Qué es la fuga disociativa: ese raro trastorno mental que hace que una persona se escape de casa


Explicamos en qué consiste este trastorno que afecta a un 0,2 % de la población y que se caracteriza por viajes repentinos lejos del entorno habitual
Qué factores contribuyen a que una persona huya de casa y pueda llegar a cambiar de identidad durante meses sin ser consciente de ello
“Manuel, de 43 años de edad, fue llevado al servicio de urgencias de un hospital después de participar en un pelea en una cafetería. Cuando le pidieron sus datos de identificación, solo pudo decir su nombre, pero no pudo mostrar ningún documento. No recordaba cómo había llegado allí, ni si tenía familia.
Solo podía decir que desde hacía unas semanas estaba buscando trabajo. No recordaba nada de su pasado, no había consumido alcohol ni drogas. Desde el departamento de Policía se hizo una investigación y se le relacionó con la desaparición de un hombre que tenía sus características, en otra ciudad, hacía tres semanas. Cuando fue reconocido por su mujer, esta explicó que antes de la desaparición había tenido fuertes presiones laborales, lo que le hacían estar más nervioso, también en casa, y discutía con facilidad. Dos días antes de su desaparición, su jefe lo había amenazado con sustituirlo por otra persona y despedirlo de la empresa”.
El caso de Manuel es uno de los que proponen M. Armayones y sus colaboradores en la obra Psicopatologia clínica para ilustrar de qué trata exactamente la fuga disociativa; un trastorno que afecta a un 0,2 % de la población y que se caracteriza por viajes repentinos e inesperados a lugares lejanos al entorno habitual del paciente.
Qué es la fuga disociativa
La fuga disociativa es una forma poco frecuente de amnesia disociativa. Según explica David Spiegel, de la Stanford University School of Medicine, una fuga disociativa puede durar desde varias horas hasta varios meses. En algunos casos puede prolongarse durante más tiempo.
“Si la fuga es breve, puede parecer que se trata de algo tan simple como una ausencia laboral o un retraso en la hora de llegar a casa. Si la fuga dura varios días o incluso más tiempo, las personas pueden desplazarse muy lejos de su hogar, forjarse una nueva identidad y encontrar otro trabajo, sin ser conscientes de los cambios que se producen en su vida”.
Muchas veces el trastorno pasa inadvertido (sobre todo cuando las fugas son de apenas unas horas) o no se diagnostica correctamente porque se confunde con una simulación o fingimiento de síntomas físicos o psicológicos que una persona “diseña” para obtener algún beneficio.
¿Quién no ha querido desaparecer del mapa alguna vez en algún momento de su vida? En la fuga disociativa, la voluntad no cuenta
La fuga disociativa, a diferencia de la simulación, aparece espontáneamente, no es fingimiento. Lo que ocurre -y muchas veces puede llevar a la confusión en el diagnóstico- es que muchas fugas, desde fuera, se pueden interpretar como excusas de quien la padece para escapar de una grave angustia o vergüenza. Esto es lo que le ocurría a Manuel, a quien, si recordamos, su jefe acababa de amenazar con echarlo de la empresa.
En estos casos no hay que confundir el factor detonante del trastorno con los motivos que aparentemente una persona pueda tener para querer desaparecer por un tiempo de su entorno…¿quién no ha querido desaparecer del mapa alguna vez en algún momento de su vida? En la fuga disociativa, la voluntad no cuenta.
El inicio del trastorno de fuga disociativa, se suele relacionar con un acontecimiento altamente estresante o traumático en la vida de la persona que lo padece. Lo que ocurre es que, en este caso, la persona no escapa conscientemente. Esto ocurre porque está completamente disociada, es decir, no es consciente de que está huyendo y, posiblemente, causando un perjuicio en su entorno.
Qué pasa en la cabeza de la persona que huye
La persona que sufre fuga disociativa suele presentar un estado de cierta confusión respecto a su propia identidad y sus circunstancias. La fuga se acompaña de una pérdida de memoria sobre su pasado y sobre la propia fuga.
