Qué es el síndrome de Clerambault: cuando el enamoramiento se convierte en patología

El síndrome de Clerambault o enamoramiento patológico es un tipo de delirio descrito por un psiquiatra francés en 1921
Tiene unas caracteristicas específicas que hace que una persona interprete que otra persona se ha enamorado de ella
Cómo una persona puede llegar a esta interpretación distorsionada de la realidad
El teléfono sonaba día sí y día también a eso de las 11 de la noche en la redacción de CNN+. A esas horas solo quedábamos cuatro o cinco personas trabajando. Nadie cogía el teléfono porque todos sabíamos quien era: un hombre, con voz amable, que preguntaba si por favor se podía poner la presentadora. Decía que era su amigo “tal” y que tenía que darle un recado importante.
Alguna vez coló, porque quien descolgó el teléfono era alguien que habitualmente no estaba en el turno de cierre y que no sabía que el amigo “tal” era un hombre que vivía completamente obsesionado con esta presentadora.
A mí, de hecho, me pasó exactamente eso antes de saber de la existencia de este hombre. Una noche descolgué el teléfono sin saber de qué iba el tema y con toda mi buena intención avisé a la presentadora, que en ese momento no estaba grabando. –“Tienes una llamada”, le dije.
Recuerdo perfectamente su cara de susto –“¿quién es?”, me preguntó con los ojos como platos. –“Uno, que dice que es tu amigo y que tiene que darte un recado importante”, le contesté. –“Hazme el favor de decirle que estoy ocupada… y cuelga…no esperes a que te conteste nada, simplemente cuelga…luego te cuento”, me dijo con cara de desesperación.
El amigo “tal” llevaba meses acosando a esta presentadora. Le enviaba regalos a la redacción y cartas en las que él daba por sentado que ambos tenían una relación y que ella también estaba enamorada de él. Le proponía ir a recogerla después del trabajo para ir a cenar juntos o irse de viaje el fin de semana. Lo hacía con una naturalidad pasmosa, como si realmente fueran pareja.
¿Acoso o enamoramiento patológico?
Seguro que todos recuerdan el famoso caso de John Hinckley conocido por su intento de asesinato en 1981 al entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan. Hinckley se obsesionó con el papel de Jodie Foster en la película Taxi Driver e ideó un plan para impresionar a la actriz tratando de disparar al presidente. Aunque su intento de magnicidio quedó en eso, en un intento, Hinckley consiguió su verdadero objetivo: llamar la atención de la actriz. El había estado meses mandándole cartas. En la última, le explicaba sus intenciones magnicidas:
“Como ya sabes, te quiero mucho. Desde hace siete meses te he dejado docenas de poemas, cartas y mensajes de amor con la pequeña esperanza de que podría causarte un interés en mí. Aunque hablamos por teléfono un par de veces, nunca tuve el valor para, simplemente, acercarme a ti y presentarme. A pesar de mi timidez, sinceramente no deseaba molestarte con mi presencia constante.… Me siento muy bien por el hecho de que al menos sabes mi nombre y lo que siento por ti…Por muy ridículo que sea, al menos sabes que siempre te amaré. Abandonaría esta idea de Reagan si pudiera ganarme en un segundo tu corazón y vivir el resto de mi vida contigo, ya sea en la oscuridad total o lo que sea. Admito que la razón por la que sigo adelante con este intento es porque no puedo esperar más para impresionarte”.
John Hinckley fue declarado no culpable por motivos psicológicos e ingresó en un hospital psiquiátrico donde estuvo bajo supervisión médica hasta 2016. Mucho se ha escrito sobre este caso y muchos expertos, como David Brunskill (Learning from the love letters of erotomania, 2017) se han referido a él como un ejemplo extremo del síndrome de Clerambault, erotomanía o enamoramiento patológico. Otros expertos, sin embargo, consideran que John Hinckley no cumplía las condiciones para ser catalogado estrictamente como síndrome de Clerambault.
