Un bar rescata antiguos braseros de picón para dar calor a los clientes de la terraza y salvar el negocio

Las restricciones de aforo prohíben por completo consumir en el interior del local en Castilla La Mancha y la terraza del local se había quedado vacía con la llegada del frío
La propietaria de este bar de Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) instaló los braseros el fin de semana pasado y las mesas de la terraza volvieron a llenarse de clientes
El local podrá permanecer abierto a pesar de las restricciones de aforo y mantener en plantilla a sus cuatro trabajadores
La restricción de aforos en los establecimientos de hostelería para luchar contra el coronavirus, el miedo al contagio y la llegada del frío dejaron vacío el bar de Gema, en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real). “Al entrar en fase tres se prohibió servir en el interior del local y de repente nos quedamos sin clientes”, explica Gema Reverte, propietaria de Las Delicias del Arco.
En esas condiciones era imposible mantener a los cuatro empleados que trabajan en el establecimiento. “Empezamos a plantearnos hacer un ERTE y mantener a algún trabajador a media jornada porque no teníamos casi trabajo”, asegura Gema.

Cuando la decisión ya estaba tomada, una amiga de la propietaria le contó que en un bar de Albacete habían colocado estufas eléctricas debajo de las mesas y “la terraza siempre estaba llena”. Una opción inviable para Gema, que no podía instalar las estufas en la terraza de su local, además de que el coste de la electricidad era inasumible. Pero, la idea siguió rondando en su cabeza y encontró la solución. Recuperar los antiguos braseros de picón que se utilizaban en las viviendas para combatir el frio del invierno. “Empezamos a buscar entre amigos y vecinos los braseros que ya casi no se utilizan. Al final nos hicimos con 10 o 11, suficientes para las 9 mesas que tengo en la terraza”, cuenta Gema Reverte. El siguiente obstáculo era encontrar el picón, pequeños trozos de carbón hechos a base de madera que se utilizan para generar calor. “Dimos muchas vueltas y al final encontramos a un hombre que los hacía para su consumo personal y que nos podía vender algunos sacos”, recuerda. El precio, mucho más económico que la electricidad, tan solo 8 euros por cada saco de 30 kilos.
Mesas llenas y negocio salvado
Con todo preparado, el pasado viernes, cuando abrió su bar, Gema había equipado cada mesa con sus braseros y los picones encendidos. La respuesta de los clientes fue inmediata. “En cuanto vieron los braseros, las mesas se fueron ocupando y estuvimos llenos todo el fin de semana. Cada vez que se levantaban los clientes de una mesa, se volvía a ocupar”, explica Gema. Ni la lluvia que cayó el sábado hizo que los clientes abandonaran el bar. “En invierno hace mucho frío y con los braseros te puedes sentar y estar calentito todo el rato que quieras”, asegura una clienta.
Ahora además de la consumición, los clientes disponen de varillas para avivar las brasas y mantener el calor. “Esto recuerda a cuando encendíamos en casa los braseros para combatir el frío”, cuenta Asunción, una vecina del pueblo que le ha dejado dos braseros.

En los pocos días que lleva en marcha esta ingeniosa idea, Gema ha podido comprobar que además es muy económica y fácil de rentabilizar. “Durante el viernes y todo el fin de semana, los braseros estuvieron encendidos de continuo y solo gastamos un saco”, cuenta la propietaria, que ha encontrado en los braseros de toda la vida la salvación de su negocio. “Si todo sigue así vamos a poder mantener abierto el bar y todos los puestos de trabajo”. De momento, asegura que, aunque se retiren las restricciones de aforo, los braseros de picón van a seguir durante todo el invierno en las mesas de su terraza porque a los clientes “les encantan”.
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