Walter Riso: "El coronavirus nos arrodilló a todos, nos dio un baño de realismo absoluto"


Entrevista al doctor en Psicología y escritor Walter Riso sobre su último libro 'Más fuerte que la adversidad' escrito durante la pandemia
Reflexionamos con el autor sobre qué hemos aprendido en este año de pandemia en el que la adversidad, el sufrimiento y la muerte han sido protagonistas de nuestras vidas
No encontrará en los libros de Walter Riso esas típicas frases motivadoras de "tú puedes con todo" o "si te empeñas, todos sus sueños se harán realidad"...no, tampoco encontrará nada de eso en su último libro Más fuerte que la adversidad (Zenith 2021) escrito en el contexto de la pandemia.
Riso, doctor en Psicología y experto en terapia cognitiva es más bien de enseñarnos que las personas no podemos con todo, que las adversidades forman parte de la vida y que la clave para nuestro bienestar no está en eliminarlas, sino en tratar de aprender algo del sufrimiento que generan.
Pregunta: Después de un año inmersos en tanta adversidad por la pandemia ¿crees que hemos aprendido algo?
Respuesta: Creo que podemos haber aprendido algunas cosas, tampoco tantas…creo que el aprendizaje ha sido más individual, en la parte psicológica (…) Los cambios son más individuales. Los pacientes me están diciendo a mí y a todo el grupo de gente que trabaja conmigo, nos están diciendo por ejemplo "yo estoy descubriendo que soy más fuerte de lo que yo creía, que soy más capaz de aguantar más cosas". El cambio individual está, porque tú vas a reconocer de pronto que a tal persona no le expresaste el afecto como era, o que a tal persona no la querías tanto o que la querías mucho. Hay una re-edición personal, una auto-actualización personal. No sé si eso va a tener implicaciones globales o no (…) Pero esta vuelta a la singularidad hace que uno rescate al individuo: yo, como individuo, puedo cambiar muchas cosas, yo puedo hacer mi propia revolución interior, puedo cambiar. Como decía Krishnarmuti, "si cambia el individuo, cambia la sociedad". Entonces, creo que no vamos a volver a ser los mismos.
P: ¿La pandemia ha cambiado los motivos de consulta de sus pacientes?
R: Hoy, el motivo de consulta más típico es la fatiga mental, el cansancio mental, porque la gente está en una montaña rusa. Se ilusiona y después, pum, se cae. Llega la frustración, la desilusión, la decepción. Vuelve a subir y cae otra vez, como en el mito de Sísifo (…) Y la mente no está preparada para hacer esto. Y esto, después de un tiempo, genera desesperanza, que es la prima-hermana de la depresión…y ese cansancio mental es porque estamos ejercitando un estado de esperanza y de desesperanza constantemente. Entonces la mente se cansa como un mecanismo de defensa, la mente no quiere hacer eso. La incertidumbre sigue siendo el principal motivo de consulta; siempre lo ha sido y sigue siéndolo, pero ahora está apareciendo la fatiga también.
Una señora un día me llama y me dice: "no creí que mi marido tuviera un cociente intelectual tan bajito", y eso es como para preguntarle, pero ¿dónde estaba usted?
P: En tu libro también hablas de algunos conflictos internos por cosas que la gente está descubriendo…familias que pasaron de ser familias de fin de semana a ser familias a tiempo completo.
R: La gente descubre cosas con su pareja, con sus hijos, sí. Nosotros éramos familia de fin de semana, como lo llamo…nos veíamos de vez en cuando. Pero una señora un día me llama y me dice: "no creí que mi marido tuviera un cociente intelectual tan bajito", y eso es como para preguntarle, pero ¿dónde estaba usted? O un señor que me dice "yo pensé que mi esposa era más linda" pero…¿cuánto tiempo llevan casados? ¡8 años! …pero en este tiempo ¿donde estaba? ¡usted la veía, pero no la miraba!
P: ¿La pandemia nos ha obligado a mirar a nuestro alrededor y a ver lo que pasa?
R: Veníamos de una sociedad hiperactiva, multitarea (…) veníamos de estar en una colmena porque funcionábamos con el piloto automático, porque estábamos viviendo con un procesamiento automático: no había tiempo para pensar. Pero de pronto, el mundo se para…como decía Mafalda, "paren el mundo que me quiero bajar". Se para el mundo y nos obliga a salirnos de la colmena. En la colmena estábamos todos uniformados, tu singularidad se pierde ahí, y de pronto, sales y te obligas a que la mirada se dirija a otras cosas, que se dirija a tu familia, a tu ambiente, a tu espacio, a los problemas, a tus hijos y a ti mismo. Entonces aparecen una serie de sufrimientos que no estaban programados, sobre todo en las democracias del primer mundo, porque los umbrales del sufrimiento son más bajitos. La gente, de pronto, empieza a descubrir que su relación con los hijos no es la misma, que la pareja de pronto no funciona tan bien y se la obliga, a través de ese sufrimiento, a sacar callo, a ponerse a prueba.
P: ¿El coronavirus nos ha hecho darnos cuenta de nuestra vulnerabilidad?
