Estamos viviendo un luto colectivo: ese es el origen de nuestro malestar por el coronavirus


Qué es un proceso de duelo y por qué la crisis del coronavirus puede interpretarse en esos términos
Por qué interpretar el malestar que estamos viviendo por la crisis del coronavirus como un proceso de duelo nos puede ayudar a sentirnos mejor
Sábado por la noche en plena era de confinamiento: toca videoconferencia con mis amigas…“El club de las confinadas” nos podríamos llamar perfectamente.
Me fijo en que nuestras primeras expresiones cuando vamos entrando una a una en la videollamada son de alegría por vernos las caras después de bastante tiempo y por haber conseguido conectarnos todas puntualmente a la hora acordada.
MÁS
Pero dura poco...en cuanto una de nosotras hace la pregunta ¿qué tal estáis? las sonrisas mutan rápidamente en gestos que denotan más bien resignación, aburrimiento, cansancio, tristeza…
-“Bueeeeeeeno, pues un poco harta ya, la verdad", se atreve a decir la primera.
Enseguida, el resto asiente desde sus pantallas como respaldando ese sentimiento de pesar colectivo.
La importancia de poner nombre a lo que sentimos
Expresar nuestros sentimientos, tener la posibilidad de verbalizar cómo nos estamos sintiendo durante estas semanas de cuarentena es altamente recomendable en momentos como este que estamos viviendo. Puede suponer la diferencia entre salir del confinamiento simplemente “tocados” o completamente “hundidos”.
“El club de las confinadas” no es técnicamente una terapia de grupo, pero casi. La conversación del sábado duró casi tres horas y dio tiempo para mucho. También para reír, por supuesto, y para desconectar y hablar de cosas que nada tienen que ver con el coronavirus…pero esos primeros minutos en los que cada una explicó lo que más le preocupa de la situación, lo que más miedo le da, aquello que le hace sentirse frustrada o triste, fueron minutos francamente terapéuticos.
Es curioso porque todos lo hemos oído por activa y por pasiva: la importancia de expresar nuestras emociones para mantener una buena salud emocional sin embargo, en general, nuestra tendencia sociocultural sigue siendo la de sufrir y callar….”es que hay gente que está mucho peor que yo…no vayan a pensar que soy un quejica…no vayan a pensar que soy débil”…cada cual tiene sus propias razones para no mostrar sus sentimientos, lo cual solo contribuye a retroalimentar ese analfabetismo emocional del que tanto hablan los expertos y que tantas consecuencias negativas tiene para nuestra salud mental.
Si puedes nombrarlo, quizás puedas gestionarlo
Porque si no somos capaces de poner nombre a lo que sentimos, difícilmente podremos aprender a gestionarlo…los psicólogos y los psiquiatras llevan semanas advirtiéndonos de que el confinamiento podría tener terribles efectos secundarios en nuestra salud mental: sobre todo, muchos de nosotros, podríamos desarrollar algún trastorno del estado de ánimo como la depresión.
Por eso, ahora más que nunca, nos conviene fiarnos de lo que dicen los expertos, dejar de lado nuestros prejuicios sobre si se deben expresar o no las emociones y empezar a ejercitar el poner palabras a eso que sentimos. Si entre los sanitarios lo que mejor está funcionado a nivel de bienestar emocional son las terapias de micro-grupo que hacen cuando acaban sus turnos en los hospitales…¿por qué no va a funcionar para el resto?
Qué es exactamente este malestar que estamos sintiendo
En una reciente entrevista publicada en la revista Harvard Business Review, el psicólogo experto en procesos de duelo, David Kessler y fundador de Grief.com se refería a este malestar que estamos experimentando por la crisis del coronavirus como una suerte de luto colectivo.
Kessler explicaba que el hecho de poder comprender qué es un proceso de duelo y cómo debemos transitarlo, podría ayudarnos a poner nombre a esto que estamos sintiendo y, por tanto, a gestionarlo.
Es decir, Kessler venía a decir algo así: hay estructura detrás de este malestar…y solo con el mero hecho de poner luz esa estructura, nuestro malestar va a disminuir. Realmente, Kessler, estaba hablando del primer paso del proceso de regulación emocional: reconocer (poner nombre y estructura) a las emociones.
La estructura detrás del duelo
El duelo es un proceso de reconstrucción emocional que se activa después de que la persona haya experimentado una pérdida en su vida.
Es importante recalcar que cuando hablamos de pérdida no nos referimos exclusivamente a la muerte de un ser querido. Hay duelo cuando nos divorciamos de nuestra pareja, cuando nos comunican que tenemos una enfermedad grave, cuando cambiamos de puesto de trabajo… pero también cuando perdemos un proyecto con el que llevábamos meses soñando.
Por eso, ante ese sentimiento de malestar generalizado que se manifiesta en un batiburrillo de emociones incómodas mezcladas (tristeza, rabia, miedo…) cuyo origen muchas veces no llegamos a comprender, siempre podemos hacernos la pregunta de ¿qué he perdido yo últimamente? así podremos saber si lo que ocurre es que estamos viviendo un duelo.
