Niños prisioneros de la cultura del esfuerzo: cómo enseñarles que esforzarse no significa sufrir

La cultura del esfuerzo nos ha enseñado que para conseguir algún logro siempre es necesario hacer un gran esfuerzo, casi siempre entendiendo este como sacrificio
Las nuevas corrientes de pensamiento hablan de la necesidad de un cambio de paradigma en el que la palabra esfuerzo responda a otros parámetros
Los expertos hablan de la importancia de descubrir el talento natural y materializarlo a base de perseverancia y constancia
Darío acaba de empezar tercero de la ESO, un curso algo más complejo que los demás ya que a partir de este año, sus notas finales de curso contarán para la media, tendrán un impacto en su nota final y, por tanto, en sus posibilidades de elegir una u otra carrera universitaria, llegado el momento.
“No hemos hecho más que empezar el curso, después de todo lo que hemos pasado con la cuarentena y en el colegio no paran de decirnos que este año tenemos que hacer un gran esfuerzo, que tenemos que poner todo de nuestra parte, que nos jugamos nuestro futuro y bla, bla, bla -me contaba Darío en una conversación a la salida de clase- a mí, francamente, más que animarme me están desanimando con eso de esforzarse, esforzarse y esforzarse…menos sufrimiento y un poquito de disfrutar también ¿no? Que teníamos muchas ganas de volver a clase y ver a los compañeros”.
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En qué consiste la cultura del esfuerzo
No creo que me equivoque al decir que la mayoría de nosotros, al igual que Darío, hemos crecido con el lema “si quieres conseguir, algo debes esforzarte” grabado a fuego. Esa es una creencia compartida por varias generaciones en nuestra cultura occidental. Nuestro sistema educativo nos lo ha machacado desde bien pequeños, “tienes que esforzarte si quieres sacar buenas notas”, “tienes que esforzarte si quieres ser un crack en tal o cual deporte”. Así hemos ido forjando esa creencia colectiva que nos lleva a interpretar que la mayoría de las veces, cuando alguien consigue algún éxito o el dominio de una materia, se debe a que ha hecho un gran esfuerzo para ello.
En principio no tendría que haber nada de malo en ello, salvo por un pequeño detalle: que la palabra esfuerzo parece tener siempre una connotación negativa.
¿En qué momento se instaló en nuestra mente la idea de que esfuerzo es sinónimo de sacrificio, de sufrimiento, de privación o incluso de dolor?
Me pregunto si esto se debe a que tal vez, al decirnos “tienes que esforzarte” nuestros profesores, padres o entrenadores solían acompañar esa frase con algún gesto o con cara de “uuuuuf, no veas la que vas a tener que sufrir para conseguirlo”.
Es curioso porque de las 4 acepciones que la RAE da de la palabra esfuerzo, sólo una de ellas hace alusión a esa idea de sacrificio: “empleo de elementos costosos en la consecución de algún fin”.
Las demás definiciones tienen sobre todo que ver con la idea de energía, de vigor, de fuerza, de ánimo: “empleo enérgico de la fuerza física contra algún impulso o resistencia”,empleo enérgico del vigor o actividad del ánimo para conseguir algo venciendo dificultades, “ánimo, vigor, brío, valor”.
Esforzarse no siempre es sufrir
Seguro que usted conoce a más de una persona exitosa en su vida, que pone cada día energía, ánimo, vigor y brío en aquellas tareas que le llevan a obtener ese éxito y que, curiosamente, ¡no sufren ni viven con una sensación de estar haciendo permanentemente un sacrificio!
Yo, personalmente, conozco a muchas personas -niños y adultos- que son muy talentosas en algunas disciplinas como la música, la pintura, el ballet, la gimnasia, el fútbol, etc. Lo hacen genial, dedican mucho tiempo y energía a lo que hacen y consiguen gandes éxitos sin dolor, ni sufrimiento, ni sacrificio…lo que obtienen es más bien todo lo contrario: una gran sensación de felicidad y de bienestar.
