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Fomentar que los niños tomen sus propias decisiones: un remedio contra la baja autoestima

  • Qué efectos tiene en la autoestima de los niños tener unos padres sobreprotectores y controladores

  • Por qué tener autonomía en la toma de decisiones contribuye en los niños a un mayor sentimiento de pertenencia y una autoestima más alta

Andrés tiene 12 años; está a punto de pasar a la ESO. Si sigue el ritmo que lleva este curso, sexto de primaria lo acabará con todo sobresalientes. “Es un crack con los estudios -comentó su madre, estamos tan orgullosos de él. Pero oye, nuestro trabajo nos cuesta, no te creas, que su padre y yo estamos todo el día estudiando con él, ayudándole con las tareas. Ahora como con el Covid tiene que enviar todos los deberes por la plataforma, no manda nada sin que se lo revisemos uno de nosotros antes, pero no porque le digamos que tenemos que corregirlo ¿eh?, es que es tan perfeccionista que si no tiene nuestro visto bueno no se atreve a mandarlo”.

Andrés, que estaba presente en la conversación que su madre tenía con unas amigas, miraba hacia el suelo cuando una de ellas le dijo: -“Que gozada Andrés, a este paso podrás hacer en la vida lo que te apetezca ¿qué te gustaría ser de mayor?”

Antes de que al niño le diera tiempo a levantar la mirada del suelo, su madre ya había contestado por él. “Este, este estudiará un doble grado de esos de Derecho con ADE o Económicas o lo que sea ¿verdad hijo?”. Por supuesto que Andrés ni contestó. Elevó un poco los hombros y puso cara de resignación.

Padres helicóptero

La metáfora de los padres helicóptero habla de ese tipo de progenitores. Padres, como los de Andrés, que están permanentemente sobrevolando las cabecitas de sus hijos, vigiliando cada uno de sus movimientos, controlando todo lo que hacen para que nunca les ocurra nada. Cuando los niños son pequeños, este tipo de padres helicóptero son los que repiten constantemente frases como “ten cuidado, que te vas a caer, no hagas eso” y que además están siempre disponibles para agarrar con fuerza a sus niños cuando se caen para que el golpe sea lo menos doloroso posible.

Son padres hiperprotectores. Cuando los niños van creciendo, los progenitores van ampliando esa red de control sobre sus hijos hacia las nuevas dimensiones de la vida que van surgiendo; amigos del colegio, actividades extraescolares que practican etc…Actúan en pos de la protección y seguridad de sus hijos sin ser conscientes del tremendo error que están cometiendo.

Los padres helicóptero, además de sobreprotectores, suelen ser muy controladores. Les dicen constantemente a sus hijos cómo hacer las cosas, cómo jugar, con quién jugar, qué ropa ponerse. Dejan a sus hijos muy poco margen para que tomen sus propias decisiones porque piensan que no están capacitados para ello y que, si lo hacen, se van a equivocar y van a sufrir.

Son niños que no saben cómo levantarse porque nunca se cayeron: sus padres siempre se ocuparon muy bien de eso

Entonces, esta actitud nace de la gran resistencia de los padres a ver sufrir a sus hijos, pero con el tiempo se convierte en una conducta automática: los padres se acostumbran a dirigir la vida de sus hijos y estos a que sus padres la dirijan. Se crea un patrón de relación familiar del que es difícil salir.

Este estilo educativo tan controlador, tiene consecuencias muy negativas para los más pequeños, que crecen con pocos recursos psicológicos y emocionales. Son niños que no saben cómo levantarse porque nunca se cayeron: sus padres siempre se ocuparon muy bien de eso.

Estos niños, como veíamos en el caso de Andrés, suelen tener poca iniciativa personal y autonomía. Son excesivamente dependientes de los demás, no saben desenvolverse solos, son inseguros. Todo esto tiene muchas posibilidades de manifestarse en una autoestima baja, falta de seguridad en sí mismos y pocas habilidades sociales…dificultades que los niños arrastrarán toda su vida si no ponemos remedio desde que son pequeños.