P: ¿Qué es lo que hizo este bichito chiquito? Nos arrodilló a todos, nos dio un baño de realismo absoluto. Nosotros ¿que pensábamos? ¿qué pensaba yo?, ¿qué pensábamos todos? Que teníamos una tecnología de punta, que la sanidad y todo pensábamos que éramos superman…tantos virólogos que hay en el mundo, tantas cosas. Y después, uno quedó con la idea de que está más expuesto y eso quizás genera en las personas una actitud más preventiva frente a su propia salud.
Antes sufríamos porque no teníamos el vestido adecuado para una fiesta
P: Un tema que me llama la atención, es que en el último año se publican más libros con la palabra sufrimiento (o una referencia al hecho de sufrir) en el título. ¿Es esto una muestra de que la pandemia ha puesto sobre la mesa que el sufrimiento forma parte de la vida y que antes estábamos un poco ciegos a él?
P: Sí, la pandemia ha hecho en la gente -por lo que yo he visto y por lo que muestran algunos datos empíricos- que se empiece a percibir como parte de una especie más vulnerable de la que era antes…El tema de la muerte antes era un tema que no estaba tan presente, que lo hablaban los sepultureros o los curas…. No solo se debe hablar del 'arte del buen vivir' sino del 'arte del buen morir', porque tú empezaste a morir desde el momento en que naciste. Eso lleva también aparejada la idea de que nosotros, como éramos una especie "invulnerable" teníamos que sufrir menos…los budistas hablan de eso: ellos no le tienen miedo al sufrimiento, ellos tratan de sacar el sufrimiento estúpido, el que no tiene sentido, y dejar el que sí tiene sentido. Yo creo que esto que está pasando, hace que la gente empiece a entender que sufrían por estupideces o inútilmente. Empiezan a separar lo que es importante de lo que no es importante (…) Antes sufríamos porque no teníamos el vestido adecuado para una fiesta…y lo que la gente está entendiendo ahora, es que a veces hay que aceptar lo que pueda pasar porque no podemos hacer nada, porque escapa de tu control. Es decir, si yo tuviera que decir cual es la clave fundamental de tener una vida tranquila, sin ansiedad, que se acerque a ese concepto etéreo de la felicidad, sería aceptar incondicionalmente lo inevitable. Por eso, en el libro, hablo de que hay un sufrimiento necesario y que te puede generar enseñanzas, y hay otro sufrimiento que es el sufrir por el sufrir.
P: No somos más fuertes en cuanto que sufrimos menos sino en cuanto que aceptamos mejor ese sufrimiento inevitable y aprendemos de él. De ahí el título de tu libro Más fuerte que la adversidad
R: Generalmente lo que hacemos en terapia cognitiva es crear situaciones donde la persona corra un riesgo responsable, porque en esas situaciones las personas son más audaces, exploran más… y al aventurar más, descubren más, y al descubrir más aparece el asombro…y eso es lo que las separa de las plantas…el asombro. No tiene que existir el sufrimiento necesariamente para que uno aprenda, pero sí tiene que haber un nivel de exigencia interno y externo. Fíjate en una situación límite como esta que estamos pasando: hace que los paradigmas de uno empiecen a tambalearse.
Cuando una persona va a la cita psicológica no va a buscar la cura, va a buscar alivio, ¿porqué? Porque la cura duele, la cura es una transformación, la cura es una conversión, la cura es pasar por una crisis necesariamente…y la gente no quiere eso; quieren analgésicos. Un poco toda la cultura en la que estamos en Europa es eso: el analgésico. En cambio, esto otro (aceptar que el sufrimiento es parte de la vida) te va a sacar callos aunque no quieras.
Es doloroso que nos hayamos acostumbrado a esto o que empecemos a ver esas 800 muertes como número, como estadística
P: En la tercera ola de la pandemia hemos visto que con cifras de muertos diarios mayores que en la primera ola, la gente parecía haberse olvidado de la amenaza del virus, del miedo de la primera ola…por ejemplo, esas fiestas clandestinas con cientos de personas. ¿es esto señal de que la gente se ha anestesiado un poco? ¿que se ha habituado?
R: En el fondo, con todas las grandes cosas que han pasado en el mundo, guerras mundiales o civiles, tsunamis, terremotos, el ser humano sigue siendo egoísta (…) nos volvemos insensibles porque subimos los umbrales de la percepción, porque es un mecanismo de defensa. No somos tan fuertes eternamente, pero eso trae aparejado una habituación que tiene una consecuencia ética… seguro que la tiene. Yo te puedo poner de ejemplo cuando fui a Colombia por primera vez y vi a los niños en la calle, niños pidiendo limosna en todas partes, yo quería llevármelos a mi casa…pero después de cinco años, uno se acostumbra a ello y no es que ya a uno no le duela, es que le duele un poquito menos o que uno lo evita y mira para otro lado (…) Pero sí, es doloroso que nos hayamos acostumbrado a esto o que empecemos a ver esas 800 muertes como número, como estadística (…) si se cae un avión y hay 400 muertos sale en las primeras planas y aquí todos los días se están cayendo dos o tres aviones…
P: ¿Cuál es entonces el diagnóstico de esta situación para Walter Riso?
R: Que algo está pasando con el principio del placer, porque es increíble que haya 400 fiestas clandestinas. Esa irresponsabilidad personal tiene mucho que ver con la falta de autocontrol: que no soy capaz de tener un autocontrol frente al placer, que el principio del placer me maneja. Esto lo ves en muchos adolescentes… pero también en muchos adultos.