La ingesta compulsiva y otros trastornos de la conducta alimentaria menos conocidos


El 2 de junio se celebra el Día Mundial de Acción por los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) creado para luchar contra el estigma y desconocimiento en torno a estas enfermedades
Entrevistamos a la psicóloga Cristina Andrades, autora del libro ‘Cuida de ti’ en el que profundiza en el origen de trastornos de la conducta alimentaria
Hablamos sobre ingesta compulsiva, ortorexia o vigorexia, problemas que no están y tipificados como TCA pero que empiezan a estar a la orden del día
Yolanda vivió durante 12 años en una especie de cárcel. Después de superar su problema con la comida (tras año y medio de terapia) ahora sí lo puede ver claramente. Mientras estaba en esa cárcel, no era consciente de ello. Uno de los motivos por los que Yolanda (nombre ficticio) no era consciente de su problema con la comida, es precisamente que su dificultad no tenía un nombre de trastorno de la conducta alimentaria claramente reconocible, como la anorexia nerviosa o la bulimia. Yolanda tenía lo que se conoce como ingesta compulsiva: una conducta que, un par de veces a la semana, le llevaba a saltarse su habitual dieta baja en calorías de manera descontrolada.
“Sentía que perdía el control sobre lo que comía y la cantidad que comía, estaba como fuera de mí en esos momentos”. Después venía un sentimiento de culpa terrible. “Caía en una semidepresión, me sentía la peor persona del mundo y, aunque siempre tenía la tentación de provocarme el vómito, nunca lo llegaba a hacer… y como nunca lo llegaba a hacer, no creía que tuviera un problema en realidad. Simplemente lo achacaba a un tema de falta de fuerza de voluntad y como castigo me ponía una dieta más restrictiva aún para los siguientes días”.
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A Yolanda nunca se le habría ocurrido ir al psicólogo por este asunto (que por supuesto llevaba en la más estricta intimidad) pero, por suerte -como ella dice-, cayó en sus manos un artículo sobre el trastorno de atracón y se sintió identificada en algunos aspectos. Después de pensárselo durante unos meses, decidió pedir cita con una psicóloga, aunque en realidad nunca estuvo convencida del todo de que eso fuera lo que ella necesitaba. “Y ahí que fui, a mis 45 años,me vi sentada enfrente de una psicóloga para contarle mis problemas con la comida…algo que hasta entonces creía que eran cosas de adolescentes obsesionadas con tener un cuerpo perfecto.”
Problemas de conducta alimentaria no tipificados
En su libro, Cuida de ti (Vergara 2021) la psicóloga Cristina Andrades, aborda los aspectos psicológico que influyen en nuestra relación con la comida más allá de los trastornos de la alimentación más conocidos. Porque, el hecho de que no haya un diagnóstico como tal, no significa necesariamente que no haya un problema o una dificultad que requiera ayuda profesional: “Está la anorexia, la bulimia y el trastorno de atracón, explica Andrades, digamos que son los tres diagnósticos que la DSM categoriza. ¿Qué ocurre?, que el trastorno de atracones lo categorizamos en la DSM-IV, muy recientemente (…) pero después está la ingesta compulsiva, que es lo que más frecuentemente se ve en consulta”.
Y lo que en los últimos 10 años esta psicóloga ha visto en consulta ha sido un incremento de personas que “tienen una ingesta muy compulsiva, con mucho sentimiento de culpa, que pierden el control a la hora de estar comiendo, que viene acompañado de una historial de dietas muy grande, o con restricciones…y esto se denomina con esta forma de ingesta compulsiva. Es mucho más común y le pasa a muchas más personas que el trastorno de atracones como tal”.
Se trata de un problema -la ingesta compulsiva- que según la psicologa está muy extendido pero que, al no estar tipificado ni recogido como tal en las guías oficiales de trastornos de la salud mental, hace que la persona que lo sufre no lo identifique como problema y jamás pida ayuda, como le ocurrió durante años a Yolanda.
Los trastornos de atracones y lo que yo llamo ingesta compulsiva, la edad de aparecer es mayor que los trastornos más clásicos. Normalmente personas de 40 o 50 años (Cristina Andrades, psicóloga)
“Desgraciadamente, al no haber un diagnóstico, muchas veces tampoco se le da la importancia que tiene” insiste Andrades, que reconoce la necesidad de que se divulgue más sobre estas dificultades con la comida menos conocidas y menos reconocibles que las clásicas anorexias y bulimias.
“Yo llevo ya como 10 años trabajando en alimentario y he notado un cambio en consulta interesante. Pero no creo que sea que de repente hay más casos de este tipo, sino que creo que la gente pide más ayuda ahora. Antes, quizás, se pedía ayuda en la anorexia y bulimia que son los trastornos más clásicos, pues eran los que más frecuentemente se escuchaban (…) Ahora, durante los últimos años se está divulgando mucho sobre atracones, ingesta compulsiva y rechazo de la imagen corporal y todo eso hace que haya personas que cuando ven aquello que se está divulgando y se reconocen y ven y leen a las personas diciendo ‘oye, que esto no tienes por qué sufrirlo tú sola, que esto tiene solución, que puedes pedir ayuda’, entonces es cuando piden esa ayuda. Y creo que ahí se debe el incremento que estamos viendo también”.
Así como respecto a la anorexia y la bulimia sí se está viendo un descenso claro de la edad en que empiezan a aparecer estos trastornos, no es el caso de la ingesta compulsiva y los trastornos de atracón. “En consulta sobre todo los trastornos de atracones y lo que yo llamo ingesta compulsiva, la edad de aparecer es mayor que los trastornos más clásicos. Normalmente personas de 40 o 50 años, sobre todo mujeres amas de casa, o que llevan mucha carga y mucha responsabilidad encima desde hace mucho tiempo. Ese perfil es el que suele acompañar este tipo de patrones. Pero vuelvo a repetir, no es porque los hombres los sufran menos, sino porque a los hombres les cuesta más pedir ayuda, pero la presión estética también está en ellos, cada vez más”.
