Bancos, torturas y bolsas de orina: así fue la vida de Casper, el rey del butrón

La UCO infiltró en los 90 a un agente para que mantuviera una relación con la hermana de uno de los miembros de su banda
En Yecla cargaron tanto dinero de un banco que tuvieron que dejar todas las herramientas
Buscó un veterinario para que sacara una bala a uno de los miembros de su banda que quiso matar al abogado Rodríguez Menéndez.
“Hombre señor agente. ¿Todavía está usted en activo?”. La pregunta retumbó en la sala de interrogatorios del cuartel de una localidad cordobesa. A un lado de la mesa, se sentaba detenido Ángel Sánchez Flóres, conocido como Casper. Un ladrón de guante blanco que envolvía una mano de hostias. Al otro lado, tomaba asiento un agente de la Unidad Central Operativa (UCO). Alguien que llevaba más de treinta años tras sus pasos. ¿Qué haces tú aquí Ángel?”. “He tenido que bajar en persona porque se querían reír de mí”, contestó el delincuente. “Ya sabe cómo va esto”.
Unas horas antes, los agentes del cuartel de aquel pueblo cordobés recibieron una llamada, el aviso de una persona que les alertaba de que un sujeto le estaba amenazando con una pistola y le pedía 300.000 euros. En realidad, se trataba del cobro de una deuda, y el amenazado corrió en brazos de la Guardia Civil cuando se enteró de que Casper en persona viajaba desde Madrid a recuperar el dinero. El capo quedó detenido, pero la pistola nunca apareció. Poco después, ingresó en prisión para cumplir 89 años de condena por tráfico de drogas, detención ilegal o torturas. Pero salió antes de tiempo por motivos humanitarios. Angel Sánchez Flores falleció el pasado seis de febrero tras una enfermedad incurable. Murió el rey de los butroneros. Uno de los capos que más trabajo dio a los agentes que luchan contra el crimen organizado.
De tener 5.000 pesetas a hacerse rico en Bélgica
La carrera delincuencial de Casper arrancó en Bélgica, donde se reflejan sus primeras detenciones allá por 1989. “Llegué con 5.000 pesetas a Bélgica y volví rico”, llegó a decir alguna vez a sus colaboradores. Eran los comienzos de la banda de aquel mafioso calvo, pero también el arranque de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. Llegaron los primeros informes que le vinculaban con el narcotráfico internacional y le situaban entre Alicante y Málaga, pero las miradas de los agentes se centraron en un concesionario de coches que Casper había abierto en la calle Gütemberg número 28 de Madrid.
En aquellos años, la lucha ya era desigual. Mientras Casper bajaba desde su casa de Guadarrama en un Porche de alta gama, los agentes trataban de seguir sus movimientos subidos en un Seat Ritmo. Sobre el papel, el taller de coches estaba regentado por un ciudadano árabe de nombre Nordín, pero la Guardia Civil sospechaba que todo estaba controlado por Casper, que había montado allí el negocio para modificar coches y crear en ellos las llamadas caletas: huecos ocultos para esconder y transportar droga. Una técnica habitual ahora pero innovadora hace 40 años.
Durante las pesquisas, los agentes recibieron el chivatazo de que el taller de coches iba a recibir un envío importante, un vehículo que trasladaba una maleta de dinero desde Sevilla para la compra de estupefacientes, procedentes de dos capos locales llamados los hermanos Silva, que operaban entonces en las 3.000 viviendas de la ciudad hispalense. La Guardia Civil entró en la empresa confiando que la información era buena. “Nos anticipamos”, confirma una fuente conocedora del operativo. Al final, encontraron 30 millones en efectivo que poco después tuvieron que ser devueltos al capo al no encontrar pruebas sólidas sobre el tráfico de drogas.