Qué es el síndrome de Clerambault
El síndrome lo describió el psiquiatra francés Gaëtan Gatian de Clérambault en 1921 en su obra Les Psychoses Passionelles. Se da cuando una persona está patológicamente enamorada de un personaje público o famoso y cree que es correspondida. De manera que, cualquier gesto que haga el personaje, lo interpretará como una muestra de su amor. Este síndrome suele aparecer en el contexto de un trastorno delirante.
La diferencia entre un caso de acoso, en el que el acosador se obsesiona con una persona y lleva a cabo todo tipo de conductas con tal de conseguir estar con ella, y un síndrome de Clerambault, es que este segundo caso, es un tipo de delirio en el que quien lo padece está completamente convencido de que el otro también está enamorado. El otro suele ser alguien que generalmente ocupa un rango social superior al propio, como por ejemplo un presentador de televisión o una estrella de cine.
La certeza de que el otro está enamorado, se suele dar también junto a la convicción de que terceras personas impiden que la pareja se encuentre. Es habitual que la persona con este tipo de delirio intente ponerse en contacto con su enamorado o enamorada, hecho que le puede ocasionar problemas, ya que la otra persona puede llegar a denunciar.
Delirio u obsesión
El acoso es, por tanto, la conducta de hostigar y molestar a alguien, pero no siempre responde a la certeza absoluta de que el otro también está enamorado de uno…muchas veces el acoso puede estar motivado por celos, envidia, odio, deseos de venganza o el deseo obsesivo de conquistar a alguien, sin que exista necesariamente la creencia de que el otro también está enamorado.
El síndrome de Clerambault es un tipo de trastorno del contenido del pensamiento, relacionado con ideas delirantes. Una idea delirante o delirio es, como explica el profesor de Psicopatología Muiños Martínez en su Manual de semiología de la UOC, “una idea falsa mantenida con gran convicción por la persona y no modificable por argumentos lógicos o por evidencias empíricas en contra”. La persona con síndrome de Clerambault no tiene ninguna duda de que el otro también está enamorado de él. La idea delirante se mantiene inalterable incluso aunque el otro lo niegue…porque quien lo padece no es influenciable por la realidad ni por la experiencia.
Por qué se crea y se mantiene el delirio
A pesar de que el otro rechace una y otra vez a la persona que tiene síndrome de Clerambault, este sigue insistiendo en sus conductas, porque interpreta que, por algún motivo, su enamorado o enamorada tiene que mantener su amor en secreto.
La gratificación que produce en la persona con síndrome de Clerambault el hecho de tener este tipo de pensamientos retroalimenta la idea delirante.
¿A quién no le gusta sentirse amado por otro? El estado de enamoramiento hace que nos sintamos bien y esa sensación tan agradable es la que hace de refuerzo de las ideas delirantes… porque sentirse amado supone una recompensa a nivel emocional.
Es posible que alguna vez hayamos creído que otra persona estaba enamorada de nosotros. Es posible que incluso nos hiciéramos ciertas ilusiones durante un tiempo, hasta que nos dimos cuenta de que todo había sido fruto de un error de interpretación de algún gesto o de alguna palabra etc…esta situación tan cotidiana, es completamente normal.
Mi desconocimiento me llevó a pensar que era un loco o un tarado acosador que se había obsesionado con una chica guapa que salía en televisión
Lo que ocurre en el caso del síndrome de Clerambault es que quien lo padece se enreda en una maraña de atribuciones erróneas sobre el otro. Esas creencias sobre el otro se van reforzando constantemente con la ayuda de esa gratificación de sentirse amado, hasta el punto de que sus razonamientos se vuelven defectuosos.
Desconozco el desenlace de la historia de amor no correspondido entre la presentadora de CNN+ y el amigo “tal”, pero reconozco que mi desconocimiento me llevó a pensar que era un loco o un tarado acosador que se había obsesionado con una chica guapa que salía en televisión y que se había propuesto no parar hasta conquistarla.
Ahora sé que el suyo era probablemente un caso de enamoramiento patológico o síndrome de Cleramount…y el recuerdo del amigo “tal” y la idea de que la necesidad de sentirse amadas puede llevar a algunas personas hasta ese cuadro clínico, me genera más compasión que rechazo.