Apnea del correo electrónico: otro de los males de nuestra era tecnológica

Qué es la apnea del correo electrónico y cómo afecta a nuestro organismo y nuestra salud
Qué tiene que ver la apnea del correo electrónico con el estrés
Qué podemos hacer para acordarnos de respirar de manera más saludable mientras estamos delante de una pantalla
Primer día de trabajo después de 3 semanas de vacaciones. Pongo en marcha mi sistema de conexión en remoto todavía con la legaña pegada. Empiezo a actualizar contraseñas que han caducado o he olvidado y me embarco en la tediosa tarea de revisar mi correo electrónico, que está repleto de mensajes sin leer. Cuando ya llevo un rato absorta en la pantalla, me sorprendo a mí misma frente al ordenador conteniendo a respiración. ¡Horror! ¿Cuánto tiempo llevaré sin respirar?
En ese momento recuerdo que antes de irme de vacaciones dejé unos temas apuntados en mi lista de “artículos por escribir” para abordar a la vuelta…uno de esos temas era precisamente La apnea del correo electrónico: uno más en el extenso repertorio de males del siglo XXI asociados al uso de las tecnologías.
Lo cierto es que la llamada apnea del correo electrónico no es tan moderna como muchos creen. Linda Stone, escritora, consultora y experta en tecnología, habló de ella por primera vez en 2008. Han pasado 12 años de eso y es sorprendente que para muchos siga siendo un concepto desconocido.
Qué es la apnea del correo electrónico
Un buen día, Linda Stone se dio cuenta de que cuando empezaba a trabajar con su ordenador y abría el correo electrónico respiraba de manera superficial, entrecortada y que, en algunos momentos, sin darse cuenta, aguantaba la respiración durante varios segundos. Entonces decidió poner atención a esta conducta de la que nunca antes había sido consciente y se dio cuenta de que la repetía día tras día sin excepción. Se fijó también en que al levantarse de la silla y caminar unos pocos pasos, la respiración era completamente diferente a la que realizaba cuando trabajaba delante de su ordenador.
Durante los siguiente 7 meses, Stone investigó este fenómeno en otras personas usando un dispositivo que medía las pulsaciones y la variabilidad de la frecuencia cardiaca (HRV). Consultó con otros investigadores y expertos: médicos, psicólogos y nuerocientificos, para comprender cómo nos afecta física y psicológicamente el hecho de respirar superficial, entrecortadamente y con apneas intermitentes, es decir, conteniendo la respiración durante varios segundos.
Linda Stone llamó a este fenómeno Apnea del correo electrónico y lo describió como la suspensión temporal de la respiración o la respiración superficial y entrecortada que se produce sin que nos demos cuenta mientras trabajamos (o jugamos) delante de una pantalla. Los resultados de su investigación revelaron que este fenómeno le ocurría al 80% de las personas que estudió. Solo se libró de la apnea del correo electrónico el 20% de los sujetos analizados que, curiosamente, eran personas con perfiles muy característicos, como bailarines, atletas, músicos o pilotos…personas que, por sus profesiones, habían tenido a lo largo de su vida algún tipo de entrenamiento en técnicas de respiración y de gestión emocional.
Qué ocurre en nuestro organismo cuando aguantamos la respiración
Lo cierto es que aún hay pocos estudios científicos específicos sobre cómo se ve afectada nuestra manera de respirar cuando interactuamos con una pantalla, pero la mayoría coinciden en que esta se vuelve superficial, entrecortada y con apneas intermitentes. ¿Hay algo de malo en eso? esa es la pregunta que se hizo Linda Stone. Dado que la mayoría de nosotros pasamos tantas horas delante de un ordenador y dado que la mayoría de nosotros (80%) respiramos de manera superficial, entrecortada y con apneas durante ese tiempo, consideró que sería muy interesante averiguar qué curre en nuestro organismo cuando respiramos de esa manera, independientemente de cual fuera la causa. Sobre ese asunto encontró que sí había mucha evidencia científica.
En un estudio del National Institute of Health (NIH) de EEUU llevado a cabo por Margaret Chesney y David Anderson, se demostró que aguantar la respiración de manera continuada contribuye al desarrollo de enfermedades relacionadas con el estrés. A medida que se compromete el equilibrio de oxígeno, dióxido de carbono y óxido nítrico, se va alterando la bioquímica de nuestro organismo y eso afecta a nuestro sistema inmune, lo cual nos hace más vulnerables ante virus, bacterias y parásitos. También se ve afectado el sistema nervioso: funciones como el aprendizaje, la memoria o la cognición se ven alteradas cuando se rompe ese equilibrio bioquímico.
Cuando aguantamos la respiración o respiramos de manera superficial y entrecortada durante un tiempo prolongado (sea por la causa que sea) nuestro cerebro (a través del nervio vago que se encarga de la conexión bidereccional mente-cuerpo) interpreta que estamos en modo alerta y pone en marcha los mismos mecanismos de lucha o huida que utilizaría ante una amenaza. En ese caso se activaría nuestro sistema simpático: un mecanismo diseñado para que reaccionemos ante una situación adversa que podría comprometer nuestra supervivencia.