Los niños necesitan participar y pertenecer

La psicóloga Barbara Rogoff (1986) habló por primera vez del concepto de 'participación guiada' después de investigar a familias y comunidades indígenas en las que pudo observar cómo los niños tenían una participación intensa en las actividades comunitarias: primero desde la observación y la escucha atenta para después desarrollarlas por su cuenta. Esto, observó Rogoff, impulsaba a estos niños a comprometerse con otras personas y con la propia comunidad desarrollando finalmente un sentido de pertenencia y de responsabilidad ante la comunidad.

El sentimiento de pertenencia es una de las necesidades básicas del ser humano y en los niños adquiere una importancia vital para el desarrollo de su autoestima. Los niños necesitan sentirse aceptados y queridos, necesitan sentir que forman parte de una comunidad, que participan. ¿Cómo va a sentir un niño que participa en la familia si no tienen ningún margen de decisión, si se lo damos todo hecho, si no le hacemos ver que sus opiniones y sus acciones son importantes para el grupo?

Puede que los padres helicóptero y controladores actúen con la mejor de sus intenciones -proteger a sus hijos- pero lo cierto es que cuando a un niño se le excluye de las actividades del grupo (de la familia) porque no se le permite opinar ni decidir, el niño, aunque sea en un nivel inconsciente, no sentirá esa protección que buscan sus padres, sino más bien sentirá que por algún motivo no merece la aceptación del grupo: se sentirá minusvalorado y eso tendrá serias consecuencias en su autoconcepto (no soy válido) y por tanto, en su autoestima (no me valoro).

El modelo de participación guiada que propone Rogoff -y que culminaría en ese sentimiento de pertenencia- implica que primero los adultos guían a los niños con su ejemplo mientras estos solo observan y les ofrecen una estructura segura para, poco a poco , ir dejando a los pequeños una responsabilidad cada vez más importante en la resolución de los problemas, situaciones o dificultades que puedan surgir.

Autoestima y toma de decisiones

En adultos, detrás de los bloqueos y de la dificultad en la toma de decisiones suele haber siempre una autoestima baja. Son dos conceptos muy relacionados. La falta de confianza en uno mismo es uno de los principales obstáculos para tomar decisiones. La baja autoestima suele venir asociada a pensamientos del tipo: “No me lo merezco, no seré capaz, no lo conseguiré”. La baja autoestima también suele llevar a la persona a necesitar la aprobación constante de los demás.

Ayudar a que nuestros hijos tengan una alta autoestima no tiene nada que ver con decirles lo listos que son, lo guapos que son, ni los buenos deportistas o artistas que son. Así solo conseguiremos que sean unos engreídos.

Por el contrario, una buena manera de ayudar a que nuestros hijos tengan una autoestima alta es reforzando su sentimiento de pertenencia. Y esto lo podemos hacer -siguiendo la linea de la participación guiada que propuso Rogoff- fomentando que desde bien pequeños tomen sus propias decisiones.

Un exceso de directrices genera niños indecisos, dependientes, inseguros y con una autoestima baja

Por supuesto que deben ser decisiones acordes a su edad y su madurez: obviamente no les vamos a dejar que decidan ellos a qué colegio irán, pero hay una cantidad enorme de situaciones en la vida cotidiana en las que sí podemos dejarles que decidan ellos, por incómodo que nos resulte. Muchas veces, si decidiéramos nosotros por ellos, acabaríamos mucho antes: “pues te pones esta ropa y no se hable más…que no tenemos toda la mañana para decidir”. Pero también es verdad -y la psicología infantil así lo ha descrito- que un exceso de directrices genera niños indecisos, dependientes, inseguros y con una autoestima baja

Una buena manera de colaborar con nuestros hijos en ese entrenamiento para la toma de decisiones es, sencillamente, animarles a que en las cosas cotidianas, simples e irrelevantes (la ropa que se quieren poner, la película que quieren ver, el cumpleaños al que quieren ir etc..) sean ellos quienes decidan…por mucho que estemos viendo con nuestros ojos de adultos que se están equivocando…por mucho que nos nazca ese impulso de protegerles.