Por qué la inteligencia emocional puede ayudarnos durante la crisis del coronavirus

Situaciones de crisis como la del coronavirus son el marco ideal para que surjan emociones muy variadas e intensas que pocas veces sabemos regular
En estos casos, hacer uso de nuestra inteligencia emocional puede ayudarnos mucho a gestionar estas situaciones y generar bienestar
Qué es la inteligencia emocional y cómo podemos empezar a ponerla en práctica
Si una cosa ha sacado a relucir esta crisis de coronavirus es que en general andamos bastante escasos de herramientas que nos permitan gestionar nuestras emociones. Probablemente ya lo sabíamos antes de la crisis, pero probablemente nunca antes nos habíamos visto expuestos a una situación en la que se dieran de manera tan concentrada en pocas semanas tantas emociones intensas: preocupación, ansiedad, tristeza, frustración.
Reconozco que no fue fácil compaginar la organización de colegio virtual de mis hijas con mi primer contacto con el trabajo en remoto. A estos dos retos tuve que sumar la preocupación por la situación sanitaria general del país, la necesidad que sentía de estar informada en todo momento sobre la evolución de la crisis, la sensación de que se me acababan las ideas para cocinar comida sana y variada y el esfuerzo por mantener la casa medianamente ordenada y limpia. La suma de todo eso y el sentir que no llegaba a nada, me generó tal nivel de estrés que sufrí de insomnio durante las primeras semanas de confinamiento.
No me quiero ni imaginar lo que habrán pasado las personas que ademas de mis “problemas” han tenido que hacer un duelo por la pérdida de un familiar o que han tenido a una persona cercana contagiada o que ya sufrían de base algún tipo de trastorno del estado de ánimo como la depresión.
La crisis del coronavirus ha puesto sobre la mesa nuestra vulnerabilidad
Tiene sentido que se hayan puesto en marcha iniciativas como la unidad especial para el diagnóstico y tratamiento de problemas emocionales derivados del Covid-19 en la clínica Blue Healthcare de la mano de la Dra. Marina Díaz Marsá, psiquiatra y directora del área de salud mental. Una unidad que tiene como objetivo aportar herramientas que permitan afrontar a nivel mental y emocional las nuevas situaciones que están surgiendo como consecuencia del coronavirus y del confinamiento.
La crisis del coronavirus ha puesto sobre la mesa nuestra vulnerabilidad y, ahora más que nunca, parece necesario buscar maneras de despertar nuestra inteligencia emocional. Y no digo despertar por capricho mío, sino porque la inteligencia emocional no es ni un don ni un talento especial que solo algunos tienen. Todos los seres humanos tenemos la capacidad de desarrollar inteligencia emocional; lo que pasa es que en unos está más dormida que otros.
Qué significa tener inteligencia emocional
Tener inteligencia emocional significa sencillamente tener ciertos conocimientos sobre qué son las emociones. De modo que cuantos más conocimientos tengamos sobre las emociones, mayor inteligencia emocional tendremos.
¿Por qué es tan interesante aprender sobre emociones en estos momentos de crisis? Un ejemplo que lo explica bien es el estudio que llevó a cabo en 2010 el psicólogo e investigador de la universidad de Buffalo, Mark Seery sobre el efecto acumulativo en nuestra vida de las emociones que no gestionamos. Lo que viene a decir este estudio es que a pesar de que una emoción por sí sola, efectivamente, no nos va a matar, sí puede llegar a tener un efecto muy destructivo si no aprendemos a gestionarla. Porque toda esa energía, si no es canalizada, quedará acumulada.
Muchas de las estrategias que hemos ido desarrollando muchos de nosotros a lo largo de nuestra vida desde el desconocimiento sobre las emociones, han tenido que ver precisamente con esconder y tapar las emociones que nos generan malestar en vez de aprender a canalizarlas. Lo que estudió Seery es que tapar y esconder las emociones incómodas no es saludable. Tapar esas emociones nos puede generar una sensación falsa de sobrevivir a una situación de crisis pero, la realidad, es que si las emociones no se gestionan y quedan acumuladas dentro de nosotros, terminarán por machacarnos de manera silenciosa.
