Ser fuerte emocionalmente no tiene nada que ver con la habilidad para no expresar dolor o sufrimiento y menos aún para no sufrir
Sin embargo, el uso que muchas veces hacemos de la expresión fortaleza emocional puede distorsionar el concepto
Explicamos cuáles son los rasgos de las personas emocionalmente fuertes y de dónde emanan esas conductas
Explicaba la presidenta del Instituto Español de Resiliencia, Rafaela Santos, en una entrevista reciente en NIUS, que todos nosotros, queramos o no, vamos a vivir al menos dos o tres acontecimientos adversos en nuestra vida: una enfermedad grave, una ruptura, un despido, la muerte de ser querido…
Es en esos momentos adversos que nos presenta la vida -muchas veces sin avisar- en los que las personas emocionalmente fuertes mejor se retratan. Ser emocionalmente fuerte no tiene nada que ver con tener la capacidad de pasar de puntillas por esos acontecimientos adversos o de hacer como si esas adversidades a uno no le afectaran…nada que ver con eso.
Ser emocionalmente fuerte tiene que ver, lo primero de todo, con aceptar que el sufrimiento forma parte de la vida y que todos, absolutamente todos, somos susceptibles de sufrir, tenemos derecho a sufrir y estamos legitimados a manifestar que sufrimos. Ser emocionalmente fuerte no significa en absoluto que uno tiene la capacidad de permanecer impasible ante las adversidades de la vida o que se guarda el dolor muy adentro para no molestar a los demás.
“Fíjate qué fortaleza… estaban ahí los dos en el entierro de su hijo…. sin derrumbarse ni una sola vez, después de todo lo que han pasado”
Parece que estamos diciendo que ser una persona emocionalmente fuerte es ser una persona que ha generado estrategias en su vida para no mostrar o expresar su dolor
Expresiones como esa están demasiado integradas en nuestras vidas y, en el fondo, no hacen más que distorsionar el concepto de fortaleza emocional. Parece que estamos diciendo que ser una persona emocionalmente fuerte es ser una persona que ha generado estrategias en su vida para no mostrar o expresar su dolor. Pero, como decía, ser emocionalmente fuerte no tiene nada que ver con eso.
Si lo pensamos por un momento, esto bien podría ser el efecto a largo plazo de ese “hijo, no llores, que no es para tanto”, que tanto repetimos los padres a nuestros hijos de manera automática, sin ser conscientes de que implícitamente estamos poniendo en valor la habilidad de no expresar el sufrimiento. Sin darnos cuenta estamos contribuyendo a través de nuestra manera de hablar -automática e inconsciente- a crear un concepto equivocado de fortaleza emocional.
Estoy convencida de que al ver la foto que acompaña este artículo, titulado Qué significa ser emocionalmente fuerte, la mayoría enseguida ha interpretado que la persona que abraza y consuela es la emocionalmente fuerte, no la que llora…
El lenguaje crea realidad
Como dice el filósofo chileno Rafael Echeverría (1994) en su conocida obra Ontología del lenguaje, “El lenguaje no sólo nos permite hablar 'sobre' las cosas: el lenguaje hace que sucedan cosas. El lenguaje, por lo tanto, no sólo nos permite describir la realidad, el lenguaje crea realidades. La realidad no siempre precede al lenguaje, éste también precede a la realidad”.
La pregunta que surge aquí es ¿Hasta qué punto hemos creado nosotros, con nuestro lenguaje, un concepto distorsionado de fortaleza emocional?
Pensar que ser emocionalmente fuerte es algo tan simple como tener la capacidad de no mostrar los sentimientos y de conseguir que las adversidades de la vida no me afecten, es una creencia tremendamente limitante. En el fondo nos está cerrando a la posibilidad de ser emocionalmente fuertes de la manera adecuada y de entrenar las habilidades que hacen que una persona llegue a serlo.
Porque una persona no nace emocionalmente fuerte o débil. Una persona cultiva esa fortaleza emocional, que podríamos definir como el conjunto de recursos psicológico que nos ayudan a afrontar situaciones adversas sin que estas nos desorienten o paralicen.
