El reto de marcarse buenos objetivos para el nuevo año


El comienzo de un nuevo año es para muchos un momento de ilusión e inspiración para marcarnos nuevos objetivos y retos
Tener objetivos a la vista es una gran fuente de motivación, sin embargo, también puede generar mucha frustración
Marcarse objetivos no consiste en formular un anhelo o un deseo: hay todo un arte detrás de ello
Quien más y quien menos se marca objetivos, retos, buenos propósitos o anhelos que cumplir para el nuevo año: “a ver si por fin este año me apunto a un curso de inglés, que llevo diciéndolo una década”, “de este año no pasa que vuelvo a hace deporte y ponerme en forma”… esta sana costumbre -que muchos tenemos ya por inercia- no es ninguna banalidad.
Marcarse objetivos para el año que entra es una práctica que, además de ayudarnos a sobrellevar la vuelta a la rutina, nos permite empezar la nueva etapa con más motivación e ilusión. Cuando hay algo muy seductor que conseguir allá en el horizonte, cuando hay algo por lo que levantarse cada mañana, es mucho más fácil ponerse en marcha. Porque el movimiento genera energía y la energía nos da el impulso para seguir. Esto, consciente o inconscientemente, casi todos los que hemos crecido en la cultura occidental, lo tenemos muy bien integrado. De hecho, para muchos de nosotros la vida consiste en eso; en ir superando etapas, consiguiendo hitos…es como un patrón.
Objetivos relacionados con la pandemia
Sin duda, la pandemia -y todo lo que tiene que ver con que la situación sanitaria mejore- se lleva la palma de los objetivos este año. Todos queremos que las cosas vuelvan a la normalidad o, por lo menos, dejar de vivir con este miedo a contagiarnos o que se contagien nuestros seres queridos. Es totalmente lógico. En las últimas semanas he lanzado dos preguntas en varios chats de wasap para hacer un pequeño estudio: “¿Os habéis marcado algún objetivo para el nuevo año?, ¿os importa compartir de qué se trata?” La mayoría de las respuestas han tenido que ver con el coronavirus y la pandemia. Estas son algunas de ellas:
“Mi objetivo es recuperar la normalidad y que las cosas vuelvan a ser como antes”, “Mi anhelo es que con las vacunas consigamos pronto la inmunidad de rebaño y eso nos permita recuperar nuestras vidas”, “Yo me conformo con que mis padres no se contagien y poder volver a trabajar a la oficina”, “Me he propuesto tratar de ser feliz a pesar de la pandemia”, “Que mi hija pase de curso, porque con tantas clases telemáticas la veo muy desubicada”, “Mi reto es que el nuevo año sea mucho mejor que el 2020”.
La capacidad de automotivación
Tener la habilidad de automotivarnos es una de las conocidas como competencias emocionales básicas. Podemos definir la automotivacón como la habilidad de una persona para marcarse objetivos, ilusionarse con ellos y mover los recursos que tiene para conseguirlos. Las consecuencias para el bienestar de esa persona son evidentes. No tanto por el hecho de conseguir los objetivos que se ha marcado (no siempre ocurre) sino porque el simple hecho de perseguir algo, genera una gran energía.
En resumen, quien sabe motivarse, por lo general, se siente más satisfecho con su vida. Tener esta capacidad no tiene nada que ver con nuestro carácter, personalidad ni con una manera de ser determinada o con un don con el que nacemos…tener la capacidad de automotivarnos nos habla de una serie de competencias que podemos adquirir, aprender, desarrollar y perfeccionar a base de entrenamiento. Es decir, cualquiera que se lo proponga puede aprender a motivarse y, una buena manera de hacerlo, es aprendiendo a marcarse objetivos.
Un reto personal mal marcado, mal formulado, no sólo no motiva, sino que puede llegar a tener el efecto contrario al que buscábamos
Para ver en qué consiste esto de aprender a marcarse objetivos, vamos a recuperar el primero de esos retos para 2021 que me comentaron en mi rudimentaria investigación “Mi objetivo es recuperar la normalidad y que las cosas vuelvan a ser como antes”. ¿No es cierto que esto, más que un objetivo, es simplemente la expresión de un deseo? Eso parece. Sin embargo, esta persona, ha empezado la frase con “Mi objetivo es ….” Sin darse cuenta está cometiendo un error fatal, enseguida veremos por qué.
Motivarse no consiste en marcarse objetivos de cualquier manera, sino en marcárselos de la manera correcta, de la manera que realmente nos ayude y nos permita estar más motivados y tener más energía, sentirnos mejor...
Muchos psicólogos, coaches y expertos en motivación y desarrollo personal dedican gran parte de sus terapias o sesiones a enseñar a sus pacientes o clientes a marcarse objetivos de la manera correcta. Esto es así porque un reto personal mal marcado, mal formulado, no sólo no motiva, sino que puede llegar a tener el efecto contrario al que buscábamos.
Por eso, antes de marcarnos objetivos a lo loco para el nuevo año, conviene tener en cuenta algunas ideas interesantes. La primera tiene que ver con el control, con la capacidad de influencia que tenemos sobre ese objetivo o reto.