Un ladrón polivalente
Quienes le conocían y sobre todo, quienes le persiguieron, definen a Casper como un delincuente profesional, violento y polivalente, capaz de mantener varios equipos distintos en función de sus actividades delictivas. En el campo del narcotráfico, los agentes sospecharon siempre que su mano estaba detrás del robo del almacén de Farmacia del puerto de Valencia donde las autoridades guardaban 200 kilos de cocaína hace casi 30 años y llegaron incluso a infiltrar a un agente para que mantuviera una relación sentimental con la hermana de un presunto capo en Valencia. El investigado, Antonio Mateo, había tenido un accidente de coche con uno de los vehículos de alta gama de Casper y había quedado parapléjico. Un agente se acercó a su hermana hasta terminar residiendo como su pareja en esa misma casa. Ni con esas consiguieron os datos que buscaban.
Sin embargo, si hubo algo que definió la carrera de Casper fueron los butrones. Su banda era la más especializada del país, con profesionales en varias disciplinas. “Fue el primero en llevar un cerrajero profesional a los golpes, un especialista en lanza térmica, otro en taladros de alto calibre, en alarmas...”, explica uno de sus perseguidores a lo largo de los años.
Los investigadores confirmaron en el año 93 su alta sofisticación y sobre todo, la capacidad de Casper para salir indemne. En esas fechas, la Policía local de Sueca (Valencia) recibió una queja por el importante volumen de ruido y la actividad sospechosa que se realizaba en una nave industrial de la localidad. Los agentes locales rompieron la cerradura y encontraron dentro la infraestructura necesaria para hacer un gran butrón. Había media docena de coches robados de gran cilindrada, lanzas térmicas, una taladradora industria Hilti capaz de hacer agujeros de medio metro de diámetro, ocho sistemas individuales de comunicación con micro y auriculares, herramientas de todas clases y unas bolsas pensadas para que los participantes en el golpe las utilizaran para orinar y no necesitaran salir al exterior durante días.
Pero lo que más sorprendió a los agentes de la UCO, que viajaron a Sueca para investigar el caso fue una pequeña furgoneta modificada. Un vehículo confeccionado con piezas de otros coches con una procedencia imposible de identificar. Dentro, la Guardia Civil encontró un torno para clonar cualquier tipo de llave y cerradura en el momento, además de un monitor de televisión. En él, se proyectaba la imagen de varias cámaras espías repartidas por los distintos ángulos de la chapa del vehículo. Así, los delincuentes eran capaces de vigilar cualquier sucursal bancaria durante días sin ser detectados. Otra técnica habitual en estas fechas pero pionera hace 25 años.
Según ha podido conocer NIUS, el hallazgo se hizo un mes antes antes de Semana Santa por lo que los investigadores sospechan que la banda preparaba un gran golpe en algún banco de Valencia durante los días de fiesta, con las sucursales cerradas. La Guardia Civil monitorizó la zona durante días pero solo logró localizar a un ciudadano belga que accedía a la nave industrial y que fue detenido días después con una cámara oculta en un paquete de tabaco. Una vez más, los agentes sospechan que Casper se quitó del medio.

El cambiazo de cerraduras
En esa época, la banda de Casper empleaba dos métodos distintos para acceder a las sucursales bancarias. El primero se basaba en realizar durante días un butrón que daba acceso al dinero desde alguna zona aledaña. Para ello, los delincuentes utilizaban una taladradora industrial que funciona por raíles, además de lanzas térmicas para vulnerar las posibles planchas de metal que reforzaban las paredes. Eran concienzudos. Daba igual el tiempo que tardasen. Por eso siempre elegían períodos en los que la sucursal bancaria iba a estar cerrada varios días, como las vacaciones de navidad.
Su segundo método era todavía más sencillo: el cambiazo en la cerradura. El sistema consistía en romper la cerradura principal del banco y ser capaces de cambiarla antes de que llegaran los agentes de la Policía. Así, pese a que los agentes acudían a la zona al haber saltado la alarma, al llegar se encontraban con la puerta aparentemente intacta. Lo que no sabían es que la banda de Casper tenía ya la llave de aquella primera cerradura y repetían la operación con la segunda y la tercera. En aquella época, era habitual que tras dos o tres visitas y al comprobar que las puertas estaban intactas, los responsables del banco apagaran la alarma al pensar que se había estropeado. Error. Era entonces cuando los delincuentes podían abrir la puerta con su propia llave y campar a sus anchas hasta
El gran golpe de Yecla
Casper y su banda cumplieron a rajatabla su sistema en el mayor golpe que se recuerda a una sucursal bancaria. Fue en el Banco Popular en Yecla en 1998. En aquellas fechas, los agentes de la UCO le seguían los pasos por la zona de San Juan, donde el capo había abierto varios negocios y entre ellos un prostíbulo. Fue allí donde consiguió la información para centrar su atención en el banco de Yecla, una localidad murciana conocida por su importante industria del mueble, un sector donde se movían importantes cantidades de dinero negro.
Así, Casper y su banda aprovecharon la nochebuena de ese año para acceder a la sucursal bancaria. Pero su objetivo no fue nunca la caja fuerte de la entidad, si no las cajas de seguridad que se alquilan a los clientes, donde se guardan desde joyas a dinero en efectivo sin declarar y sin que el propio banco lleve una contabilidad. En total, los delincuentes se hicieron con el contenido de 89 cajas de seguridad. En ese golpe participa también el que sería su mano derecha en otros palos: Juan Manuel Candela Sapieha, conocido como El Sapo.
Los ladrones abrieron 89 de las 212 cajas de seguridad del banco antes de marcharse. Cargaron tanto dinero que tuvieron que dejar allí la taladradora Hilti que llevaban, valorada en 130.000 euros. Además, tuvieron el detalle de dejar en el suelo la corona de la Virgen del Castillo, que se custodiaba en una de las cajas vulneradas. Todavía hoy se desconoce el montante exacto de lo sustraído, ante la sospecha de que muchos de los afectados no declararon la cifra real de lo que guardaban para evitar investigaciones fiscales.
En el golpe participó otro viejo conocido de Policía y Guardia Civil, Antonio Mateo, el hombre paraplégico que años antes la Guardia Civil investigó con relación al asalto del puerto de Valencia. Mateo falleció en 1999 en un accidente de tráfico cuando conducía un Ferrari. En diciembre de ese año, 16 miembros de la banda de Casper son detenidos por su presunta vinculación con el atraco al Banco Popular de Yecla y condenados después a casi tres años de prisión por los delitos de robo y asociación ilícita.
Poco antes de ser detenido, Casper recibe la llamada de uno de los miembros de su banda, Nacho Rocha, que le pide ayuda al estar herido. Fue detenido en Majadahonda y acusado de intentar el asesinato del abogado Emilio Rodríguez Menéndez. Rocha quería un médico y Casper le buscó un veterinario. Todo valía para sacar aquella bala sin dejar rastro en los hospitales, obligados a informar de este tipo de heridas. En el momento de su detención en Majadahonda y según las fuentes consultadas por NIUS, Rocha llevaba todavía en el coche algunas joyas que los agentes vincularon al golpe de Yecla. Había pasado ya un año.