Qué es la inteligencia emocional
La inteligencia emocional fue definida por primera vez por el psicólogo y divulgador Daniel Goleman. Él vino a poner estructura a todo ese mundo emocional que tanto nos condiciona y afecta y que, sin embargo, durante siglos habíamos mantenido en las catacumbas…como si las emociones fueran poco sofisticadas para el hombre civilizado.
De hecho, la expresión “es que tal persona es muy emocional” todavía sigue teniendo culturalmente connotaciones negativas ¿verdad? ¡Pero si todos somos muy emocionales!
Goleman (1995) definió la inteligencia emocional como “la capacidad de reconocer, aceptar y canalizar nuestras emociones para dirigir nuestras conductas a objetivos deseados, lograrlo y compartirlo”.
De modo que el primer paso para Goleman sería el de aprender a reconocer las emociones y en este sentido para él es fundamental la idea de atención. Si cada vez que aparece una emoción nos empeñamos en taparla en vez de prestarle atención, es imposible que aprendamos nada. Así que el paso uno sería estar atento a qué sentimos y cómo se manifiesta eso en nuestro cuerpo a través de las sensaciones.
El cuerpo es como la pantalla donde se reflejan las emociones: si aprendemos a reconocer las sensaciones que causa en nuestro cuerpo cada una de las emociones, podremos diferenciar unas de otras. Porque el enfado, por ejemplo, se suele manifestar con calor corporal y tensión en la zona del cuello, hombros, brazos, mandíbula... sin embargo, la tristeza se manifiesta más bien con flojera, falta de energía, sensación de pesadez en brazos y piernas. Cuántas veces habremos oído lo de “no, si yo no estoy enfadado, lo que pasa es que estoy triste por eso que me has dicho….” Pero…¡si no tienen nada que ver unas sensaciones con otras!.
De modo que si estamos atentos a esas sensaciones, podremos distinguir y pasar al siguiente nivel: poner nombre a la emoción que sentimos y entender qué nos quiere decir.
Qué nos dice cada emoción
Una experta en Inteligencia Emocional, Olga Cañizares, que tuve la suerte de tener de profesora, explicaba siempre que cada emoción básica nos habla siempre de algo, nos trae información sobre algo que nos está pasando. Veamos el ejemplo de las cuatro emociones más básicas:
- El enfado nos habla siempre de que alguien o algo ha traspasado nuestras líneas rojas o límites.
- El miedo nos habla de que sentimos que nos faltan recursos para enfrentarnos a una situación determinada.
- La tristeza nos habla de que ha habido una pérdida en nuestra vida y que debemos recontruirnos para seguir adelante sin eso que hemos perdidos.
- La alegría nos habla de que ha habido un logro en nuestra vida y por tanto nos invita a repetir las acciones que llevamos a cabo para conseguirlo.
Aceptar las emociones
Una vez que hemos reconocido la emoción que sentimos, este sería el siguiente paso para cultivar una buena inteligencia emocional. Aceptar nuestras emociones tiene mucho que ver con saber quienes somos, qué tipo de seres somos los humanos.
Si somos capaces de comprender que lejos de lo que nuestro legado cultural nos ha enseñado (las emociones hay que esconderlas) somos seres básicamente emocionales, podremos darnos permiso para sentir todo el abanico de emociones que tenemos programadas de serie.
Aceptar significa dar espacio a las emociones en lugar de resistirnos a sentir una emoción determinada -como por ejemplo el enfado- sólo porque este genera sensaciones incómodas. Si somos capaces de entender que el enfado nos avisa de algo (alguien ha traspasado nuestras líneas rojas ) llenándonos de energía (por eso solemos sentir ganas de gritar, incluso de pegar) en vez de dejarnos secuestrar por esa energía y ponernos a gritar e insultar como locos, o en vez de comprimir le energía para dejarla bien tapadita donde ni siquiera nosotros la encontremos, podemos aprender a darle salida de una manera adaptativa.
