3.000 euros de multa por repartir máscaras protectoras para niños fabricadas por él mismo

Javier había llegado a fabricar más de 1.000 máscaras con tres impresoras 3D
El pasado domingo los niños volvían a pisar las calles después de mas de 40 días encerrados. El uso de objetos protectores es recomendable aunque no obligatorio. Javier Martínez, vecino de la localidad valenciana de Xirivella, decidió el domingo empezar a repartir máscaras protectoras que había fabricado él en casa. Lo que parecía un acto solidario acabó convirtiéndose en una sanción grave que podría costarle entre 3.000 y 60.000 euros.
Javier lleva semanas fabricando estas máscaras protectoras en su casa. “Cuando empezó todo esto puse mis tres impresoras 3D en marcha y he fabricado más de 1.000”, asegura. Las ha repartido entre sanitarios, policías y residencias. “Habré invertido unos 500 euros en material”, asegura Javier. Sus vecinos cuando se enteraron de la iniciativa empezaron a recaudar dinero para comprar más material. “Incluso el alcalde me llamó para darme 50 euros de su bolsillo para colaborar”, asegura Javier.
Es padre de dos hijos de siete y doce años. El domingo quiso aprovechar su primer paseo tras 42 días sin salir para repartir las máscaras protectoras infantiles entre los niños del barrio. “Limpié la zona donde me iba a poner con lejía y acoté la zona marcando la distancia de seguridad para evitar aglomeraciones”, aclara Javier. Un vecino que regenta un bar en la plaza donde se encontraba se ofreció a dejarle una sombrilla para resguardarse del sol y una mesa para que el reparto fuera más cómodo. “Les daba las máscaras, se las ajustaba y arreglaba en función del niño”, nos cuenta Javier, apenado por la situación.
Al poco tiempo de empezar el reparto se presentaron cuatro policías nacionales y dos policías locales en la zona. Los agentes aseguran que fueron alertados por varios vecinos porque en la plaza había una concentración de gente bebiendo alcohol. Javier reconoce que había padres bebiendo cerveza, pero que cada uno se la había bajado de su casa.
Javier reconoce que se alteró con los agentes porque se sintió como un delincuente. “Me acusaron de estar vendiendo yo las cervezas y no fue así”, asegura Javier. Le dijeron que no tenía autorización para estar en la plaza ni para repartir máscaras que no estaban homologadas. “Con la situación que tenemos rechazan material, aunque no esté homologado, es mejor que nada”, asegura Javier.
Javier lamenta la situación y que una acción solidaria haya acabado así. “Durante dos semanas cada tres horas me he levantado por las noches para recargar las impresoras”, asegura. Un bufete de abogados ya se ha puesto en contacto con él para ayudarle a recurrir la multa.