Como vemos, esta idea no tiene nada que ver con una supuesta habilidad para crearnos una coraza y 'tirar para adelante' como si nada hubiera ocurrido. Consiste en tener la capacidad de mantener la calma ante las situaciones adversas, tomar perspectiva y diseñar acciones para gestionarlas.
Autocontrol, principal señal de fortaleza emocional
La mayoría de expertos en psicología de la personalidad, coinciden en que los rasgos de las personas emocionalmente fuertes están relacionados con la idea de autocontrol.
El autocontrol nos habla de la habilidad para gestionar lo que sentimos de la manera adecuada de forma que esos sentimientos no nos arrastren, nos desborden o nos lleven a hacer daño a los demás o a nosotros mismos.
Gestionar lo que sentimos no significa rechazarlo o negarlo, sino identificar eso que sentimos, darnos permiso para sentirlo y desde ahí diseñar las acciones que queremos llevar a cabo para poder manejar la situación de la manera más sostenible o saludable para nosotros y nuestro entorno.
Por alguna razón, en algún momento, culturalmente confundimos la idea de autocontrol con la de represión o negación de los sentimientos…de ahí, es comprensible que entre todos, sin darnos cuenta, hayamos creado esta idea distorsionada de lo que significa ser emocionalmente fuerte.
Los 6 rasgos de las personas emocionalmente fuertes
Los rasgos de las personas emocionalmente fuertes tienen que ver con esta idea de autocontrol.
- La persona emocionalmente fuerte se valida a sí misma, es decir no necesita la opinión de los demás para saber que sus ideas, sus opiniones son válidas o adecuadas. Esto no significa que una persona emocionalmente fuerte no tenga jamás en cuenta la opinión de los demás, significa que no depende los demás, que no son los demás los que tienen el control de su vida. Por ello estas personas no son fácilmente influenciables y suelen vivir al margen de las modas y las tendencias.
- De la anterior cualidad deriva la siguiente, la reafirmación. Se refiere a la capacidad de aceptar el rechazo, de aceptar que uno no tiene que gustar a todo el mundo, que uno puede ser rechazado por los demás y que eso no debe condicionarle. Es decir, una persona fuerte emocionalmente no dice ‘sí’ cuando quiere decir ‘no’ por temor a ser rechazado o a no gustar. Una persona emocionalmente fuerte sabe gestionar ese miedo al rechazo.
- Una persona emocionalmente fuerte hace aquello que quiere hacer. No significa que actúe de manera caprichosa e infantil, significa que tiene claras sus prioridades y actúa en consecuencia. Esto requiere un trabajo previo de reflexión, de autoconocimiento, de toma de contacto con uno mismo.
- Una persona emocionalmente fuerte ve a los demás como iguales; respeta y valora a los demás tanto como ella desea ser valorada y respetada. No percibe a los demás como rivales, sino como vías para llegar a una vida más plena.
- Por la razón anterior, una persona emocionalmente fuerte elige escrupulosamente sus amistades y sabe crear y mantener vínculos fuertes y saludables con ellas.
- Las personas emocionalmente fuertes tienen mente de aprendiz, son exploradoras, no tienen miedo a los cambios porque los ven como oportunidades para crecer, aprender y desarrollarse personalmente.
Como vemos, el concepto de fortaleza emocional no tiene nada que ver con esa idea de dureza de carácter, invulnerabilidad o tendencia a imponerse a los demás. Tiene bastante más que ver con la idea de conocernos y aceptarnos a nosotros mismos tal y como somos -con nuestras luces y nuestras sombras- y con saber gestionar (autocontrol) nuestras emociones en vez de hacer como que las cosas no nos afectan.
Este trasfondo personal es de donde surgen las 6 conductas o rasgos propias de personas emocionalmente fuertes que acabamos de enumerar. Por tanto, lo que uno debe cultivar, si quiere ser una persona emocionalmente fuerte, no son esas conductas -ya que estas emanarán de manera natural- sino ese trasfondo personal. Difícilmente podremos amar aquello que no conocemos, por eso, cultivar ese trasfondo personal, pasa, necesariamente, por dedicarse tiempo a uno mismo, por conectar con uno mismo. Pero claro…esto es algo a lo que nuestro modo de vida -siempre corriendo, siempre haciendo cosas- no nos invita en absoluto.