Besos y bailes a través del cristal: el fármaco contra la soledad de los ancianos en residencias

Familiares de los mayores en la residencia Centre Parc de Barcelona saludan y ven a sus seres queridos a través de una cristalera
Temen que la soledad se convierta ahora en un factor que agrave la salud de los mayores
Las restricciones de entrada y salida en muchas de las residencias para mayores de Cataluña no son obstáculo para que residentes y familiares del centro sigan llenando los días de un amor incondicional. Algunos familiares de los mayores que están en la residencia Centre Parc de Barcelona, se han acercado esta mañana para saludar a sus seres queridos desde la calle y volver a verlos, aunque sea a través de un cristal.
Los días siguen haciéndose cuesta arriba para todos aquellos mayores que están en una residencia, pero también para los familiares, que se reinventan para poder disfrutar de pequeños momentos en los que sentirse cerca.
Desde la calle, pero con muchas ganas de seguir sonriendo, un grupo de familiares amenizaba la mañana del domingo con bailes, sonrisas y muchos besos lanzados a través de la cristalera, que les separa de ese abrazo cada día más necesario.
"Es muy triste no poder tener algo más de contacto con mi madre. Algo deberían hacer para podernos acercar algo más a nuestros mayores", sostiene Cristina. Ella, como muchos hijos, echa de menos volver a sentir más cerca a su madre, a la que no ve desde el pasado 12 de marzo.
Su madre, con 94 años, se contagió de coronavirus durante los peores meses de la pandemia. Hoy celebra que haya conseguido superar la enfermedad. Sin embargo, la soledad y la tristeza amenazan de nuevo a la salud de los mayores.
"La veo muy triste. Tiene ganas de hablar y de que estemos cerca. Ellos fueron los últimos en poder ir a un hospital y ahora son los últimos en poder tener un contacto físico. Se echa de menos un abrazo, aunque sea con un traje EPI, que nos pueda aislar. Ahora se está muriendo de pena", cuenta Cristina.
Teresa también ha parado esta mañana frente a la cristalera. Ante su madre, de 92 años, baila, amenizando los minutos. "Si bailo bien me aplaude", explica. Asegura que su madre está bien, según le trasladan las enfermeras, después de haber pasado la Covid-19 sin síntomas. Aún así lamenta que se tenga que ver en esta situación: "Han superado una guerra y una postguerra, y ahora se ven así".
A pesar de que la pandemia ha dejado a estas familias a dos lados distintos de un mismo cristal, les queda el consuelo de seguir parando cada mañana para ver durante un instante a los suyos. Estos hijos, convertidos ahora en padres, seguirán lanzando el mayor de los abrazos desde la calle, mientras esperan el momento en el que puedan volver a sentirse el uno al lado del otro.
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