Los efectos en nuestro organismo de una respiración superficial, entrecortada y con apneas intermitentes son similares a los provocados por el estrés
El simpático es un sistema muy sofisticado y adaptativo, pero la realidad es que está diseñado para ser activado sólo de manera puntual, ya que mientras está operativo dejan de funcionar otros sistemas y órganos (como el digestivo o el sistema inmune) que, aunque también son de vital importancia, dejan de ser relevantes en ese momento en el que la prioridad es huir o defendernos de una amenaza.
De modo que lo que Linda Stone comprobó es que los efectos en nuestro organismo de una respiración superficial, entrecortada y con apneas intermitentes son similares a los provocados por el estrés. ¿Cuantás horas pasamos al día delante de una pantalla? Según las investigaciones de Linda Stone, cuantas más horas pasamos al día conectados a una pantalla (trabajando, pero también jugando) más horas pasaremos respirando de manera superficial o sumidos en intervalos intermitentes de apneas. Esto significa que, aunque no seamos conscientes de ello, estaremos en modo alerta -es decir, con nuestro sistema simpático trabajando a pleno rendimiento- durante todo ese tiempo. Recordando los resultados de la investigación de Stone esto le ocurre al 80% de la población.
Sí, por suerte es posible evitar la apnea del correo electrónico
De la misma manera que cuando nuestro cerebro advierte que nuestra respiración es entrecortada, superficial y con apeas intermitentes (aunque nosotros no seamos conscientes de ello) interpreta que estamos en modo alerta y por tanto activa el sistema simpático, también ocurre lo contrario: cuando nuestro cerebro advierte que nuestra respiración es pausada y profunda, interpreta que estamos fuera de peligro y en reposo y activa el sistema parasimpático, el que nos permite recuperar el equilibrio y la calma.
Gracias al sistema parasimpático, nuestro organismo regula el ritmo cardíaco y controla la presión sanguínea. También media en el sistema digestivo, lo cual tiene un efecto directo en nuestro sistema inmune, ya que el 80% de nuestras defensas se encuentran en el intestino. El sistema parasimpático también favorece procesos cognitivos tan importantes como la memoria, la atención, la resolución de problemas o la toma de decisiones…es decir, nuestro cerebro trabaja mejor cuando el sistema parasimpático está funcionando.
Ambos sistemas, simpático y parasimpático son autoexcluyentes, es decir no pueden estar activos al mismo tiempo. De manera que una de las formas que propone Linda Stone para evitar la activación del sistema simpático (el del estrés) en el momento de ponernos frente a una pantalla, es activando de manera voluntaria y consciente el sistema parasimpático (el de la calma y la relajación) a través de la regulación de nuestra propia respiración. Sería algo así como “engañar” a nuestro propio cerebro introduciendo de manera intencionada una respiración más profunda y pausada y haciéndole creer que estamos en modo calma, para que nuestro sistema parasimpático se active y como consecuencia se desactive el simpático.
Tomar conciencia de cómo respiramos
Tal vez usted tenga la suerte de formar parte de ese 20 % de la población que no sufre apnea del correo electrónico o que no respira de manera superficial y entrecortada cuando está expuesto a una pantalla. Pero si por el contrario usted forma parte del 80 % restante, sepa que hay una manera de evitar este mal silencioso de nuestra era tecnológica.
Siguiendo los consejos de Linda Stone, para evitarlo solo tenemos que hacer dos pequeñas cosas:
- Lo primero sería tomar conciencia de cómo respiramos cuando nos sentamos ante el ordenador. Ante la posibilidad de olvidarnos de hacer este sencillo trabajo de auto-exploración podemos ponernos una alerta que nos lo recuerde en el momento de encender el ordenador o a los pocos minutos de empezar a trabajar.
- Una vez que hayamos tomado conciencia de que nuestra respiración es efectivamente entrecortada, superficial y con numerosas apneas, debemos cambiarla intencionadamente por una respiración más profunda: dejando que se hinche todo el abdomen e introduciendo un ritmo más pausado y constante durante el mayor tiempo posible.
Es muy probable que a los pocos minutos de haber establecido un ritmo profundo y lento en la respiración nos volvamos a olvidar de ella y, sin que nos demos cuenta, esta vuelva a ser superficial, entrecortada y con apneas intermitentes…más que nada porque ¡es difícil trabajar y estar concentrados en la respiración al mismo tiempo!
Por eso, otra de las recomendaciones de Linda Stone es que establezcamos pausas de 5 minutos aproximadamente por cada hora que estemos trabajando delante del ordenador.
Aprender a respirar adecuadamente mientras trabajamos frente a una pantalla es tan importante o más que adoptar una postura que no nos dañe la espalda, el cuello o la vista. Aunque cueste, aunque nos dé pereza, aunque creamos que nos descentran, la realidad es que esas pausas de las que habla Linda Stone, nos permiten hacer una nueva toma de conciencia sobre cómo estamos respirando y nos garantizan que, al menos durante ese corto periodo de 5 minutos, estaremos respirando de una manera más saludable. Y eso también repercutirá positivamente en nuestro rendimiento y en nuestra capacidad de concentración.