La tristeza surge ante la constatación de que las cosas ya nunca van a volver a ser como antes
Generalmente, cuando ha habido una perdida muy evidente en nuestra vida, como por ejemplo la muerte de un ser querido, no tenemos problema en identificar que estamos de luto. Pero ¿y cuando la pérdida no es tan evidente? uno de los motivos por los que nos cuesta tanto reconocer que estamos viviendo un duelo es porque este es un proceso emocionalmente complejo. Esto quiere decir que hay varias emociones implicadas, lo cual, dado nuestro analfabetismo emocional, solo contribuye a crear más confusión.
Esta variedad de emociones implicadas en un proceso de duelo es precisamente lo que configura las fases del mismo: cada emoción se corresponde con una fase.
Las fases de un duelo pueden variar en su número dependiendo de la persona y del tipo de duelo que sea. Tampoco tienen que darse siempre en el mismo orden, pero generalmente, tal y como describió en 1969 la psiquiatra Elisabeth Klüber-Ross en su teoría sobre las fases del duelo, suele ser el siguiente:
- La fase de negación implica esa actitud de ignorar o negar la pérdida, que es un mecanismo inicial de defensa en el que nuestra mente busca mantener el bienestar. En tiempos de coronavirus esta fase se correspondería a ese momento del principio de la crisis en el que tal vez nos repetíamos frases del tipo: “no, este virus no nos va afectar a nosotros”.
- La fase de ira es el momento en que surge el enfado ante la situación de pérdida. La energía que brota de esta emoción nos hace buscar culpables y tener en ocasiones comportamientos agresivos y pensamientos vengativos hacia quienes consideramos responsables de la pérdida que hemos sufrido. “Me estás obligando a quedarme encerrado en casa y dejar de hacer mi vida normal” son pensamientos que podrían venirnos a la cabeza en esta fase del duelo en el contexto del coronavirus.
- La fase de negociación: Aparece al comprobar que la ira no soluciona el problema. Entonces la persona que ha sufrido la pérdida se vuelve dócil ante la esperanza de recuperar eso que ha perdido y podrían surgir razonamientos del tipo “vale…si cumplo todo lo que me pedís, en un par de semanas las cosas volverán a la normalidad, ¿vale?”
- La fase de depresión: La tristeza surge ante la constatación de que las cosas ya nunca van a volver a ser como antes. Puede venir esta fase también acompañada de miedo, que es una sensación de impotencia hacia lo que se nos viene encima. La tristeza nos sume en un estado de falta de energía y apatía cuya función es precisamente generar momentos de calma y recogimiento para favorecer la reflexión de manera que podamos llegar a la siguiente fase.
- La fase de aceptación: Esta fase es la que finalmente nos va permitir integrar esa pérdida en nuestra vida y obtener recursos para continuar el camino, pero ya sin eso que hemos perdido. La persona que llega a la aceptación será capaz de asimilar lo que ha ocurrido y de levantar la cabeza hacia el futuro reinterpretando de manera positiva el significado de la pérdida sin buscar culpables. “Esto está ocurriendo, no hay vuelta atrás, ahora debo buscar de qué manera voy a vivir esta nueva situación” serían pensamientos propios de esta fase en la crisis del coronavirus.
La fase de aceptación, explica David Kessler es donde radica el mayor potencial de un proceso de duelo ya que nos coloca en posición de control de todo aquello que sí podemos hacer para afrontar la nueva situación: “debo ser estricto con la higiene, debo mantener la distancia de seguridad con otras personas, debo aprender y adaptarme a nuevas formas de trabajar etc…”
Las pérdidas que nos ha traído el coronavirus
¿Por qué este malestar que muchos estamos experimentando durante la crisis del coronavirus es un proceso de duelo?
Kessler explica que en realidad son muchos duelos diferentes los que estamos transitando porque son muchas y muy diversas las pérdidas que estamos sufriendo: “Sentimos que el mundo ha cambiado y así es. Queremos creer que esto es algo temporal pero en el fondo percibimos que no es verdad, que las cosas ya no volverán a ser como antes”.
Hemos perdido la normalidad, hemos perdido la conexión y esto nos está golpeando como si estuviéramos viviendo un auténtico luto colectivo. Además, según Kessler, también estamos sufriendo el llamado duelo anticipatorio que rompe con nuestra sensación de seguridad: otra pérdida más a sumar.
Esto es totalmente nuevo, estamos de luto en un nivel micro y macro al mismo tiempo (David Kessler)
“Creo que nunca antes habíamos perdido esa sensación de seguridad de manera colectiva”, explica Kessler, “individualmente o en pequeños grupo sí, pero no de manera tan global. Esto es totalmente nuevo, estamos de luto en un nivel micro y macro al mismo tiempo”.
De modo que, tal y como concluye uno de los mayores expertos del mundo en procesos de duelo, si empezamos a poner estructura a este malestar que estamos viviendo y podemos empezamos a hablar de ello como lo que es, un proceso de duelo con todas sus fases, tan solo comprendiendo esto, estaremos ordenando nuestro batiburrillo de emociones desagradables y dando un primer paso de gigante para poder gestionar emocionalmente la situación.
Esto, además, nos dará luz para entender que no necesariamente tenemos que salir fortalecidos de la cuarentena pero sí, al menos, reconstruidos y con la energía necesaria para seguir el camino….ya sin todo eso que hemos perdido.