No es solo una cuestión de perder peso
Durante mucho, tiempo, explica la psicóloga, al no existir un diagnóstico sobre estas conductas, se decía que la ingesta compulsiva era propia de personas a las que simplemente les gustaba mucho comer “Obviando cualquier tipo de sufrimiento que puede acompañar ese tipo de ingesta -insiste Andrades, obviando que la persona hace un gran esfuerzo por gestionarse y no puede y obviando, por supuesto, la relación emocional con la comida (…) Estas personas vienen a consulta motivados porque la sensación a nivel psicológico, las emociones que acompañan a esa ingesta compulsiva es culpa, vergüenza, rechazo hacia el propio cuerpo y eso desgasta mucho. Se suele pensar que es simplemente una cosa de que quiero perder peso y no puedo y de la frustración de no perder peso… pero nos olvidamos que a nivel mental, las variables psicológicas afectadas son las mismas que en una anorexia o bulimia”.
Y un tema que nos ha hecho mucho daño en este sentido, según la psicóloga es que durante muchos años se han tapado todas las variables emocionales relacionadas con la comida “hace unos años se consideraba que la ingesta emocional era poco menos que el demonio, era algo muy grave, algo a evitar, no podíamos relacionar emociones con alimento, porque era algo muy nuevo y se cayó en esa trampa (…) Porque una cosa es el trastorno por atracón, otra la ingesta compulsiva y después está la ingesta emocional. ¡Todos tenemos ingesta emocional! Tú, yo y cualquier persona que lea este artículo en algún momento de su vida ha comido emocionalmente, cuando ha tenido algún problema, cuando ha querido festejar algo que quería celebrar. Y eso en sí mismo no es negativo, la cosa es cuando ponemos en la mesa otras cosas como autoestima afectada, autocontrol afectado, gestión interna afectada, regulación emocional afectada, y entonces se empieza convertir en un problema”.
El cambio de chip más importante es dejar de considerar que cuando pierda peso me voy a sentir bien, mejor conmigo misma y voy a superar todos los problemas que tengo a nivel de autoestima, porque no es así (Cristina Andrades, psicóloga)
En su último libro, libro, Andrades insiste en que, en la base de un trastorno de la conducta alimentaria, sea anorexia, bulimia, obesidad, trastorno de atracón y de cualquier dificultad con la comida no tipificada como trastorno, hay siempre un problema de autoestima y generalmente de rechazo a la imagen corporal, que siempre puede ser trabajado con un profesional de la salud mental.
Obsesidad: por qué a veces es necesario ir al psicólogo
Las personas obesas y con sobrepeso, por ejemplo, rara vez acuden a un psicólogo en busca de ayuda. Se pueden pasar la vida yendo de endocrino en endocrino y visitando todo tipo de nutricionistas y dietistas cuando, en muchos casos (no en todos) el problema tiene un abordaje fundamentalmente desde la psicoterapia.
“Mucha gente que tiene obesidad cree que viene al psicólogo para que le ayudemos a motivarse para perder peso y realmente una persona con obesidad, lo que trabajamos en el psicólogo es todo el estigma, la gordofobia, toda la presión que ha habido a lo largo de su vida, todo lo dañado que esté a nivel de autoestima y de imagen corporal. Normalmente hay muchos casos de obesidad que vienen con una historia dietética muy grande, con un trauma de dietas, es decir, que he hecho tantas dietas que ya esto es algo que significa mucho más que simplemente decidir qué es lo que voy o no voy a comer, que he sufrido mucho y he sido muy estigmatizado”.
Cuando ocurre esto y la persona empieza a hacer terapia, es cuando se producen cambios. “El cambio de chip más importante es dejar de considerar que cuando pierda peso me voy a sentir bien, mejor conmigo misma y voy a superar todos los problemas que tengo a nivel de autoestima, porque no es así. Cuando ponemos el foco en que cuando pierdes peso todo va a ir bien, obviamente busco un dietista, porque esa parece que es mi solución. Pero el cambio ocurre cuando tú te das cuenta de que no es el peso en sí mismo lo que me está causando los problemas, ni es lo que me va a solucionar los problemas, sino que necesitas un trabajo un poco más interno”.
Qué son la ortorexia y la vigorexia
La obesidad (entendida como TCA, porque no lo es en todos los casos) y la ingesta compulsiva no son los únicos problemas no tipificados relacionados con la alimentación y la imagen corporal de nuestro tiempo.
“Hay dos términos que no están categorizados como ningún tipo de patología, ni de psicopatología pero que ya se ha empezado a hablar de ellos mucho, que son la ortorexia y la vigorexia. Ortorexia es cuando hablamos de alimentación saludable. Cuando una persona está muy obsesionada con una alimentación que sea cien por cien saludable, que no se permite comer absolutamente nada que no entre en ese plan ultramegasaludable que se ha propuesto. Vigorexia es cuando hay una distorsión de la imagen corporal a nivel de musculación (…) Esos dos términos no están categorizados como tal, ni como trastornos de la conducta alimentaria, porque aún sigue investigándose sobre si tiene que ver con una trastorno obsesivo o dismórfico corporal o con un trastorno alimentario”.
Aunque ella no es muy de diagnóstico, sino de trabajar con el paciente siempre que haya una dificultad, Cristina Andrades reconoce que en ocasiones el diagnóstico es fundamental porque muchas veces cuando las personas pueden identificar su problema es cuando realmente piden ayuda.