trabajadores corruptos del Puerto de Barcelona: “No queremos riesgos, estate atenta"


El super-cártel desarticulado por la Guardia Civil contaba con gruistas, estibadores, informáticos y personal de seguridad a sueldo para sacar la droga del puerto
“¿Has visto algo? ¿La lata sigue en vigilancia?” preguntaban a su contacto en la Seguridad del puerto para saber cuándo podían acceder a la droga
Los organizadores de la extracción de la droga perdieron casi un millón de euros con el decomiso de Aduanas y la Guardia Civil
“La han parado. Sale que la han parado”. Era 6 de abril de 2020 cuando los narcos que formaban presuntamente la red más importante desarticulada en Europa, encargada de meter un tercio de toda la cocaína que se distribuye en el continente, se enteraban de que los agentes Guardia Civil y Aduanas habían decomisado su cargamento, con 698 kilos de cocaína ocultos en un contenedor que viajaba desde Panamá.
Sobre el terreno y según la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, había preparando un dispositivo de extracción para sacar las 20 bolsas de deporte que escondían la droga del Puerto de Barcelona sin ser detectados. Ese operativo, según la misma fuente, estaba coordinado por un presunto capo búlgaro llamado M. Mirchev, conocido con el alias de M&M, y que trabajaba con cuatro subalternos. Cuatro personas vinculadas con el Puerto de Barcelona que mantenían sus conversaciones por teléfonos seguros y bajo identidades opacas a nombre de Harris, Gerarbulter, Insisibleraben y Grapespeaker.
Así, el 30 de marzo, el líder del clan búlgaro habla con su hombre sobre el terreno, apellidado Balevski. Han hablado con sus contactos en el puerto y está todo preparado, pero su mujer en la seguridad de la instalación, que controla el acceso a la terminal desde la puerta, trabaja ese día en turno de mañana. “El gruista no puede cambiar el turno tan rápido”. Poco después el presunto narco advierte a su jefe de que, si “la lata”, en referencia al contenedor, no llega al día siguiente, “hay un 99% de posibilidades” de perderla.
El clan trabajaba con el método del gancho ciego; un contenedor se “preña” en origen con una gran cantidad de droga y se oculta entre mercancía legal. Cuando llega al puerto de destino, otro equipo saca rápido la droga y vuelve a cerrar el contenedor sin que sean detectados. Para ello, hace falta una operación coordinada con personal dentro del puerto: un gruistas para mover el contenedor, estibadores que accedan al contenido y personal de seguridad que permita la entrada y salida de los vehículos donde se transporta la droga.

Un camión con entrada legal y estibadores "de confianza"
En este caso, la organización contaba con una empleada corrupta que trabajaba en la seguridad del Puerto de Barcelona. Suya era la labor de dejar pasar los coches o camiones que entrasen a por la droga sin hacer preguntas, además de comprobar que el contenedor estaba libre de vigilancia. En muchas ocasiones, los narcos emplean camiones de transporte de mercancías que tienen que acceder a las instalaciones con la excusa de participar en otro transporte legal: “I. le dice a C. que ya tiene un camión con un contenedor vacío para acceder a la terminal Best para el lunes, respondiendo C. que él había conseguido otro para la terminal TBC, pero que tenía que volver ese mismo día, preguntando si el camión de Best puede entrar en la otra terminal y decir que se había equivocado”, reflejan los informes de los investigadores. “Respondiendo I. de forma positiva e indicando que “la chica les abrirá” para salir”.
Según sus propias conversaciones, el clan contaba con un gruista llamado Jaime, que en esos momentos estaba de baja por lo que, aunque tenía capacidad para entrar en la terminal con su tarjeta de seguridad, “no estaba dispuesto a asumir el riesgo de acceder al recinto portuario estando de baja”, reflejan los informes de la Guardia Civil. Además, el encargado de contactar con trabajadores del puerto, ex empleado de la instalación, asegura que cuenta entre sus colaboradores con otros dos estibadores “de confianza”.
“C. le dice a I. que ha estado reunido con un estibador llamado Jordi, que el lunes iba a estar en la terminal Best, pero que si necesitaba todavía de sus servicios cuando le corresponda trabajar en TCB le podía hacer el trabajo”, explican los informes de la UCO. “De momento no tenemos nada, los tuyos no saben si van a currar en TCB y este tampoco”. Después, los investigados quedan en pasar el número de contenedor a su contacto en la seguridad del puerto “para que nos lo mire todo”.

“Ve con mucho cuidado y no abras a nadie”
Según los documentos consultados por NIUS, la trabajadora del Puerto que se ocupaba de los servicios de acceso tenía también su propio teléfono cifrado, que operaba con el sobrenombre de Grapespeaker. “Llévate mañana el teléfono al trabajo”, le dice el coordinador de la descarga un día antes de que el barco llegue a puerto. Esa misma noche, la chica recibe una foto con el código del contenedor que debe consultar en la base de datos portuaria.
A las 5:45 de la mañana, los capos ingleses que organizaron el envío preguntan a sus socios búlgaros por el contenedor, contestando estos que “la lata” la tiene la UAR, la Unidad de Análisis de Riesgos que forman de manera conjunta agentes de la Agencia Tributaria y de la Guardia Civil, que está frente a la oficina de Aduanas (posición S73 06 001) y que en el sistema aparece bloqueado. Añaden además que en el servidor aparece un número de precinto diferente al que tenía cuando salió de Panamá. Y era cierto, ya que hacía ya una semana que los agentes ya habían requisado casi 700 kilos de cocaína de su interior, y cerrado el compartimento de nuevo en una revisión rutinaria en el Puerto de Valencia.
Una hora después, los datos de identificación del contenedor son trasladados a la mujer que la red tiene infiltrada entre la Seguridad del puerto para que haga “una foto” y revise si “ese bloque es de vigilancia”. Es decir: si los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado pueden estar controlando el contenedor para ver si alguien se acerca. La respuesta de su contacto fue: “Sí”. Entonces, los presuntos narcos alertan a su colaboradora para que se ponga de perfil y no participe en el operativo de extracción. “Ve con mucho cuidado mañana de no abrir a nadie. Creemos que alguien quiere hacer ese contenedor y se la van a jugar. Nosotros nos hemos desentendido, no queremos arriesgarnos a nada. Solo que vayas con cuidado y no te salpique a ti por la cara”.

Cerca de las 10 de la mañana, los organizadores de la descarga vuelven a preguntar: “¿La lata sigue en vigilancia?”. La respuesta, la misma: “Sí, misma posición. Sigue ahí”. Además, la empleada del puerto remite varias capturas de la información que aparece en la base de datos del propio puerto, que es trasladada después por conversaciones privadas entre varios de los presuntos narcos participantes. “No ha podido hacer fotos todavía. En cuanto la tenga te las paso”. “Primo ¿la lata cuántos días está en el puerto?” Acto seguido, el considerado líder del super-clan, pide una imagen del precinto y de todos los datos para aclararlo con la gente de “el otro lado”, es decir, para explicar el decomiso a sus socios y proveedores en Sudamérica.
Minutos después, el capo búlgaro que se encargaba de la descarga en España recibió una contabilidad manuscrita de parte de uno de sus colaboradores. Allí aparecían los gastos por 3,2 millones de euros que habían tenido para organizar las extracciones de droga en Barcelona, Cartagena (Colombia), Panamá y Brasil. En la partida decomisada por la Guardia Civil tenían 120 kilos de los 698 decomisados. Así, perdieron 918.480 euros solo en ese golpe.