Objetivos que estén bajo nuestro control
En el contexto de la pandemia, ¿qué capacidad de influencia tiene una persona sobre el objetivo de “recuperar la normalidad y que las cosas vuelvan a ser como antes”?
Obviamente, ninguna o muy poca capacidad de influencia. Una persona, de manera individual, no puede conseguir que eso ocurra, porque hay muchos otros factores que se escapan a su control, pero que intervienen de manera definitiva en todo el proceso que nos llevará a ese resultado.
“Recuperar la normalidad y que las cosas vuelvan a ser como antes” depende, por ejemplo, de que la situación sanitaria mejore y no solo en nuestro país sino a nivel global. Depende también de que las vacunas hagan su función, de que la gente siga siendo responsable y cumpla las medidas de seguridad, de que los gobiernos hagan una buena gestión de la situación, de que el virus no empiece a mutar y así un largo etc.
No debemos confundir un objetivo o reto personal con un deseo o anhelo de que algo ocurra
Cuando nos marquemos un objetivo o reto personal que realmente sirva para motivarnos y generar esa energía, debemos buscar siempre algo que dependa exclusivamente de nosotros, es decir que esté bajo nuestro control. De lo contrario, será una fuente de frustración, de desmotivación, de malestar e incluso de culpabilidad.
No debemos confundir un objetivo o reto personal con un deseo o anhelo de que algo ocurra. Por ejemplo, “Que mi hija pase de curso, porque con tantas clases telemáticas la veo muy desubicada” sería un objetivo estupendo para esa hija. Pero para su madre -que no puede estudiar por ella- puede convertirse en una fuente de frustración y de malestar. Quizás esa madre podría ponerse este otro objetivo: “Este año voy a ayudar a mi hija todo lo que pueda para que esté más centrada en los estudios y pueda pasar de curso”... eso sí está totalmente en manos de esta madre. El objetivo deja de ser “que mi hija pase de curso” y se convierte en “que yo pueda ayudar a mi hija”.
Objetivos específicos y concretos
El siguiente paso sería concretar qué significa exactamente “ayudar”. Cuanto más específicos seamos, más posibilidades tendremos de conseguir nuestro objetivo…de la misma manera que es mucho más fácil llegar a un sitio cuando sabemos la dirección exacta y conocemos el camino.
“Ayudar” es poco específico y poco concreto, ¿qué tal “dedicar todos los días una hora a sentarme con mi hija y repasar las tareas con ella, explicarle dudas y ayudarle a organizarse”? tal vez, dicho así, sí podamos diseñar un plan de acción que nos acerque al objetivo.
Objetivos realistas
Muchas veces nos marcamos metas tan utópicas que no sabemos ni por dónde empezar y nos sentimos culpables y frustrados por no ser capaces de ponernos en marcha. Conviene en estos casos reformular esos objetivos y hacerlos más realistas. ¿Realmente va a ser posible dedicar una hora todos los días a ayudar a mi hija con los estudios?
Quizás para algunas personas sí lo sea, pero tal vez, una hora al día sea algo pretencioso para otras y resulte más realista cambiarlo por “los lunes y los miércoles”. Así, lo que estamos haciendo -además de visualizar el objetivo como algo completamente realizable- es marcarnos un itinerario, un mapa, una hoja de ruta.
Objetivos en positivo
Una última recomendación, pero no menos importante, sería que el objetivo que nos marquemos esté siempre formulado en positivo. Es más fácil motivarnos cuando nuestro cerebro interpreta nuestro objetivo como algo bueno a lo que nos queremos acercar y no como una situación mala de la que queremos escapar. Es más motivador enfocarnos en lo bueno, que en lo malo. Por ejemplo, si una persona tiene como objetivo para 2021 “no quejarse tanto por la situación de la pandemia” siempre será mejor traducirlo al modo positivo “Enfocarme en las cosas buenas para tener una actitud más optimista respecto a la situación de la pandemia”.
Como vemos, la manera en que nos contamos nuestro objetivo, la manera en que lo enunciamos o lo formulamos, es fundamental. No basta con querer mucho una cosa, hace falta verbalizarla de manera que nuestro cerebro la entienda y sepa cómo ir a por ella.
Tal vez ahora le sea más fácil entender ahora por qué tantas personas se marcan el mismo objetivo año tras año (lo cual significa que lamentablemente no lo han conseguido).
Si, por ejemplo, históricamente su objetivo ha sido: “de este año no pasa que vuelvo a hacer deporte y ponerme en forma”, seguro que ya entiende porqué todos los años empieza a ir al gimnasio muy a tope en enero, pero a mediados de febrero ya se ha desinflado: ¡le hace falta ser más específico y concreto!... hacer un mapa que le ayude a llegar a su destino.
Y en cuanto a los objetivos sobre la situación de la pandemia (que están fuera de su influencia) recuerde no confundir un anhelo con un reto y trate de transformar ese deseo en un objetivo que esté bajo su control, que sea específico, concreto, realista y positivo. ¡Suerte!