Blanca: cuatro años recorriendo el mundo en bicicleta y en solitario

A sus 61 años, lleva más de 43.000 kilometros pedalando por Europa, África y Asia
Sólo el Brexit le obligó a hacer un alto en su camino
Blanca Fernández es de las pocas personas que pueden afirmar que su sueño se ha hecho realidad. Siempre quiso viajar por el mundo en bicicleta y ya lleva 43.000 kilómetros recorridos a pedales en solitario. Esta vasca de 61 años, afincada en Londres desde los años ochenta, decidió que la jubilación era la mejor oportunidad para vivir su aventura. Se autorregaló una bici y el 8 de julio de 2015 partió de su casa con las alforjas llenas de ilusión. “Mis hijas me regalaron un geolocalizador para estar en contacto todos los días. Me dieron instrucciones estrictas de tenerlo siempre encendido. Sé que tienen miedo por mí, pero también que están orgullosas de tener una madre como yo”, cuenta a NIUS entre risas.
La soledad no fue un impedimento “He aprendido a estar a gusto conmigo misma. Cuando vas por carretera en bici, tienes todos los sentidos alerta, te están bombardeado con cosas nuevas, olores, paisajes. No te aburres” asegura. Añade además que su edad ha sido una ventaja. “A ciertos niveles soy invisible para los hombres, una chica joven seguro que hubiera tenido más problemas”, afirma.
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Primera etapa: Europa y Asia
Blanca comenzó su ruta por Europa. Pasó por Rumanía, Serbia, Grecia, y Turquía. Siguió por Georgia y Armenia para recalar en Irán en marzo de 2016. “Quería ascender la cordillera de Pamir, otra de mis grandes aficiones es la montaña”, reconoce.
Una vez conseguida su primera meta, esta aventurera no se quedó ahí y decidió continuar viaje atravesando China durante los tres siguientes meses. Improvisó, pero lo hizo con cordura. “No soy de las de meterme en la boca de lobo. Fui cambiando de trayecto porque la situación geopolítica de ciertos países te dicta el camino por seguridad”, dice esta valiente.

En Asia visitó Vietnam, Tailandia, Laos y Camboya, donde le pilló el Brexit. Tras 687 días sin bajarse de la bicicleta, Blanca tuvo que terminar su viaje de golpe. Lo hizo a regañadientes. “Mis hijas me dijeron que volviera para arreglar los papeles de residencia. Me quejé un poco pero luego entré en razón”, relata disgustada. No sé dio por vencida. Cuando compró el billete de vuelta a Londres ya estaba calculando cuanto le costaba el que le llevaría a El Cairo.
África, segunda etapa
En Londres, Blanca asumió, con pena, el paso del tiempo y no estaba dispuesta a perder la oportunidad de conocer el continente africano. “Me estaba haciendo mayor y África es muy dura para viajar en bici. Tenía que aprovechar hasta que me quedará energía”, dice con determinación.
En marzo de 2018 comienza la segunda etapa de su viaje. Desde Egipto pedaleó hasta Ciudad del cabo, pasando, entre otros países, por Sudán, Kenia, Uganda y Ghana. Una vez en Suráfrica, emprendió la vuelta a Europa por la costa oeste africana.
Recién llegada a España, y cuatro años después de su partida, es tiempo de echar la vista atrás y recordar un sinfín de momentos donde los buenos superan con creces a los malos. "Que la gente te abra la puerta de su casa sin conocerte de nada es sorprendente. Me acuerdo de una vez en Sudán, un pastor arrodilló su camello ante mí y preguntó si necesitaba agua. Como ésta tengo mil anécdotas”, asegura.
Le preguntamos por las malas experiencias. “Que te acuerdes de tres o cuatro dan a entender que son las menos. Reconozco que lo pasé mal en el Norte de Kenia con un grupo de pastores. La policía me dijo que no parara nunca. Te piden agua y aprovechan para atacarte. Así fue, uno me pidió agua y no pare. Primero me lanzó el cayado y luego el machete. Te puedes imaginar como pedaleé, la adrenalina es una droga maravillosa”, dice con una sonrisa. Desde ese día, Blanca llevó una botella de agua en su bici para tirarla a la carretera cuando oía cencerros que presagiaran la presencia de pastores. “Mientras ellos iban a mirar que era, yo aprovechaba para salir a toda prisa”, nos cuenta.
La mejor manera de ahorrar
El viaje de Blanca no ha supuesto un gran presupuesto. Calcula que ha gastado 500 euros al mes en la primera etapa, unos 630, en la segunda. “Es menos de lo que me gastaría viviendo en mi casa. Si es que encima ahorro viajando”, explica. Reconoce que se ha permitido ciertos lujos: “No me he privado nunca de dormir en una pensión, comer caliente o tomarme una cerveza si era posible”.

Su única compañera de viaje, la bicicleta, pesa mucho al ser de acero para poder soldarla con facilidad si sufre una avería y sus ruedas son de tamaño más pequeño porque las utilizadas en Europa son difíciles de encontrar fuera de occidente. “La cambié un poco para poder arreglarla en cualquier lugar del mundo sin problemas”, explica.
Blanca tiene previsto volver a Londres por Navidad. Le da miedo. “Después de haber estado haciendo tanto ejercicio y estar al aire libre, ¿cómo voy a estar entre cuatro paredes?", se pregunta.
Sin planes en el horizonte se despide con un consejo para el que quiera seguir sus pasos. “Adelante, que se anime cuanto antes mejor, porque los sueños están para cumplirlos”. Como lo ha hecho ella.