¿Es lo mismo la crianza respetuosa que educación democrática?, ¿qué tienen que ver ambas con la disciplina positiva de la que tanto se habla últimamente?
Muchos padres tienen este tipo de dudas y no es de extrañar dado que cada vez surgen más modelos de crianza alternativos -metodologías basadas en coaching, inteligencia emocional o mindfulness- cuyos creadores o impulsores nos presentan siempre como si fueran la panacea.
Entonces ¿cuál es realmente la metodología buena? Porque...menudo lío -pensarán algunos-. Los expertos en educación, psicólogos, pedagogos, pediatras y neurocientíficos nos bombardean cada vez con más herramientas para que seamos los padres perfectos y, al final, esto no deja de generar en muchos de nosotros cierta presión e incluso rechazo.
Se da una situación muy paradójica: muchos padres sienten que necesitan herramientas y pautas para educar a sus hijos, sin embargo estas metodologías suelen presentar unos ideales que casi ningún padre se siente capaz de cumplir.
Lo mismo ocurre en el terreno de los centros educativos: Montessori, Waldorf, Inteligencias Múltiples, neuroeducación… algunos expertos aseguran que esta proliferación de métodos es simplemente el reflejo del grado de desorientación que se vive en la actualidad en el mundo de la enseñanza.
No es objetivo de este artículo hacer una crítica a ninguno de estos métodos en concreto ni defender alguno específicamente. El objetivo es aclarar un error de concepto que es lo que muchas veces produce tantas dudas en muchísimos padres.
De manera muy simple, para entendernos, podemos resumirlo así: los métodos educativos son los enfoques científicos que se desarrollan en los centros escolares. Integran un conjunto de principios, descripciones de las actividades y herramientas y normalmente un sistema de evaluación.
Los métodos educativos (algunos más desarrollados que otros, algunos más probados que otros) casi siempre se diseñan en función de un determinado estilo. De modo que es aconsejable que los padres elijan para sus hijos un método educativo escolar que sea coherente con el estilo de crianza familiar.
Según explican las expertas en psicología evolutiva y de la educación Maria del Carmen Moreno y Rosario Cubero, autoras de Relaciones sociales: familia, escuela, compañeros.Años preescolares, el estilo de crianza tiene más que ver con la tendencia de los padres que, a su vez, vendría determinada por el tipo de interacciones que se dan entre los miembros de una familia. Y el tipo de interacciones cambia en función de ciertas variables.
Esta dimensión se refiere a la habilidad de los padres de crear un ambiente en el que sea posible explicar de manera razonada las normas y las decisiones que se toman teniendo en cuenta el punto de vista de los demás. Esta dinámica permite compartir problemas, conflictos, dudas y sentimientos.
Hay muchos padres que tratan a sus hijos como adultos en miniatura. Les exigen comportamientos para los que no existe soporte fisiológico todavía porque no hay suficiente madurez cerebral. Esto puede provocar ansiedad en los hijos.
Sin embargo, los padres que poseen expectativas realistas y optimistas sobre sus hijos, los que confían en sus posibilidades y los ayudan para que puedan ser más competentes, contribuyen de manera más eficaz a su desarrollo.
Aquí es conveniente recordar que no hay ninguna relación directa entre expectativas de los padres y la capacidad de los niños. Más bien -explican Cubero y Moreno- lo que ocurre es que las expectativa elevadas contribuyen a que se proponga a los hijos experiencias más enriquecedoras, retos más interesantes que pueden contribuir a 'estirar' sus competencias de manera progresiva.
Esta dimensión modula todas las demás dado que no es lo mismo ejercer el control con firmeza pero en un contexto cálido y afectuoso, que ejercerlo de la misma manera en un contexto frío.
La combinación de todas estas dimensiones es lo que al final marca la tendencia en el modo de actuar de los padres, es lo que determina cuál de estos tres estilos educativos es el nuestro.
El estilo autoritario vendría marcado por las prácticas educativas en las que los padres ejercen un fuerte control sobre la conducta de sus hijos con una gran exigencia de madurez en un ambiente poco comunicativo y en el que hay pocas manifestaciones de afecto. Este estilo tiende a fomentar una baja autoestima en los hijos y una fuerte dependencia de los padres que puede venir acompañada de emociones de tristeza e insatisfacción.
El estilo permisivo está marcado por prácticas educativas en las que se ejerce poco control, hay poca exigencia de madurez en un ambiente comunicativo rico y con muchas manifestaciones de cariño y afecto. Hijos de padres permisivos suelen tener también una baja autoestima, poco control sobre ellos mismos e inmadurez.
El estilo educativo democrático, está marcado por prácticas educativas en las que se combina un elevado grado de control y una exigencia moderada de madurez en un ambiente bastante comunicativo y afectuoso. Este estilo favorece la autoestima de los hijos y contribuye a su buena autorregulación y progresiva autonomía.
Podemos ir a un curso para padres en el que nos enseñen técnicas de negociación con nuestros hijos, pero estas técnicas de poco servirán si nuestro estilo educativo es autoritario (fuerte control y alta exigencia, poca comunicación y escaso afecto). En este caso, el método estaría abocado al fracaso, le faltaría una base sobre la que sostenerse.
Los métodos educativos nos hablan del 'qué hacemos' (actividades, pautas) y del 'cómo lo hacemos' (herramientas, técnicas), mientras que los estilos educativos se refieren más bien a 'quiénes somos' y 'desde dónde' educamos a nuestros hijos.
La confusión y frustración de algunos padres viene en gran medida porque muchas veces nos empeñamos en aprender nuevas pautas, herramientas y técnicas para gestionar mejor el día a día con nuestra familias cuando, en realidad, lo que verdaderamente necesitamos es pararnos un momento y revisar cuál es nuestra tendencia, nuestro estilo educativo.