Efectivamente hay una corriente de pensamiento muy extendida que considera que esforzarse implica un sufrimiento necesario para poder recoger los frutos más tarde. Sin embargo, hay otra corriente de pensamiento mucho menos extendida, que cree que la cultura del esfuerzo es sencillamente esa que entiende que sin tenacidad y sin perseverancia tener éxito es mucho más difícil.
Otra manera de entender el esfuerzo
Esta visión es mucho más amable con la idea de esfuerzo, porque quita a esa palabra todas esas connotaciones negativas de sufrimiento, sacrificio y dolor…connotaciones que, según muchos educadores, solo sirven para desanimar a chavales como Darío.
Porque la idea de que esforzarse implica sufrir es muy poco seductora. Resulta mucho más atractiva la idea de que esforzarse implica perseverar y que en ese perseverar no tiene por qué haber sufrimiento sino más bien todo lo contrario, puede haber incluso disfrute, sobre todo cuando hablamos del proceso que nos llevará a materializar un talento natural.
Es necesario entender ese esfuerzo no como un sacrificio y un sufrimiento, sino como un ejercicio de perseverancia
La psicóloga Elisenda Cros, de Universo Hijos, explica que en este punto es importante conectar con la idea de talento y éxito porque “Cuando vamos alineados con nuestro talento innato el paso del tiempo es relativo y la asociación entre esfuerzo y sufrimiento se diluye durante el proceso”. Esto significa que si conseguimos que un estudiante haga cosas (como dedicar unas horas al día a estudiar) alineadas con su talento, no le importará cuánto tiempo tenga que dedicar a esa tarea, ni la energía mental que deba poner para lograr el éxito en la tarea.
En este sentido, el esfuerzo sí sería importante para ayudar a un niño o niña a desarrollar su talento, pero es necesario entender ese esfuerzo no como un sacrificio y un sufrimiento, sino como un ejercicio de perseverancia, tenacidad y constancia… porque sin práctica, no hay desarrollo del talento.
Así nos lo explicaba en una entrevista a NIUS, la experta en talento Arancha Ruiz: “siempre digo que el talento es acción, hasta que no hay acción, no hay talento, hay promesa de talento, es como la creatividad. Tú puedes tener muchas ideas, pero esa creatividad no existe hasta que no la plasmas en un texto, un vídeo, una figura, o una palabra…”
De modo que esta idea de necesidad de acción para el desarrollo del talento natural, unida a la de perseverancia, constancia y tenacidad, nos da unas interesantes coordenadas para orientar ese esfuerzo (energía) hacia el éxito, que nada tendría que ver con el sufrimiento o el sacrificio que tanto desmotiva a chavales como Darío.
Es nuestra responsabilidad -para los que somos padres y/o educadores- contribuir a ese cambio de paradigma poniendo mucha atención en nuestro lenguaje no verbal y en todos los aspectos prosódicos (acento, tono, entonación) que aderezan nuestro discurso cuando hablamos a nuestros hijos de la necesidad de esforzarse para conseguir lo que se propongan…porque el lenguaje crea realidad y la tal vez la realidad que estamos creando para ellos -que esfuerzo es sinónimo de sufrimiento-los desmotiva en vez de motivarlos.
Siguiendo los consejos de Arancha Ruiz, parte de nuestra labor como guías de nuestros hijos y/o alumnos a la hora de diseñar una estrategia para ayudarles a conseguir sus objetivos, debería estar más enfocada en animarles a descubrir cuál es su verdadero talento respondiendo a estas tres preguntas: ¿en qué soy bueno?, ¿dónde soy bueno?, ¿cómo puedo hacer que los demás los sepan?
El siguiente paso sería inculcarles la importancia de la perseverancia y la constancia, porque para que su talento trascienda lo que necesitan sobre todo es practicar, practicar y practicar…nada más alejado de la anticuada idea de sufrimiento.