Diario de un paseante: los amables repartidores

Los repartidores trabajan a deshoras, siempre pendientes del mapa en su móvil, solos y perdidos entre calles oscuras y hostiles
Se les ve pedaleando, calle arriba, de noche y bajo la lluvia, camino de un ignoto destino, guiados por un móvil empapado, indescifrable. Ahora mirarán a un lado y a otro de la calle, parándose, consultando el mapa, solos y perdidos entre calles oscuras y hostiles, escudriñando casas con luces cálidas, quién viviera allí, alguna de ellas será la dirección del pedido.
No hay peatones a quien preguntar, llueve y es muy tarde, pero si tienen suerte parará a su lado un coche o un taxi, ojalá, esos conocen la ciudad como nadie. Confiarán en su suerte y por fin varios vehículos frenarán en un semáforo, pero llueve y hace frío, nadie bajará la ventanilla, o quizá sí, esa chica.
MÁS
- Buenas noches, muchas gracias señora.
Sus indicaciones les guiarán hasta la ansiada calle, parece que es ésta, y dirigirán hacia allí su bicicleta, aminorando la marcha para descubrir el número de los portales, siempre escondidos o inexistentes. Consultarán su reloj y se estremecerán: es tarde, quizá la comida ya esté fría o el paquete fuera urgente.
Pedalearán calle arriba, calle abajo, y por fin como un oasis aparecerá el número que buscaban. En él zaguán se cruzarán con una mirada suspicaz, un vecino o un portero les preguntará qué hacen allí, a qué casa van, si saben el nombre y el apellido del destinatario. Al punto suministrarán la información y añadirán:
- Muchas gracias, buenas noches señor.
Su interlocutor seguirá dudando, notarán su mirada inquisidora por la espalda, y preferirán no esperar al ascensor y subir por las escaleras, aunque sea un piso alto, con la sospecha de si habrán sido ya denunciados a la policía. Jadeantes pero aliviados, llamarán al timbre de la casa, y allí les recibirá otra mirada contrariada, impaciente, y se someterán a otro interrogatorio, por qué han tardado tanto, si esto no tiene pérdida, la comida estará fría, que incordio, y con suerte recibirán una propina.
-Muy amable, que tenga buena noche señora.
Y nuestros repartidores bajarán a toda velocidad las escaleras, de nuevo sin esperar al ascensor porque ya llegan tarde otro pedido, y como antes se perderán, preguntarán, se convertirán en sospechosos habituales pero ellos no dudan: aunque no tuvieron suerte si tienen educación. Buenas noches y muchas gracias, señor.