El poder de las expectativas: cómo influyen en el modo en que percibimos la pandemia


La mayoría de las personas construimos inconscientemente expectativas poco realistas sobre el mundo que nos rodea
Nuestras expectativas sobre las cosas afectan a nuestra manera de percibir el mundo y de actuar sobre él
Que podemos hacer para construir expectativas más realistas
Marina pensaba que la pandemia iba a ser muy distinta a lo que está siendo. Allá por el mes de mayo, cuando llevábamos dos meses confinados, empezó a ilusionarse con la idea de pasar un verano normal…y así fue para ella. A pesar de tener que llevar la mascarilla y ser más precavida en los lugares públicos, Marina logró olvidarse bastante de la pandemia y empezó a crear su propia narrativa sobre lo que iba a ocurrir en los meses venideros: los niños empezarían el colegio, ella volvería a trabajar de manera presencial, poco a poco el virus se iría esfumando de nuestras vidas y enseguida la vida volvería a ser como siempre.
En septiembre, en la cabeza de Marina, la pandemia había quedado representada como una pesadilla del pasado, como algo que afortunadamente ya pasó y que no volvería nunca más. Escuchaba estupefacta a sus compañeros de trabajo, amigos o familiares, cuando alguno de ellos hacía algún comentario sobre la segunda ola de la pandemia a la que parecíamos abocados. A pesar de lo que decían las cifras oficiales sobre el número creciente de contagios, a pesar de que en Madrid se decretó el estado de alarma, ella seguía pensando que todo eso era una exageración.
“Yo apenas conozco ningún caso positivo por covid; si los colegios han empezado y los comercios están abiertos será porque la situación está mejorando…además, en pocos meses se empezará a vacunar a la gente, lo he leído en el periódico; esta pandemia tiene los días contados”… esas son algunas de las frases que Marina se repetía una y otra vez. Un discurso que no hacía más que reforzar sus ideas tan personales sobre la pandemia y, sobre todo, sintonizar su sistema de atención para captar preferiblemente aquellos estímulos que contribuían a confirmar sus ideas.
El 99% de las personas construimos expectativas poco realistas sobre el mundo y sobre los demás
Ni siquiera cuando se decretó el estado de alarma para todo el país, el pasado domingo, ella era capaz de ver la realidad…Marina no entendía lo que estaba pasando. Se sentía profundamente triste y decepcionada. A su alrededor no hacía más que ver a la gente actuando con normalidad, como si las cosas no hubieran cambiado demasiado para ellos, sin embargo, ella sentía una gran frustración porque las cosas no estaban saliendo como ella había imaginado.
Aunque el caso concreto de Marina no es del todo real, lo cierto es que bien podría serlo. Me he permitido aglutinar algunos testimonios y comentarios escuchados aquí y allá en las últimas semanas para tratar de ilustrar cómo funcionan las expectativas en nuestro modo de percibir el mundo, algunas veces distorsionado. Y, aunque pensemos que eso a nosotros no nos pasa, lo cierto es que el 99% de las personas construimos expectativas poco realistas sobre el mundo y sobre los demás….y lo hacemos de manera inconsciente.
En el caso de Marina, sus expectativas sobre la pandemia, le hacían ver la realidad con bastante optimismo, pero también puede ocurrir justo lo contrario (que las expectativas nos hagan ver las cosas con un cariz pesimista), aunque es importante recalcar que esto es menos habitual. Porque las expectativas, generalmente se construyen desde un deseo inconsciente de que las cosas sean de una determinada manera. Las expectativas tienen que ver como cómo nos gustaría que las cosas fueran en nuestro trabajo, con nuestras relaciones sociales, con la evolución de la pandemia o con la vida en general…
El poder de las expectativas
Se ha escrito mucho sobre el llamado poder de las expectativas. En un estudio titulado Expectativas y duración del desempleo, (Piqueras, Rodriguez y Rueda 2008) los autores observaron que “las personas que se sienten convencidas de que encontrarán trabajo pronto, reducen sensiblemente sus probabilidades de permanencia en el paro”. Las diferencias entre quienes tienen unas expectativas positivas o negativas podían ser de hasta 14 meses.
Años antes, Rosenthal y Jacobson estudiaron El efecto Pigmalión en las aulas y vieron cómo las expectativas que los profesores tenían sobre sus alumnos, acabaron convirtiéndose en realidad.
¿Quiere decir esto que basta con imaginar que algo va a ser estupendo para que resulte ser así? Ni mucho menos…El poder de las expectativas se refiere más bien a que muchas veces, cuando deseamos mucho algo, ocurren varios fenómenos: uno de ellos es que nuestra atención, a través del sistema reticular activador ascendente (SRAA) queda sintonizado para percibir preferiblemente aquellos estímulos que confirman esas expectativas. Por eso, Marina escuchaba y leía preferiblemente las noticias que hablaban de la proximidad de la vacuna y aquellas que tenían que ver con la recuperación de la normalidad y, sin embargo, es posible que ni siquiera oyera las que tenían que ver con el aumento de contagios.
Las expectativas también influyen en nuestras acciones
El segundo fenómeno interesante que ocurre, es que esta manera de percibir el entorno, nos hace actuar de una determinada manera. Las personas con unas expectativas positivas en el estudio de Piqueras y colaboradores, encontraron empleo antes que las demás no porque lo desearon mucho, sino porque esas expectativas les llevaron a actuar de una determinada manera: fueron mucho más activas en la búsqueda de empleo que los que pensaron que el mercado laboral estaba tan mal, que no había nada que hacer al respecto.
Las expectativas positivas que los profesores del estudio sobre el efecto Pigmalión en las aulas tenían sobre algunos alumnos, hicieron que los docentes dieran inconscientemente un trato diferente a esos alumnos con respecto a sus compañeros.
Como explica el psicólogo Alberto Soler (El poder de las expectativas, El País, 2016) “Las expectativas no sirven de nada si no van acompañadas de acciones. Son nuestras decisiones y acciones las que generan las condiciones necesarias para que se desarrollen unos u otros acontecimientos”.
Y esto es así incluso aunque nuestras acciones estén guiadas por procesos inconscientes. Porque las expectativas operan en ese nivel: no somos conscientes de que las tenemos, sin embargo, condicionan mucho nuestra manera de ver el mundo.
Expectativas realistas
Saber que existen las expectativas y -aunque no nos guste la idea- aceptar que estas tienen una gran influencia en nosotros, nos abre a la posibilidad de prestarles atención y, tal vez, de desafiarlas.
Prestar atención a nuestras expectativas sobre los demás, sobre nuestras relaciones, sobre la evolución de la pandemia o sobre el mundo en general, puede tener un importante efecto en nuestro bienestar.
Por eso, este primer paso de darme cuenta de mis propias expectativas sobre algo o sobre alguien, es el punto de partida para construir unas más realistas. Y las expectativas realistas son aquellas que tienen en cuenta tanto las buenas oportunidades como las adversidades.
Una persona con expectativas demasiado pesimistas sobre una situación determinada, por ejemplo la segunda ola de la pandemia, tiene menos capacidad para apreciar las cosas positivas que pueden estar sucediendo alrededor de esa situación. Otras veces, construimos castillos en el aire y podemos llegar a sufrir mucho cuando nuestras expectativas no se cumplen, como le pasó a Marina…De hecho, la frustración o la angustia, son emociones que muchos psicólogos explican como el resultado de una descompensación entre nuestras expectativas y la realidad.