Quien padece la fuga disociativa inicia su viaje -que suele a un lugar conocido y que tiene un significado afectivo para él o ella- con aparente normalidad. No suelen llamar la atención con una conducta extraña y no suelen aparecer síntomas de un trastorno mental ni de alteraciones cognitivas.
Los viajes que realizan estos pacientes pueden durar horas, días, semanas o meses, con largos periodos de vagabundeo sin rumbo. En algunos casos, los pacientes llegan a viajar miles de kilómetros y recorrer varios países.
La persona que padece este trastorno puede darse a sí mismo un nuevo nombre, elegir una nueva residencia, buscar un trabajo...
Durante las fugas no se deteriora ni el mantenimiento del cuidado básico de sí mismo ni de la interacción simple con extraños: estas personas pueden comprar, repostar el coche, preguntar por una dirección o encargar una comida. Nada hace sospechar que tenga una psicopatología.
También es frecuente que el individuo tenga dudas sobre su propia identidad, o bien perdiéndola o bien asumiendo una nueva, aunque esto no es lo más habitual. En el caso de producirse, la persona que padece este trastorno puede darse a sí mismo un nuevo nombre, elegir una nueva residencia, buscar un trabajo e incluso llevar a cabo otras actividades sociales complejas que estén bien integradas y que en su nuevo entorno no sugieren la presencia de un trastorno mental.
Cómo se descubre a una persona con fuga disociativa
Puede ser que la persona fugada sea encontrada por la policía porque la familia había denunciado su desaparición. Otras veces, puede ocurrir, como en el caso de Manuel, que por alguna circunstancia de su “nueva vida” llega ante un médico y es este quien se da cuenta de que la persona padece algún tipo de alteración de la conciencia y de la memoria porque no es capaz de recordar su identidad.
En estos casos no hay mucho que se pueda hacer aparte de diagnosticar una fuga disociativa y esperar a ver cómo evoluciona el paciente. La recuperación de la fuga suele presentarse como una conciencia espontánea de la situación. Cuando la situación se resuelve, el paciente normalmente es incapaz de recordar lo que ha ocurrido durante la fuga.
A veces, la fuga disociativa no puede ser diagnosticada hasta que no se produce el súbito retorno a la identidad anterior a la fuga. En ese momento la persona suele experimentar un intenso malestar, porque se encuentra, de repente, en circunstancias que no le son familiares.
Las causas de la fuga disociativa
Las causas de la fuga disociativa se asocian a la vivencia de eventos muy estresantes y traumáticos. Estos pueden ser tan graves como haber sufrido abusos sexuales o haber vivido guerras o desastres naturales durante la infancia o a lo largo de la vida o, aparentemente menos graves, como la angustia ante la posibilidad de perder el puesto de trabajo. En todos los casos, la mente se escinde o se disocia para protegerse del dolor generado por esos eventos estresantes.
La fuga disociativa se ha relacionado también con el consumo abusivo de sustancias, traumatismos craneoencefálicos y con otros trastornos como la epilepsia. También puede aparecer en el marco de un episodio depresivo.
Tratamiento: ¿puede pasar más de una vez?
La mayoría de las veces, la fuga disociativa se presenta como un episodio único, sin embargo, nada garantiza que no aparezcan más. La prevención de nuevos episodios se centra en trabajar con el paciente las causas de esta amnesia, la situación que generó la huida y lo que dicha situación supone para él o ella.
La psicoterapia ayuda a las personas afectadas a explorar los patrones con los que se enfrentan a situaciones diversas y los conflictos, así como los estados de ánimo que desencadenaron la fuga. El propósito es ayudarles a encontrar mejores estrategias de respuesta en el futuro y prevenir la repetición de las fugas.
También se trabaja con la familia y el entorno del paciente, que pueden ayudar a controlar los factores que pueden haber desencadenado el episodio de fuga. Porque, como explicamos, siempre hay una factor desencadenante de la fuga disociativa que suele ser un acontecimiento altamente estresante o traumático en la vida de la persona que lo padece.
Además, es importante facilitar a la familia toda la información sobre el trastorno, evitar que el entorno culpe al paciente y facilitar que comprenda que, por mucho perjuicio que causara con su huida, su intención no era ni fastidiar ni preocupar a nadie.