Con la práctica, uno va encontrado sus propias narrativas que le ayuden a canalizar esa energía y por tanto a gestionar las emociones
Pero para ello es necesario sentir que tenemos derecho a enfadarnos cuando alguien traspasa nuestros límites. Desde ahí podemos notar esa energía y respirar hondo (la respiración nos calma, está científicamente demostrado) a la vez que nos decimos frases que ayuden a gestionar esa emoción: “siento que no estoy siendo respetado y por eso noto esto, es natural que me enfade, es normal que sienta ganas de gritar pero no es lo más adecuado en este momento, etc”… en fin... con la práctica, uno va encontrado sus propias narrativas que le ayuden a canalizar esa energía y por tanto a gestionar las emociones.
Por eso una de las áreas en las que se va a manifestar la inteligencia emocional de una persona es en su nivel de autoconocimiento lo que se llama la dimensión intrapersonal. Saber quienes somos, lo que nos hace daño, lo que nos genera ansiedad o lo que nos hace entusiasmarnos, es como tener un mapa de uno mismo que nos va a permitir tomar a lo largo de la vida las decisiones adecuadas, las que nos generan bienestar, calma, tranquilidad, las que nos hacen sentir bien.
La otra área en la que se va a manifestar la inteligencia emocional de una persona es en la dimensión interpersonal. Porque todo lo que construimos por dentro termina manifestándose hacia fuera. Si somos capaces de reconocer y aceptar nuestras propias emociones, tendremos muchas más posibilidades de comprender, respetar y aceptar las emociones de los demás, de ser más empáticos y por tanto de tener relaciones más saludables y ricas y de reconocer y evitar las personas y situaciones que nos hacen daño.
Por tanto, gestionar las emociones no significa ser un témpano de hielo que ni siente ni padece y que nada le afecta emocionalmente, sino más bien tiene que ver con empezar a poner en práctica estrategias que nos ayuden a sostener las emociones tal y como vienen, sin tratar de cambiarlas, de negarlas o esconderlas por ahí dentro en algún lugar oscuro.
Hacer uso de nuestra inteligencia emocional puede servirnos como refugio de bienestar
Desgraciadamente una gran parte del sufrimiento humano que se ha generado durante la crisis del coronavirus y que se manifestará más adelante, tiene que ver con este profundo desconocimiento de lo que son las emociones y de lo necesario que es aprender a sostenerlas y no a esquivarlas.
Si durante las primeras semanas de confinamiento en lugar de dar espacio a mi estrés, aceptando que el insomnio era solo un reflejo natural de la situación que estaba viviendo y que necesitaba un tiempo para ir regulándome, me hubiera obsesionado con no sentir esa ansiedad, me hubiera resistido a sentirla, probablemente habría acabado poniendo un parche a mi insomnio, tomando alguna pastilla para dormir y dejando que toda esa energía se acumulara en algún lugar dentro de mí. Y esa energía, como explicaba Mark Seery, acaba saliendo tarde o temprano en forma de tic, cefalea, contractura muscular, dolor de muelas o algún problema digestivo por citar algunos de los efectos del estrés.
Por eso, volviendo a la idea del inicio de este artículo, en situaciones de crisis como la que estamos pasando con el coronavirus, tener cierto nivel de conciencia sobre lo que son las emociones y hacer uso de nuestra inteligencia emocional puede servirnos como refugio de bienestar: entendiendo el bienestar no cómo la ausencia de emociones incómodas sino como la tranquilidad de saber que tenemos derecho a sentirnos mal y que dentro de nosotros tenemos todos los recursos para gestionar las emociones que vengan, sean agradables o desagradables.