El robo en casa de Esther Koplowitz
Pero si por algo se distinguió la banda de Casper fue por el robo de obras de arte en casa de la empresaria Esther Koplovitz, cometido el 8 de agosto de 2001. Ese día, dos encapuchados entraron en la vivienda de la aristócrata, le dieron una paliza al guardia de seguridad y se llevaron 19 cuadros de alto valor, entre los que estaba por ejemplo dos obra de Goya, llamadas La Caída y El Columpio, valorados cada uno en 12 millones de euros según las pesquisas.
En apariencia, el asalto fue únicamente un robo perpetrado desde el exterior, pero pronto los agentes de la Policía Nacional pensaron que los ladrones habían recibido ayuda interna. Y así fue, hasta el punto de confirmar que el guardia de seguridad agredido era socio de Casper en una empresa de vehículos de segunda mano llamada Carling Car. En junio de 2002 fueron recuperados 19 de los cuadros cuando Casper y El Sapo trataban de vender las obras en un hotel de Madrid. Tiempo después, el butronero negoció con la Fiscalía para devolver el resto de las obras de arte, que permanecieron durante meses ocultas en un prostíbulo cercano a La Castellana de Madrid. Finalmente el caso se saldó con un año de cárcel para cada uno de los tres implicados.
Sin embargo, fueron los delitos relacionados con el narcotráfico los que le acarrearon la condena más dura. Entre golpe y golpe, Casper y los suyos se especializaron en robar droga a otras bandas rivales. Es lo que en el argot se conoce como un vuelco, un negocio lucrativo si tenemos en cuenta que los afectados no pueden ir a la Policía a denunciar, y especialmente peligroso al tratarse de robos contra clanes del narcotráfico.

En 2016, el Tribunal Supremo confirmó la condena de 89 años para el capo por delitos de asociación ilícita, narcotráfico, torturas, retención ilegal, blanqueo de dinero o lesiones a un testigo protegido. En esa fecha, Casper llevaba ya cuatro años en prisión preventiva, ya que había sido detenido en su casa de Majadahonda en 2011 por orden de la Audiencia Nacional. En el juicio afloró por ejemplo que la banda de Casper secuestró a un confidente de una banda rival, le dio una paliza maniatado, trató de amputarle un dedo del pie con un machete y después le envolvieron la cabeza con cinta aislante para evitar que sus fluidos salpicaran con los disparos. Su objetivo final era localizar unos contenedores con droga que debían salir del puerto de Algeciras para robarlos.
El pasado mes de diciembre, el juez de vigilancia penitenciaria concedió a Casper la libertad condicional al padecer una enfermedad incurable. El pasado 6 de febrero, el rey de los butrones falleció en el Hospital Gregorio Marañon de Madrid falleció a causa de un cáncer que le fue diagnosticado en 2014.